Y tú, ¿cuánto vales?

Por José María Leiva Leiva

“Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”. Óscar Wilde. En estos aciagos tiempos de debacle social, de porquería política, y de ausencia absoluta de principios y valores otrora orientadores de un pasado que comienza a verse lejano, los videos, mensajes, fotos y correspondencia epistolar que solemos intercambiar con un selecto grupo de parientes y amigos que viven dentro y fuera del país, es un invaluable tesoro que no tiene precio. Es una especie de oasis en medio de un árido desierto que parece no tener fin.

Inserto en esta fuente inspiradora que enseña, entretiene y divierte, comparto esta vieja fábula que nos hace reflexionar sobre el valor, la riqueza que existe en cada quien. Su relato siguiendo la tradición de los cuentos que escuchábamos de niño comienza diciendo que “hace mucho tiempo, un joven discípulo acudió a su maestro en busca de ayuda. Su gran preocupación era que sentía que no valía para nada y que no hacía nada bien. Quería que los demás le valorasen más”.

“El maestro sin mirarlo, le replicó: “Me encantaría poder ayudarte pero en estos momentos estoy ocupado con mis propios quehaceres. Quizás si me ayudas a solucionarlos podría acabarlos antes y ayudarte”. El discípulo aceptó a regañadientes ya que de nuevo sintió que sus preocupaciones eran poco valoradas. El maestro le entregó un anillo que llevaba en el dedo y le dijo: “Coge un caballo y cabalga hasta el mercado más cercano. Necesito que vendas este anillo para pagar una deuda. Y lo más importante es que trates de conseguir la mayor suma posible pero no aceptes menos de una moneda de oro por él”.

“Y así el discípulo cabalgó hasta el mercado más cercano para vender la joya. Empezó a ofrecer la pieza a diferentes mercaderes que mostraban interés en él hasta que les decía el precio: una moneda de oro. La mayor parte de los mercaderes se reían al escuchar la suma, salvo uno de ellos que amablemente le indicó que una moneda de oro era muy valiosa para darla a cambio del anillo. Frustrado y cansado, el discípulo cabalgó de nuevo a casa del maestro sabiendo que no había podido cumplir con el encargo que le había hecho”.

“Maestro, no he podido vender tu anillo por una moneda de oro”, le dijo cabizbajo. “Como mucho ofrecían un par de monedas de plata, pero no he podido convencer a nadie sobre el verdadero valor del anillo”. “Tienes razón en algo”, le contestó el maestro. “Necesitamos conocer el verdadero valor del anillo”. “Coge de nuevo el caballo y ve a visitar al joyero del pueblo.

Pregúntale por el verdadero valor del anillo. Y sobre todo no se lo vendas”. Y así cabalgó de nuevo hasta el joyero quien, tras examinar detenidamente el anillo, dictaminó que este valía ¡58 monedas de oro!

“¿58 monedas de oro?” replicó el joven asombrado. Y con esa buena noticia cabalgó de nuevo a devolverle la sortija a su maestro. El maestro, le pidió que se sentase y que escuchase lo que tenía que decirle: “Tu eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal solo puede evaluarte un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu valor?”. La moraleja señala, que “todos somos como esta joya. Valiosos y únicos, y andamos por los mercados de la vida pretendiendo que gente inexperta nos valore”.

La explicación continúa, “sin una valoración realista acerca del valor de uno mismo, de nuestros recursos y nuestras capacidades, se hace complicado llevar adelante tareas de gran envergadura, o de ser capaces de dar nuestro apoyo a los demás en sus necesidades. Es necesario tener una autoestima tal que nos haga conocedores de nuestras fortalezas y debilidades, para así mostrarnos seguros en realizar nuestras misiones: tareas o relaciones con los demás”.

En palabras del Dr. Frank Clavijo (psicoterapeuta peruano), “cada uno de nosotros somos como una joya valiosa, pero muchos no sabemos darnos el valor de sí mismos. Si no nos valoramos no es porque los demás no nos valoren, sino porque nosotros mismos no nos valoramos lo suficiente. El valor de cada uno de nosotros no depende de los demás, depende de cada uno de nosotros… Por eso es importante que para valorarnos tenemos que darnos confianza y creer en nosotros mismos, y esto es parte de lo que llamamos autoestima”.

Por ello, los cursos de calidad total y reingeniería la suelen definir como la “capacidad que tenemos los seres humanos, de apreciarnos, valorarnos, respetarnos, protegernos y defender nuestros derechos. Es la base del desarrollo humano que colorea todos los aspectos de nuestra vida: Se proyecta en todo el quehacer de nuestra vida cotidiana. Es el índice de cómo nos sentimos, de cómo nos vemos: si apreciados, amados, queridos, aceptados o por el contrario: despreciados, abandonados o rechazados”. Y tú, apreciable amigo lector, ¿en cuál nivel te encuentras?