Viuda mima como hijas a más de 300 muñecas

  • Les plancha el pelo, les hace vestidos, las repara y tiene de todo diseño, desde clásicas de porcelana, hasta las de trapo… ¿Qué la inspiró a volverse una coleccionista?

Por: Carolina Fuentes
Fotos: Edwin Zaldaña

Más de 300 muñecas de porcelana, plástico y trapo alegran el corazón de una viuda, en la colonia La Esperanza, en Tegucigalpa. Como si fuese una niña, la perito mercantil de 47 años, peina a las pichingas, les confecciona “vestiditos” y hasta las repara cada vez que se les quiebra una pieza o su cabello sintético pierde el brillo.

Se trata de Yayse Janeth Alfaro, dueña de un comedor ubicado en el bulevar Los Próceres, en Tegucigalpa, cuya casa, de a poco, es invadida por muñecas que compra en tiendas o que le regalan sus familiares y amistades al saberla una apasionada coleccionista.

Al ingresar a la sala de su vivienda, de inmediato despierta la curiosidad el “batallón” de “mujercitas” de porcelana, con su pelo rizado y delicados vestidos con encajes y cintas, quienes prácticamente se han convertido en las “hermanitas” de sus dos hijos: Edwar Samuel y Lorenzo de Jesús Castro Alfaro.

Las pichingas están “de pie”, en el piso; sentadas en la división de madera, junto a las fotos familiares; y hasta colgadas en el televisor. También hay muñecas diminutas que reposan en repisas colgadas de las paredes.

Con la foto de su esposo difunto, Lorenzo de Jesús Castro Amador, la coleccionista cuenta que el coleccionar muñecas la mantiene entretenida y le divierte.

La habitación de Yayse sorprende aún más… Muñecas monjas, karatecas, embarazadas, piel roja, morenas, rubias, brujas, “payasitas”, vestidas de novias, entre muchas otras más, vigilan su sueño cada día, a un costado de su cama, ordenadas en repisas que se incrementan en la medida que compra más de estos juguetes.

¿Tiene hijas mujeres?, se le consulta a la coleccionista, quien contesta “no”, con una sonrisa. Sin embargo, detrás de su afición por las muñecas no se oculta ningún deseo vinculado a la maternidad…

¿Tuvo muñecas de niña? Yayse dice: ¡sí!, por lo que su pasatiempo tampoco refleja una infancia no vivida. Entonces, ¿qué se esconde detrás de esta necesidad de acumular muñecas?

LAS CUIDA COMO “HIJAS”

Cada semana, Yaysi suma una nueva muñeca a su colección y la coloca en las repisas que instaló en su habitación.

Yayse le dedica cada noche a quienes ella llama sus “niñas”. Sus sobrinos les tienen miedo y más de alguna amiga le ha dicho que “las muñecas cuidan a quien las cuida”.

¿Cómo comenzó a coleccionar muñecas?, se le pregunta a Yayse y de inmediato, un par de lágrimas que no caen, humedecen sus pupilas, mientras carga en sus brazos una muñeca vestida de novia y la fotografía de su esposo fallecido, Lorenzo de Jesús Castro Amador.

“Siempre me han gustado las muñecas, sería tal vez porque pequeña tenía las ganas de tener un cuarto así, como todas las niñas, y siempre me gustaron, pero a raíz de la depresión en la que estaba cayendo por la pérdida de mi esposo, necesité algo en qué concentrarme, a qué dedicarme en las noches que pasaba sola”, explica la entrevistada.

El esposo de Yaysi murió hace cinco años, de un paro respiratorio, y ella sospecha que fue víctima de negligencia médica en el Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS).

Al descubrir que cuidar muñecas le servía de terapia para superar el luto, cada noche de llanto empezó a reparar más y más “pichinguitas”, por lo que cada una de ellas representa sus lágrimas y cada noche que añoró tener a su lado a su esposo, pero también su firme decisión de recuperarse y volver a sonreír por sus hijos.

Fue así que, a puras muñecas, reconstruyó su corazón y sacó de sí esa niña que quizá “dormía” en su alma y que hoy se divierte con estos juguetes, al ver la vida con esperanza.

