Dad a Dios lo que es de Dios

Por Antonio Flores Arriaza
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Cuando decidí convertirme en cristiano evangélico venía de ser líder estudiantil en la UNAH. Al empezar a dar mis primeros pasos dentro de esta iglesia, me enseñaron que los cristianos no participábamos en política. Siendo que creí que había encontrado algo superior, no tuve problemas de renunciar a mi vocación política y asumí el servicio al interior de la iglesia, en obediencia a las enseñanzas de mi pastor. Unas dos décadas después de eso, fui invitado, precisamente por mi primer pastor, a un evento especial de cristianos hondureños que se realizó fuera del país. Allá llegamos de diversas partes del mundo. Nos enseñaron que los cristianos evangélicos sí debíamos participar en política. Allí conocí a mis queridos hermanos pastores Oswaldo Canales y Mario Tomás Barahona, quienes fueron mis compañeros de habitación. Fue una gran reunión y conocí a otros valiosos hermanos que hoy son importantes figuras políticas en nuestro medio.

Aquello me motivó a estudiar el tema. Comprendí que la prohibición para que los cristianos participaran en la política nacional se generó de los misioneros originales que, siendo extranjeros, les era prohibido participar en política nacional y eso fue la enseñanza que se generalizó mecánicamente basado en el principio de autoridad.

Cuando hice mi tesis de grado en Teología opté por el tema de la participación del cristiano en política. Entendí que la Biblia es un libro sobre (muchos temas) liderazgo y política. El Pentateuco (la Torá, lo fundamental, para los hebreos) narra, entre otras, la vida de Moisés. Cuenta de la preparación de Moisés para el liderazgo que obtuvo en la mejor “universidad” del momento: la casa del faraón de Egipto como hijo del hombre más poderoso del mundo. Moisés fue un hombre altamente preparado para gobernar. Su gran misión: liberar el pueblo hebreo del cautiverio y brindarles una visión de nación que les diera unidad y futuro. Es decir, Moisés fue un gran estadista. Un gran político. Y quizás Moisés sea el personaje más importante en el Antiguo Testamento. Y este libro allí va narrando el desempeño de diferentes líderes que eran el gobernante del pueblo hebrero.

Cuando Dios define las responsabilidades de las diferentes familias o doce tribus del pueblo hebreo, Dios dijo que los levitas (los descendientes de Leví) serían los responsables del servicio en el templo. Los levitas no harían otra cosa que el servicio en el templo. Tampoco tendrían posesiones. El resto de la nación se preocuparía de proveerles lo que necesitaran para vivir. Ya vemos allí que Dios hace una separación y conforma un grupo aparte escogido para su servicio.

Al inicio del Antiguo Testamento (AT), luego que Dios terminó la creación, lo primero que Dios dijo al hombre fue “te entrego la creación para que la gobiernes”. Allí mismo Dios creó la política. Es decir, la política no es algo malo porque fue creada por Dios.

En el AT también se cuenta la historia del rey Uzías. Este fue un hombre que fue rey toda su vida, desde niño ya era rey y lo fue hasta su vida adulta. Convirtió a Israel en un país poderoso económica y militarmente, respetado y amado por su pueblo y los reinos vecinos rendían sumisión a Israel. Era un rey altamente exitoso. Pero un día le entró la vanidad. Pensó que había hecho de todo en su vida: menos ser sumo sacerdote en el templo. Así que nadie lo podía detener y asumió la función de sumo sacerdote. Desobedeció a Dios e inmediatamente: le brotó lepra en el rostro. La lepra era considerada altamente pecaminosa y los leprosos eran repudiados y enviados a lugares apartados a los que no llegaban ni sus familiares. Y esa lepra en el rostro no podía ser ocultada. Así que nadie estaba por sobre la ley y, el poderoso rey Uzías fue llevado al leprosario y repudiado por todos por su terrible pecado. Allí terminó sus días. Este caso nos evidencia que, para la voluntad de Dios, a su servicio, solamente están los sacerdotes que son gente apartada para ello.

Entonces, los profetas eran sacerdotes representantes de Dios que llevaban el mensaje actual de Dios para el pueblo pero, muy especialmente, para el gobernante. Los profetas confrontaban los errores de los gobernantes. Sin miedo, los profetas abiertamente le gritaban al mal gobernante y le exigían que se corrigiera. El ejemplo más recordado es el de Juan Bautista que le gritaba sus pecados y errores al poderoso rey Herodes, protegido del imperio, en este caso, el romano. Herodes era odiado porque, más que trabajar para su pueblo, más bien lo hacía para los intereses del imperio. Y el pueblo era postergado.

En conclusión. La política la creó Dios, no es una actividad pecaminosa. Ha sido el hombre quien la ha tergiversado y esta actividad ha dejado de ser para el servicio del pueblo. El cristiano es responsable de cuidar la creación y a la nación. La política es una actividad que el cristiano debe asumir responsablemente. Pero, diferente es el sacerdote. Este es apartado para el servicio de Dios y del pueblo, pero desde el ámbito de Dios, según la voluntad de Dios y para que el hombre no se aleje de Dios y, a través de los sacerdotes, reciban su enseñanza. El sacerdote es un empleado de Dios, no un empleado de los hombres.

Jesucristo no creó ninguna secta. Las sectas fueron criticadas por Él, muy especialmente a los fariseos por hipócritas y engañadores. Pero también confrontó a los poderosos saduceos que tenían el control del ámbito religioso y habían convertido la religión en un negocio. Y a los herodianos que, más que servir a Dios, servían a su patrono el rey Herodes (creador del primer movimiento político interno para sustentar su poder). Sin embargo, Jesucristo integró al grupo de sus discípulos íntimos con miembros de esos partidos políticos (en aquel tiempo, teniendo Israel gobierno teocrático, los grupos religiosos también era grupos políticos: pero los cristianos no somos judíos). Así que Jesucristo mostró que las buenas nuevas de salvación también incluían la unidad y el perdón de los que antes eran enemigos. Jesucristo vino a salvar lo que se había perdido. No lo perdamos por nuevas ataduras.