Cosas de la educación nacional

En el primer lustro de los años setenta, cursábamos estudios de secundaria en un colegio de esta capital, y eran los tiempos del llamado “populismo”, donde a decir verdad, se hicieron muchas cosas buenas, como el extraordinario proyecto de reforma agraria, abortado por malos hondureños, que pensaron que el proceso no encajaba dentro de los propósitos de las élites dominantes; como otros importantes programas todos loables, del momento, que desafortunadamente, con el tiempo han desaparecido, como efecto de que no se ajustaban al modelo “neoliberal” que hoy se come la riqueza nacional y fábrica más pobres.

Dentro de ese plan de reformas, se planteó la urgente necesidad de oficializar los colegios de segunda enseñanza, teniendo como objetivo, que todos los hondureños tuviésemos libre acceso a la educación, por ser un derecho humano, al igual que la salud.

La lucha fue dura, pues implicó movilizaciones de sindicalistas, maestros y estudiantes. Por donde era posible. Y la lucha tuvo algunos resultados positivos, se logró la oficialización de una serie de centros de segunda enseñanza, en las cabeceras departamentales, como el Instituto “Manuel Bonilla”, en la ciudad de La Ceiba; “José Cecilio del Valle”, en Choluteca; “Domingo Sabio”, en Santa Rosa de Copán; “Juventud Hondureña”, en Ocotepeque; “Fraternidad”, en Olancho; entre otros tantos, meta que ya había sido planteada por el gran Ramón Rosa, con la reforma liberal, cien años antes.

Pero los centros van entrando en ese período de oficialización, surge lo que hoy observamos cotidianamente y con mucha fuerza, la creación de centros de orden privado. En todas las etapas: kínder, primaria, secundaria y hasta en la superior. Es decir, que el modelo económico que vivimos de competencia y lucro, ya no solo es privativo del sector económico, sino que, entra en el campo de la cultura también.

Al generarse esta competencia desigual, como es en el campo económico, se produce un desbalance en las tareas que por su naturaleza corresponde al Estado su manejo, al margen del mercado, pues la salud y la educación no deben ser mercancía.
Al comentar sobre este tema, siempre me viene al recuerdo los nombres de José Cecilio del Valle, Francisco Morazán, y más tarde el de Ramón Rosa, ilustres hondureños que siempre mostraron gran preocupación por la educación de nuestro pueblo y no dejaron de contribuir en algo para el momento, hoy que tenemos colegios y centros de educación superior, por muchos pueblos, aldeas y caseríos, donde con toda seguridad le hubiese agradado a Morazán, Valle y Rosa ver maestros impartiendo cátedra; conservamos a decir de nuestros sociólogos, pedagogos y de ciudadanos comunes y corrientes, con capacidad de observación, grandes limitaciones en el producto que egresa de sus aulas, de esta causa se ha escrito mucho, pero lo cierto es que hay que reparar en lo que se enseña en nuestros centros educativos, a lo mejor, se enseña lo que no se debe.

Manuel Aguilar Palma
Periferia de San Miguel de Heredia