Crisis general y Partido Liberal

Por Juan Ramón Martínez

La crisis que agobia al Partido Liberal, es parte de la crisis general del país. Es decir que no hay que verla como un problema de los liberales, que solo afecte a los miembros de ese partido. Hay que apreciarla como parte del todo. De forma que sus efectos, se dirigen a conformar la masa crítica de la crisis. Que si aumenta sus dimensiones, puede explosionar y destruir la paz de la República. Por supuesto, el gran problema detrás del conflicto liberal, es la falta de conciencia de esta globalidad crítica; cierto sonambulismo en sus principales actores, y el objetivo irreal que han construido: la destrucción de la institucionalidad. Que aunque frágil, es lo único que tenemos y sobre la cual, podemos reconstruir y edificar una perfeccionada que nos permita salir adelante de esta encrucijada en la que estamos.

Pero además de esta inconsciencia, hay cierta impericia e incapacidad para entender las cosas. Su ignorancia sobre la naturaleza del comportamiento de los liberales; el desconocimiento de la historia de su partido y la equivocada idea que, cualquiera con alguna forma de poder –real o imaginada– puede hacer cualquiera cosa que quiera. Por ello, han procedido a expulsar la mayoría de la bancada liberal en el Congreso Nacional. Con ello, no obtienen ningún beneficio para su proyecto público; pero sí, contribuyen con la destrucción del Partido Liberal que, deja de ser alternativa democrática, allanándole al Partido Nacional, –el único que se mantiene unido actualmente y en proceso de crecimiento, lento pero positivo–, para que gane las próximas elecciones. Porque no han tomado conciencia que Nasralla fue una pompa de jabón que el viento se llevó; que Zelaya Rosales ya no lucha por la Presidencia de la República –aunque tiene engañados a sus seguidores en este asunto– sino que, para preservarse como figura a la cual, nadie debe tocar sin provocar un levantamiento insurreccional que precipite al país a la guerra civil. Orlando Zelaya, no tiene conciencia de su papel como líder. Carece de cercanía con las preocupaciones de los hondureños, y más bien lo único que busca es “destruir” a sus enemigos. Sin planes, sobre qué hacer con los “cadáveres”.

En el último intercambio que tuvimos, me contó que tiene entre cuatro años de no leer los periódicos de Honduras. Asumo que además, no escucha la radio; ni ve la televisión. De modo que su percepción de la realidad nacional, está construida por las visiones que le transmiten Enrique Ortez Sequeira y Eduardo Martel, poco confiables, –para mí por lo menos–, como asesores. Tienen méritos para otras cosas que no vienen al caso mencionar ahora.

Adicionalmente, Orlando Zelaya, no tiene conocimientos jurídicos para entender los efectos de lo que hace. Cree que puede sacar a JOH del poder, sin que pase nada. Y que castigar a los diputados no constituye delito. Ignora que la Constitución prohíbe, impedir que los diputados puedan integrar el quórum de un órgano del gobierno, ante el cual, ellos ya no representan a la dirigencia del Partido Liberal, sino que al pueblo liberal e independientes, que votaron por sus candidaturas. Y para que su ignorancia sea mayor y visible, no sabe que el Consejo Central Ejecutivo, casi nunca –por decirlo en forma suave–, ha tenido capacidad de imponer la deriva del Partido Liberal. Suazo Córdova fue expulsado y llegó a la Presidencia por el Partido Liberal. En cambio Manuel Zelaya, sigue siendo liberal. No lo han expulsado.

Por otro lado, Orlando Zelaya tiene un talante autoritario. No es un político flexible. Por ello es incapaz de lograr la unidad con sus correligionarios siquiera. No pudo pactar con Gabriela Núñez, cuando las diferencias eran mínimas. Y ello se debe a que, posiblemente no es liberal. Alguien que no recuerdo en este momento, refirió una anécdota que, cuando Orlando era jovencillo y llegaban los correligionarios de su padre a visitarlo, los anunciaba como los “liberuchos”. Y el recién fallecido se excusaba, señalando a Orlando Zelaya, “este me salió “cachureco”. Si la anécdota es falsa –y lo puede ser, porque no tengo pruebas– el comportamiento de Zelaya es más típico de un cachureco renovado, nervioso e indeciso. Con la misión de destruir al Partido Liberal. Cosa que está logrando. En muy mal momento.