¿EL LIDERAZGO ES TRANSFERIBLE?

LULA durante toda la campaña política lideraba las encuestas con un 39% de apoyos. Nadie se le acercaba siquiera. ¿Qué pasó con el traslado de su aclamada popularidad a su delfín, puesto de dedo, cuando la justicia le cerró las puertas para poder competir? La presunción era que con semejante respaldo, sumado a la militancia del poderoso Partido de los Trabajadores, el favor que Lula mostraba en los sondeos de opinión pública podía volcarlo hacia su sucesor. La vaina es que los apoyos personales raras veces son transmisibles, de una persona a otra. El liderazgo, el carisma, el atractivo personal no se transfiere. Los endosos tienen efecto publicitario, pero la gente que gusta de uno, no necesariamente le tiene que gustar al que ese respalda y menos al que ese designa. El fierro cuenta en alguna parte de la militancia dura pero no es suficiente. Aparte que ahora son otros segmentos los que deciden las elecciones.

El candidato de la ultra derecha, un exmilitar al que lo tildan de todo lo que pueden arrojarle a alguien considerado “defensor de los valores más retrógrados”, barre en las elecciones presidenciales de Brasil con un 46.3% de los votos. Un resultado inesperado, ya que ninguna encuesta lo pronosticaba. Pero no logra el caudal necesario –la mayoría absoluta– para impedir ir a una segunda vuelta. El candidato puesto de dedo por Lula quien, como reo, está impedido de participar, apenas logra el 28.8% apoyado por el Partido de los Trabajadores, la formación tradicional de la izquierda brasileña. Se trata de la polarización del voto entre los extremos. El premio mayor podría decidirse por las alianzas que se formen, durante el corto proceso de la segunda tanda. El balotaje habrá de realizarse en pocas semanas. Así que no queda mucho tiempo para la campaña política, y los reacomodos tienen que sucederse pronto para que tenga alguna opción el candidato izquierdista que alcanzó el segundo lugar. Debe capitalizar la mayor parte del 12.47% que sacó el candidato de centroizquierda, ubicado en tercer lugar y fuera ahora de competencia. Su esperanza sería que este lo apoye ya que fue ministro de Lula. Sin embargo el mismo problema. Aún con su respaldo, todos los que votaron por él tendrían que trasladarse al otro. Una alianza de esa naturaleza, sin duda, podría dar un golpe psicológico en el electorado y la clase política. Sería algo así como un golpe mediático. Pero quienes votaron por quien quedó en tercer lugar lo hicieron en parte porque representaba el centro. Un poco por él como persona, y otro poco por lo que representa.

Así que en las semanas que quedan, tendría que correr como centrista –haciendo un viraje de timón en discurso, imagen y posición– para entusiasmar a esos simpatizantes. Pero el veredicto popular no para allí. La expresidenta destituida –también del Partido de los Trabajadores y heredera política de Lula– no pudo conseguir un asiento en el Senado. Quedó cuarta con apenas el 15.3% de los votos. Pudo presentarse a la contienda porque su destitución no la inhabilitaba en el ejercicio de los cargos públicos. La señora propagaba en la campaña que “Lula está en la cárcel porque es un candidato imbatible”. El nuevo fracaso fue inesperado ya que en la última encuesta aparecía favorita para quedarse con uno de los dos escaños en el Senado. Falta ver el resultado del repechaje. Así que atentos a lo que suceda en ese país que, igual a otros, tiene a su población polarizada en dos polos opuestos.