CARAVANAS Y DESCONCIERTO

¿A cuánta gente suma el éxodo de las caravanas? No cuadra la aritmética a la luz de las cifras ofrecidas. La Cancillería asegura que bajo el programa “retorno seguro” han regresado 7,136 compatriotas. Reportan que hay más de 7 mil peregrinos alojados en Mexicali y Tijuana, en espera que lleguen otros 2 mil que andan diseminados. Se queja, la autoridad local, que no existe la infraestructura en las ciudades para albergar tal multitud. Los caminantes no hallan a qué atenerse cuando escuchan información contradictoria de fuentes distintas. El embajador hondureño sostiene que ya unos 1,000 hondureños obtuvieron trabajos en México. Además, que hay trabajo para todos en el área de servicios, unos 25 mil empleos disponibles en un complejo hotelero que se desarrolla en Baja California. Los norteamericanos advirtieron que no permitirán el ingreso ilegal y que las solicitudes de asilo deben tramitarse mientras permanecen en México. El gobierno azteca niega que haya llegado a acuerdos con el imperio para servir como “tercer país seguro” para los migrantes.

En la estampida del Chaparral, cuando un grupo de manifestantes rompió la cerca de alambre de púas, mientras la guardia fronteriza lanzaba gases lacrimógenos para dispersar la multitud, detuvieron 42 que consiguieron ingresar. Un agente que habló en anonimato de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos –según los despachos internacionales– informó que, “el gobierno federal ha decidido no procesar a los migrantes”. Bien por falta de información completa sobre el arresto que impide presentar cargos o porque se trata de familias que gozan de alguna consideración. También desistieron hacerlo con 2 de los capturados referidos para ser procesados, porque “presentaban enfermedades”. No se sabe qué suerte corran, ya que tampoco hay información adicional que clarifique su situación. Mientras, el gobierno mexicano anunció que procederá a la deportación de otro puñado señalado de instigar los disturbios. En este pedregoso peregrinaje, los migrantes reciben señales discordantes. Durante una buena parte de la travesía fueron muy bien atendidos y hasta ovacionados. A veces los conminan a regresarse a sus lugares de origen. En otras ocasiones les gritaban consignas groseras para que les quede claro que no son bienvenidos. Los enganchadores les dijeron que en grupo iban seguros y que no debían preocuparse por papeles porque una vez llegaran a su destino final solo era cosa de aplicar al asilo.

Desde Washington, mientras ensayan con distintas avenidas para cerrarles el paso, les advierten que no van a poder entrar. Allá donde se hospedan abogados estadounidenses que los asisten les ofrecen esperanza diciéndoles que, “tienen motivos para ganar sus casos”. Otros dudan que eso sea así. Digamos, el copresidente de la sección de Los Ángeles del Gremio Nacional de Abogados (NLG-LA), declaró a la prensa que, “de la gente con la que hablé pareciera que un 70% de ellos tendría una solicitud legítima, pero lo triste es que quizá eso no se vea traducido en obtener asilo, primordialmente por el sentimiento antiinmigrante dentro de la administración”. Están los que consideran las caravanas como “una invasión” y aquellos que las califican de “crisis humanitaria”. Tanto desconcierto no hace más que incrementar la angustia.