¿Feliz Navidad?

Por: Benjamín Santos

Es una frase –clisé que en este tiempo se repite casi en forma automática. Pero en muchas ocasiones suena como una ironía, por no decir una burla. Así parece cuando decimos feliz Navidad a alguien que sabemos anda muy mal de salud, se debate en la miseria extrema o que sus relaciones familiares o sociales son un infierno. Por no parece lo que antes dije, cuando le deseamos feliz Navidad a quienes viven sanamente su juventud dedicados al estudio o al trabajo, a quienes sin ser jóvenes tienen salud y trabajo, a los de la tercera edad que tienen salud y lo necesario para no tener que depender de nadie, a los discapacitados, o como se les llamen eufemísticamente, que han logrado dominar su discapacidad como para convivir con la misma sin mayores dificultades.

Pero sobre todas las cosas le deseo feliz Navidad a quienes encontrándose dentro o fuera de las categorías antes mencionadas, disfrutan de una fe madura, consciente, sin mezcla de supersticiones y tradiciones que sustituyen la fe con el fanatismo que lleva a atribuir todo lo bueno o lo malo que le sucede a Dios hasta anular su propia inteligencia y voluntad como si Dios, la suerte o el destino fueran fuerzas que anularan esas cualidades naturales a la manera que un titiritero hace con su muñeco. Dios nos dotó de las condiciones necesarias para que podamos asumir responsablemente nuestra propia vida y sus consecuencias con la ventaja de que cuando se agoten nuestras posibilidades, podamos acudir en ayuda a la voluntad divina con la seguridad de que acudirá en nuestra ayuda si sabemos pedírselo.

Cada 24 de diciembre conmemoramos el nacimiento de Jesús el Cristo, es decir el ungido de Dios como su Hijo y nuestro Redentor. Ya sabemos que ni la fecha ni el año en que se ha ubicado ese extraordinario acontecimiento corresponden exactamente a la realidad. Para el efecto de la conmemoración del hecho poco interesa si ocurrió exactamente en la fecha, mes y año donde se ha ubicado. Lo importante es que Jesús el Cristo efectivamente se encarnó para dejarnos un testimonio y un mensaje de salvación, precedido del llamado para una conversión sincera.

Ya sabemos que cada vez es más difícil vivir una fe verdadera. El contexto social conspira permanentemente contra esa intención que puede tenerse a nivel personal si tampoco se tiene el apoyo de una familia integrada y con una clara orientación cristiana, entendido lo de cristiano como una denominación común a quienes creen en Cristo y no reducido a una parte de la cristiandad.

Volvamos al saludo de Navidad. Cuando decimos la frase en familia, entre amigos o en la publicidad comercial expresamos un deseo y no necesariamente una realidad. Deseamos que todos celebremos la venida de Jesucristo con la alegría que merece un acontecimiento de tal naturaleza, anunciado en el Antiguo Testamento y convertido en realidad en el marco histórico del imperio romano en la época de Augusto, el primer emperador romano. Lo demás lo hace la fe que se tenga en su persona y en su mensaje para organizar nuestra vida de acuerdo a su contenido.

En el marco de lo dicho anteriormente, deseamos feliz Navidad a quienes viven con las grandes limitaciones que se derivan de no tener un trabajo seguro, a quienes viven amenazados por la delincuencia, a quienes viven envueltos por la drogadicción, a quienes no encuentran paz ni siquiera en su vida familiar, a quienes sufren enfermedades terminales o cualquier otro padecimiento que le impide encontrarse con la felicidad. Pero en sentido contrario, también deseamos feliz Navidad a quienes han puesto el dinero como objetivo fundamental de su vida o a quienes han convertido el poder en un ídolo a cuya adoración se entregan tanto de día como de noche. La riqueza, el poder, la fama e incluso la ciencia y la belleza solo adquieren su verdadero sentido cuando se consideran medios para alcanzar fines de carácter ético y de beneficio común. En tal sentido, feliz Navidad a todos.

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