Conoce la resistencia de la chicha

La capital colombiana cuenta con una gran variedad de secretos, uno de los más importantes es la chicha. Esta bebida no es fácil de encontrar y menos con una receta de alta calidad. Más allá de la dulzura que genera los granos de maíz o el proceso de fermentación utilizado, se encuentra el folclor popular de una bebida que se remonta a antes de la conquista. Esta preparación ha sido transmitida de generación en generación a pesar de los diferentes intentos por parte de los gobiernos para tenerla relegada en un rincón de la historia.

La chicha era considerada como una bebida ceremonial de los pueblos indígenas que habitaron los diferentes asentamientos de Bacatá, actualmente Bogotá. Este líquido ancestral se convirtió en la insignia de la Nueva Granada. Sin embargo, muchos expertos aseguran que después del ‘Bogotazo’, el exceso de consumo de la chicha fue aparentemente la principal causa de los desmanes ocurridos y, desde entonces, se ha intentado apartar de la cultura.

El Festival de la Chicha es para la población de La Perseverancia, ubicada en la localidad de Santa Fe, un grito en la ciudad. Es una forma de expresión popular, de su identidad y de su historia, transformándola en un símbolo de defensa de lo que consideran propio. Además, también se convierte en una práctica cultural desde la marginalidad, estigmatización y el olvido que ha recaído sobre ellos.

La Perseverancia es uno de los primeros barrios obreros de la capital. Allí se asentaron varios campesinos, artesanos y mecánicos. Estas comunidades se encargaron de traer consigo todos sus hábitos, costumbres y tradiciones rurales para convertir esta zona en una de las más representativas para esta bebida artesanal.

En esta práctica cultural la chicha se convierte en el mecanismo para rescatar y preservar la identidad e historia del sector popular. Este trago permite navegar en el tiempo, desde la comunidad Muisca hasta las sociedades modernas, es recordar ancestros, hablar de la cosmovisión indígena, del pueblo campesino, de la tierra, los dioses, los sueños y sobre todo, de la riqueza cultural de los seres humanos.

Memorias de una prohibición

Este habitante del sector se ha caracterizado por siempre estar presente en este festival desde su creación en el año 1988. El hombre de 88 años recordó como en su infancia era ilegal vender la chicha, asegurando que era peor que pertenecer a un grupo guerrillero. Además, se cree que las cervecerías de la época fueron las encargadas de patrocinar estas persecuciones nacionales.

“Mucha gente fue a la cárcel, fue la persecución más terrible, nos metían presos por tener esta bebida. La gente no podía trabajar porque cuando llegaba ‘La Guardia’ los llevaban presos. Yo tenía siete años, recuerdo muy bien el sufrimiento de todos los que vendían chicha. Les robaban todos los bienes. Era una persecución terrible” afirmó el hombre con cierta melancolía.

Las nuevas generaciones han sabido respetar estas tradiciones culturales que son parte de Colombia desde hace miles de años, realizando una construcción de sentidos después de conocer sobre su historia y llegando hasta del proceso de elaboración de la misma.

Por último, es importante recalcar que estas costumbres deberán ser transformadas por nosotros mismos en un orgullo patrio, algo que es nuestro y así demostrar que la cultura es lo único que jamás podrán arrebatarle a la sociedad. (Kienyke)