Democracia y alternativas

Por Juan Ramón Martínez

En la operación democrática, lo característico es la sustitución. En el régimen parlamentario, la pérdida de la mayoría –propia o lograda vía coalición– obliga a la renuncia del Jefe de gobierno, caso de España; o Primer Ministro, como ocurre en Inglaterra, Italia. O convocar elecciones anticipadas. En los regímenes presidencialistas, la sustitución solo se produce por medio de las elecciones. O por juicio político que en nuestro caso, fue en forma inapropiada, eliminado de la Constitución de 1982. En la Constitución de 1924, un voto de censura contra un ministro del gobierno, significaba su inmediata renuncia del cargo. O su destitución por el titular del Ejecutivo. El caso histórico más recordado, es el del ministro de Hacienda, Filander Díaz Chávez, que además, era el vicepresidente de Vicente Mejía Colindres.

Por manera que, en la dinámica democrática nuestra es fundamental el partido mayoritario que, ganó las últimas elecciones y la oposición. Tradicionalmente en Honduras, desde 1919 en que surge el régimen de partidos, el bipartidismo, que existe en todo el mundo, aunque en forma diferente, porque la oposición puede estar integrada por varios partidos como ocurre actualmente, que Libre y el Partido Liberal, junto a la Alianza Patriótica y otros partidos, forman un bloque que sirve para sostener; o, para hacer tambalear al gobierno, según el caso. Depende de la capacidad de negociación en que los grupos, forjan acuerdos con el gobierno; o entre los partidos de oposición, para impedirle la aprobación de los proyectos del Poder Ejecutivo. En la década de los cincuenta, el Partido Nacional se dividió en dos bandos: el que seguía a Carías Andino y el MNR, –galvista, wilista– o “pumpuneros”. En 1954, la incapacidad de ponerse de acuerdo, provocó la ruptura del orden constitucional y facilitó el gobierno irregular de Lozano Díaz, cuyos planes continuistas, aparentaban ser una maniobra de Gálvez para regresar al poder. Ante los excesos de los “pumpuneros”, los militares dieron su primer golpe militar, el 21 de octubre de 1956 y le abrieron paso a una breve primavera democrática, interrumpida por Osvaldo López Arellano y justificada por el miedo de los nacionalistas, ante el discurso amenazante de Rodas Alvarado.

Ahora el problema que enfrentamos es que, aunque el Ejecutivo luzca vacilante en algunos momentos, tiene dos recursos que usa con mucha habilidad: la capacidad de negociación y la mayoría en el Congreso Nacional. Lo que hace que, pueda sacar adelante todos los proyectos que ha querido. Uno tan solo ha sido frenado –en la legislatura anterior– cuando JOH, pretendió volver constitucional, de forma inconveniente a la Policía Militar del Orden Público. De repente, por el tema y por la fatiga negociadora de los nacionalistas de entonces, que creían que contaban con mayor respaldo popular que el que votó a JOH en las elecciones de 2017.

El problema que acusa el sistema democrático es que, como todos sabemos no contamos con suficientes demócratas, en el número adecuado para dirigir bien al gobierno y a la oposición. Esta luce fragmentada y por ello, acusa algunas falencias al momento de la negociación. La disputa en el interior del Partido Liberal, la dudosa fortaleza electoral de Libre y el liderazgo inestable de Nasralla, hace que quien complica la estabilidad no es el gobierno, sino que la oposición que, en su conjunto, experimenta un decrecimiento que puede producir inestabilidad.

En un diagnóstico en que, se dilate la recuperación de los liberales, por resistencia de Luis Zelaya a retirarse; y Zelaya Rosales muestre evidencias que empieza a confirmar su fatiga electoral, la única alternativa que le queda al país es la Alianza Patriótica y Romeo Vásquez, que, en las encuestas se perfila como el cuarto hombre más respetado del país, después de JOH, Zelaya y Nasralla. Que además, despierta menores resistencias.

Tiene a su favor, no ser un político profesional; pero no es un advenedizo como Nasralla. Conoce bien el funcionamiento del gobierno; sabe negociar y consolidar acuerdos en favor de la estabilidad. Pese a su formación militar, es un hombre hábil para el acuerdo y la transacción. Posiblemente, el riesgo de AP, es que sus líderes, no hayan tomado conciencia que, esta es la hora del crecimiento. O se conformen con poco. Pero si aprovechan la coyuntura, en el mediano plazo, puede ser el partido alternativo de la democracia hondureña.