Emergencia vial

Por Fernando Berríos
Periodista

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Twitter: @BerriosFernando

Sin duda, todos aplaudimos el dinamismo que muestra la Alcaldía Municipal capitalina, palpable en un sinnúmero de obras de infraestructura vial.

Como bien dice el dicho popular: “Hay alcalde en el pueblo” y de eso no hay duda. Lo que no es comprensible es cómo la capital, en lugar de mejorar, se ha convertido en un monumental atolladero que golpea sin piedad el estado anímico y los bolsillos de todos los conductores.

Este desastre vial que existe en todo el Distrito Central tiene innumerables causas, como también consecuencias. Pero primero hablemos rápidamente de las consecuencias.

El infernal tráfico nos golpea a todos: a cada ciudadano que hoy gasta más combustible; al niño que hoy permanece entre 3 y 4 horas del día en los buses escolares; al empleado que ahora sale dos o tres horas antes de su hogar para llegar a tiempo a su trabajo; al empresario y comerciante que hoy no puede completar su ruta de distribución y por tanto visita menos clientes.

En gran medida, expertos en obras viales opinan que todo este desorden vial tiene sus causas en el mal diseño de las obras, que si bien son necesarias, tienen que ser bien hechas para que funcionen.

La vialidad es una ciencia y cuando los principios básicos se alteran, entonces lo que se obtiene es un caos vehicular sin precedentes como el que hoy enfrentamos. A esto debemos sumar la improvisación, la falta de cultura del conductor y hasta la falta de sentido común de la autoridad, del policía, del conductor y del peatón.

Veamos solo algunos ejemplos. Hoy se trabaja en ampliaciones parciales de dos a tres carriles en el anillo periférico, pero estos carriles quedan inconclusos, por lo que lo único que generan son embudos que alteran y obstruyen la circulación.

Se han abierto decenas de nuevos accesos a los principales bulevares, cuando en todo país del mundo, lo que se hace es dosificar el flujo vehículo que sale de vías secundarias a vías principales. En la capital se está haciendo al revés.

Hay un empecinamiento por ver la circulación vial en función de distancia y no de tiempo. Por ejemplo, de qué sirve el monumental paso aéreo del Prado si este lo único que logra es adelantar miles de vehículos al bulevar Kuwait donde, casi en un estado de histeria colectiva, se aglomeran buscando acceso al bulevar Fuerzas Armadas por el único carril que existe.

Y de que sirve una obra tan cara que solo funciona unas cuantas horas del día, para luego ser cerrado el paso a todos los vehículos que transitan desde el bulevar Kuwait hacia el bulevar Juan Pablo Segundo, Hospital Escuela y estadio Morazán.
Este puente debió tener un solo punto de entrada y un solo punto de salida, pero se hicieron tantas ramificaciones que ahora da igual circular por arriba o por abajo.

La vialidad es precisamente eso, hacer viable una obra para que funcione con visión a 20 ó 30 años adelante. Así estaba construida Tegucigalpa y Comayagüela aún en medio de todo su desorden.

Pero hoy en día, las obras que se ejecutan no funcionan como debe ser ni en la actualidad, por lo que es predecible lo que pasará dentro de 5, 10 ó 15 años.

Y qué decir del paso a desnivel en el bulevar Juan Pablo Segundo. Todo conductor con tres dedos de frente opina que el túnel debió hacerse en dirección hacia el centro de la capital y aras de suelo dejar otro paso directo y sin redondel hacia el hotel Marriot y Casa Presidencial.

En este punto, el tráfico es hoy peor que cuando funcionaban semáforos para las cuatro direcciones. Ahora la pregunta obligada es: Si esto pasa ahora, ¿cómo será la situación cuando inicie operaciones el Centro Cívico Gubernamental?

Y veamos también lo que ha ocurrido en la Kennedy. Un bulevar que por muchos años fue hermoso y amplio, hoy es una vía llena de obstáculos, curvas y carriles que ningún conductor entiende.

Sin duda, es el momento de declarar una emergencia vial, de manera que se puedan tomar decisiones contundentes para mejorar la efectividad de estas obras, hacer los cambios pertinentes y lograr que el tráfico vehicular recupere la sincronía que tenía.

En esta capital de espacios reducidos no siempre un puente será la mejor opción, muchos de estos más bien estorban y quitan preferencia a la vía principal. En muchos puntos críticos la solución pasaba por un semáforo, por una rotonda o por una ampliación de la vía para hacer carriles de viraje.