Malos protocolos en el IHSS

Por Armando Cerrato

De derechohabiente pasé a paciente regular en la sala de hemodiálisis del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), donde se salvan vidas todos los días en tres turnos diarios que atienden un promedio de treinta y cinco personas con diferente grado de daño renal.

A ese estado se llega tras una referencia de un médico general a un especialista en nefrología, que en base a una batería de exámenes en sangre y orina, tras la impresión clínica respectiva, decide hacer la remisión para la hemodiálisis que usualmente se practica durante cuatro horas, tres veces a la semana, cuando menos dos.

La hemodiálisis consiste en primera instancia en la conexión a una máquina (riñón artificial) computarizada a través de dos mangueras provistas de agujas que se introducen en un catéter colocadas en las venas mayores en el cuello o una pierna, por una de las mangueras se extrae la sangre impura que la lleva hasta la máquina que la purifica y regresa por la otra ya limpia la que está conectada a una arteria, siempre por el mismo catéter.

Usualmente los catéter funcionan a la perfección por dos meses máximo (aunque a veces se extienden hasta tres), lapso en el cual si se logran tres citas (una con un médico general, otra con una anestesióloga y la tercera y última con un cirujano vascular) que después de un ultrasonido determina hacer una cirugía en cualquiera de los brazos para formar una fístula arteriovenosa que tarda por lo menos dos meses en desarrollarse, tras una serie de ejercicios físicos efectuados con los dedos de la mano, apretando una pelota de hule constantemente, una vez desarrollada la fístula se evita una serie de problemas que dan los catéteres, pues se trata de un par de pinchazos (vena-arteria) y el mantenimiento inmóvil del brazo durante las cuatro horas que dura el procedimiento durante el cual el resto del cuerpo permanece flácido en un sillón especial, cuyo respaldo se inclina hasta una posición de cuarenta y cinco grados.

Al entrar al proceso de hemodiálisis antes debe pesarse para determinar la cantidad de líquido que deberán de extraerle, el cual se delimita restando del peso real determinado por la edad, la estatura y la masa corporal del exceso llevado, al final del proceso se vuelve a tomar el peso y así se mide la efectividad del mismo.

En la sala de hemodiálisis en los tres turnos hay usualmente un médico que supervisa el trabajo de licenciadas en enfermería que son las encargadas de hacer las conexiones pacientes por paciente y de auxiliares que supervisan constantemente el funcionamiento de las máquinas, el comportamiento de los pacientes y atienden solícitamente cualquier complicación que se presente (usualmente bajas y subidas de presión arterial y otras propias de los enfermos renales).

La sala de hemodiálisis del IHSS funciona contiguo a la de emergencia porque a veces la complicaciones de un paciente requieren de ese tipo de atención, por lo que siempre debe de haber con ellos un pariente o encargado con la suficiente autoridad para firmar cualquier autorización que se requiera para auxiliarlo.

Las atenciones son de primera, el personal está consciente de que cada dialización que realizan, prolonga y salva una vida de niños, adultos y personas de la tercera edad.

La mayoría de pacientes padecemos de diabetes y ya hemos sido amputados y una gran parte tampoco tenemos visión por lo que asistimos en silla de ruedas, que ni siquiera podemos conducir por nosotros mismos.

Para entrar al proceso de hemodiálisis hay que apuntarse previamente, cosa que no hacen si el paciente no está presente y para ser atendido hay que hacer una espera de dos horas y más para ser llamado, cosa que se hace por un sistema de sonido y por turno de llegada.

En la sala de espera existen dos baños, pero usualmente uno de ellos está cerrado y permanece inmundo –similar al de un mercado municipal o de un billar de pueblo– con una puerta de acceso estrecha por donde no pasa una silla de ruedas, por lo que los amputados se las ven negras para poder hacer uso del sanitario.

Solo un amputado sabe las enormes dificultades que se pasa en las instalaciones sanitarias como las de hemodiálisis del IHSS, pensadas para el uso de personas normales sin ninguna adaptación especial para discapacitados y mucho menos personas con daño visual.

Escribo este artículo a manera de informe para los miembros de la Junta Interventora del IHSS para que salgan de su bunquer en el décimo piso del edificio administrativo del IHSS del Barrio Abajo de Tegucigalpa y visiten supervisando las diversas salas del hospital de especialidades y cambien algunos protocolos y busquen la mejora de instalaciones para beneficio de los derechohabientes, hablando con los pacientes y no con sus subalternos para conocer la verdadera realidad que impera en esa institución.

Uno de los protocolos que hay que revisar es el de la entrega de medicamentos en el sector de farmacia, especialmente para enfermedades crónicas y terminales, pues los médicos especialistas le entregan recetas al paciente y le dicen que su medicamento queda registrado en el sistema de cómputo de la farmacia, para entregas mensuales en el próximo trimestre, fecha en la que le tocará un próximo control, si es que el especialista no está de vacaciones o ha faltado a su consulta por cualquier causa, en cuyo caso ningún otro especialista del mismo ramo se atreve a autorizar la entrega de medicamentos, aunque la interrupción del medicamento agrave la situación del paciente, dado que las citas también se programan por cupos y hasta para cuatro y cinco meses después de la primera consulta.

Licenciado en Periodismo