“Mexicas” y “Tlaxcalas” en Honduras

Por: Segisfredo Infante

En otros artículos y algunos ensayos, modestos dicho sea de paso, he abordado el tema del mestizaje en Honduras, sobre la base de lecturas intensas, observaciones cotidianas e investigaciones archivísticas de primera mano, en los libros de bautizos coloniales, previos a la Independencia, en la parroquia de Choluteca, cuando el sacerdote y amigo espontáneo don Jesús “Arzugaray” (QEPD) facilitaba el acceso directo a dichos documentos. Pero después de tantos años he reafirmado, por enésima vez, mi ya vieja tesis que cuando al hondureño promedio se le mete una idea fija en la cabeza, la puede seguir repitiendo, sin ningún discernimiento científico ni filosófico, y a veces sin ningún sentido común, durante años y décadas, y muy probablemente durante siglos. Soy testigo directo e indirecto de las repeticiones absurdas sobre la vida y la obra de José Cecilio Díaz del Valle; desinformación con la cual se continúa engañando a las nuevas generaciones.

He sostenido, en mucho tiempo, que en la base del mestizaje horizontal de nuestra provincia se encuentran, predominantemente, los cuatro grupos lencas del occidente de Honduras; también de la zona fronteriza con El Salvador; y luego de la parte centro-oriental de nuestro país, hasta llegar, como en forma de punta de flecha, a la villa de Santa María del Real en el departamento de Olancho. Sospecho que Catacamas es de origen paya o “pech”, según una relación documental de Fray Liendo y Goicochea, de comienzos del siglo diecinueve. Igual que Dulce Nombre de Culmí, también en Olancho, en donde trabajó el famoso misionero Manuel de Jesús Subirana. Como segundo grupo de mestizaje tenemos a los españoles blancos, conquistadores y colonizadores. Y en tercer lugar al conjunto de los primeros negros que trajeron a Honduras para laborar en los trabajos pesados de las minas y de los hatos ganaderos, después de aprobarse las “Leyes Nuevas” de 1542, que prohibían la esclavitud y los trabajos pesados de todos los indios. El resto de los pequeños grupos de mestizaje hondureño lo integran los indios “cholulas”, los “tolupanes”, los “tawuakas”, los viejos “chortises”, etc. Lo mismo que los judíos sefarditas que venían huyendo de España, de Portugal y de México. En el siglo diecinueve y comienzos del veinte se sumaron al mestizaje los italianos, los ingleses, los alemanes, los estadounidenses, los chinos, los palestinos y de otras posibles nacionalidades del trasmundo.

Pero hay un dato importantísimo que casi siempre pasa desapercibido. Y es que los primeros y segundos conquistadores españoles trajeron a la provincia de “Honduras e Ygueras” indios tlaxcaltecas, en tanto que fueron los aliados principales de Hernán Cortés en la conquista del imperio azteca de Tenochtilán. Por cierto que los indios “tlaxcalas” nunca pagaron diezmos a la Iglesia ni tampoco tributos a la Corona de España, pues estaban exceptuados de cualquier impuesto. Hay un estudio pormenorizado de un historiador salvadoreño sobre el pueblo de “Camasca”, departamento de Intibucá, en el occidente de Honduras. El historiador salvadoreño responde al nombre de Pedro Antonio Escalante Arce, y demuestra con documentación contundente que “Camasca” es un pueblo de indios originariamente “tlaxcalas”, que hoy son mestizos. No de indios lencas. Incluso existió un obispo católico tlaxcalteca colonial en el Obispado de Comayagua. Es probable que en Honduras existieran otros asentamientos “tlaxcalas”, que todavía faltan para que sean  identificados. Uno de ellos podría ser el pueblo de “Texiguat”, en el centro-oriente de Honduras, que según el Dr. Atanasio Herranz se desconoce su procedencia toponímica.

Simultáneamente los españoles trajeron a Honduras indios “mexicas” o “aztecas”, los cuales fueron asentados en un barrio de Comayagua, y en otro de la ciudad de Gracias, en el departamento de Lempira. En esta segunda ciudad el barrio de los aztecas, hoy mestizos, lleva todavía el nombre de “Mexicapa”. Así que tampoco son lencas. Para colmo de males Pedro de Alvarado trajo de Guatemala los indios “achises”, que eran caníbales, y sobre cuyas crueldades los indios lencas originarios se quejaron con el licenciado Fray Cristóbal  de Pedraza, quien a mi juicio es el verdadero fundador de Honduras. Habría que añadir que posiblemente, antes de la llegada de los primeros españoles a Honduras, hubo asentamientos “mexicas” o de lengua “náhuatl” sobre este territorio remoto, según estudios pormenorizados del más importante lingüista y lexicógrafo hondureño-español actual, don Atanasio Herranz, después de don Alberto Membreño, quien cronológicamente sería el primero. (Por cierto, estamos como a la espera del libro “Lenquismos en Honduras y El Salvador” del mencionado Dr. Herranz, que le publicará cierta universidad salvadoreña).

Reafirmo y sostengo que somos criollo-mestizos. Pero en tal mestizaje horizontal existe y subsiste una variedad de matices enriquecedores de un mosaico histórico-cultural hondureño, en tanto que el mestizaje ha continuado durante todo el siglo veinte y parte del veintiuno. De tal suerte que debemos hacer un esfuerzo intelectivo por destrabarnos de los dogmas y de las leyendas excesivas respecto del “ser del hondureño” actual.