El don de la paciencia

Elsa de Ramírez

He leído dos veces la columna publicada en este Diario, con el título “Paciencia”, cuyo autor es Carlos Eduardo Reina Flores la que ha llamado mucho nuestra atención, ya que me considero una de las mujeres más impacientes del mundo.

Relata Carlitos que cuando siente que alguien está perdiendo la calma, lo interrumpe y cuenta la siguiente anécdota que trata de un hondureño de nombre Boi que, se mudó a la ciudad de Nueva York y que gracias a sus buenos contactos, consiguió un magnífico apartamento con una preciosa vista panorámica y ubicación perfecta… continúa relatando que Boi pagó el depósito; y que al día siguiente se encontró con el dueño del apartamento, justo en el elevador y este le recuerda: “No se olvide, al mes toca pagar la renta”. Boi, con una sonrisa responde: “reflexione, falta un mes, paciencia”. A los días vuelve, aparece el arrendador y otra vez insiste en contar el tiempo que falta para que le haga efectivo el pago: “En una semana toca, usted sabe, el pago de la renta…”. Boi sin inmutarse le contesta: “Paciencia, el día de pago usted tendrá su dinero”. Llegada la fecha estipulada, temprano en la mañana llega el arrendante a tocar la puerta y reclama lo adeudado. “Hoy es el día de pago –le dice sin mediar saludo– deme ya el dinero”. Boi responde “sea paciente”. Tuve un ligero percance. Le pagaré al final de la próxima semana y hasta le regalaré un bono en compensación por el alargo”. A la semana, ya un tanto contrariado, se presenta el cobrador a reclamar la renta y el bono. El Boi, simplemente responde: “Paciencia, en tres días le pago constante y sonante”. Le doy el bono y es más, le agregaré los intereses”. Finalmente, pasados los tres días, el propietario exacerbado por el incumplimiento, tira la puerta del apartamento de una patada. Lo encuentra acostado… con una muchacha de buen vivir. En medio del molote el Boi apenas logra acomodarse, asomando la cara por el costado de la muchacha para decirle: “¡paciencia!”. El dueño del inmueble prendido en furia, lo agarra de un brazo y lo saca a patadas.
Expresa Carlitos que con moraleja y sin moraleja él encuentra gracioso este cuento e insiste que muchos al no poder lidiar con el estrés que adolecen y la prisa que llevan, han perdido el don de la paciencia y que espera que hayamos encontrado algo útil en este artículo.

Como les expresaba al inicio de este trabajo, en nuestro caso personal, me considero una de las mujeres más impacientes del mundo y prueba de ello es lo que me sucedió recientemente, pues me remitieron a fisioterapia por un dolor intenso en el brazo derecho, cuello, hombros y espalda. La duración en tiempo es más o menos de dos horas, la cual consiste en varias rutinas; la primera, permanecer boca abajo en una camilla, con unos electrodos que son colocados en la parte posterior de mi espalda, los que emiten pulsaciones que ayudan a relajar los músculos en esa zona y encima una comprensa caliente; la segunda es un masaje con un aparato de ultrasonido en los puntos donde hay mucho dolor y también masaje manual; la tercera es boca arriba, ultrasonido en hombros, brazo derecho, codo y bíceps bilateral y para finalizar mi brazo derecho es colocado en un recipiente para recibir masaje por hidroterapia.

Como comprenderán estar en esa posición durante tanto tiempo me hace sentir impaciente, es como estar atada con camisa de fuerza; no puedo permanecer en un solo sitio, la hiperactividad me obliga a estar haciendo siempre algo. Así es que si se trata de relajación, la fisioterapia no va conmigo, más bien me siento peor ya que me causa ansiedad.

Empero a pesar de ser impaciente, tengo la capacidad de sufrir y tolerar desgracias y adversidades sin quejarme ya que he soportado con fortaleza, estoicismo y disimulo, ofensas, malas miradas y hasta desprecios. Asimismo he sabido esperar, confiando en Dios que vienen a mi vida tiempos mejores y que no todo está perdido ya que soy una mujer de fe.

El notable intelectual, periodista y escritor don Alfonso Guillén Zelaya, fallecido en la ciudad de México hace algunos años escribió una de las obras más influyentes en el estado de ánimo de las personas con el atractivo nombre “La inconformidad del hombre”, obra casi desconocida por las presentes generaciones, pero muy recomendada por los sociólogos y sicólogos de antaño, ya que la misma sirve como una catarsis para limpiar de prejuicios, el corazón y la mente.