“Empecé peinando una y como que me fue agarrando esa necesidad de estar haciendo eso todas las noches y después, todos los días, después de terminar de hacer los quehaceres del hogar, ya me acostaba en mi cama y me ponía a arreglar las muñecas”, recuerda.

REPARA LAS MÁS “VIEJITAS”

La comerciante repara las muñecas en mal estado y las deja como nuevas, pues compra algunas “viejitas” de las que extrae manos, piernas y pelo para las que tiene en casa.

Yaysi compra las muñecas en tiendas de juguetes y ventas de garaje. Adquiere incluso algunas en mal estado, con lindas “cabelleras”, pelonas, o sin algunas piezas, de las que extrae manos, piernas y pelo para colocárselos a las que necesitan ser reparadas.

“Algunas que están dañadas creen que ya no valen, entonces yo las miro y pienso cómo las puedo arreglar y les digo véndamelas, y me preguntan: ¿y así las lleva?, y mis hijos les dicen a las vendedoras: ¡si viera cómo las deja de bonitas!, y me preguntan: ¿tiene alguna niña?, pero yo les explico que me gusta adornar mi cuarto con muñecas”.

La coleccionista indica que las muñecas más caras que ha comprado le cuestan 300 lempiras, y que sus favoritas son los ángeles y las novias.

“Las que más tengo son de porcelana y tengo de plástico también. Me acuesto a la 1:00 o 2:00 de la mañana porque estoy entretenida en las muñecas. Voy aumentando las repisas mientras compro más”, expresa.

La mayoría de las personas que la conocen vinculan su afición por las muñecas al hecho de que es mamá de dos hijos varones, sin embargo, ella manifiesta que, “sí quise tener una hija, pero no es de decir que por eso tengo las muñecas”.

“Creo que tengo como 300, la verdad es que no las he contado, como solo las he estado poniendo… Mis hijos, como saben que las muñecas me gustan, me regalan una para Navidad o para el Día de la Madre”.

Al salir de su trabajo, a eso de las 6:00 de la tarde, Yaysi se dirige a su casa, comparte varias horas con sus hijos y luego, antes de dormir, les dedica varias horas a esas muñecas con las que aprendió a volver a sonreír.

LAS DEJA “CATRINAS” CON SUS CUIDADOS

Entre las muñecas de Yaysi hay karatecas, “brujitas”, “payasitas”, embarazadas, monjas, “morenitas”, piel roja, blancas, pelirrojas, entre muchas otras más; las que están de pie poseen una base metálica que se oculta abajo de sus vestidos.

Las muñecas de Yaysi se ven como nuevas, con su pelo brillante, vestidos nítidos y mejillas rosadas que emulan la piel infantil. ¿Qué cuidados especiales les da a sus muñecas? La viuda detalla que “les compro gotitas para el pelo, de las que se echa uno para que el pelo se ponga dócil, les compro sus cintitas, sus ganchitos y las peino”.

Por si fuera poco, para evitar que el polvo ensucie la vestimenta de sus juguetes, Yaysi cuenta que “les quito su ropita, se las lavo, se las plancho, de ahí se las vuelvo a poner”.

Además, “si el pelo lo tienen un poco maltratado, se los peino, busco qué peinado hacerles o se los corto”, a la vez que les busca pelo a las que han ido quedando calvas con los años.

¿QUÉ ES LA MUÑECOFILIA?

En todo el mundo, cientos de personas se convierten en coleccionistas de algo que les apasiona; algunos atesoran monedas, otros sellos postales, carros de juguete, libros de un autor determinado, gorras, cajas de fósforos, entre otros objetos. Al coleccionismo de muñecas se le llama “muñecofilia” y esta actividad ha generado clubes de coleccionistas, congresos, tiendas especializadas en la venta de muñecas de colección, entre otros espacios donde los amantes de las muñecas se reúnen.

En la colección de Yaysi hay muñecas de los años 50, como las Barbies; de los años 80, como las Cabbage Patch Kids; de finales de la década de los noventa, como las Chicas Súper Poderosas, y de los años 2000, como las Prats, entre muchas otras.

Sin embargo, las más numerosas en la colección de esta hondureña son las de porcelana, barnizadas y esmaltadas, con cabeza, manos y piernas de este material, pero con el tronco de trapo. Este tipo de muñecas fue un “boom” en Francia y Alemania, de 1860 a 1900.