Encontrarlo en el pesebre

Por Álvaro Sarmiento

Especialista Internacional
en Comercio y Aduanas

El 24 de diciembre, con la Misa del Gallo, inicia el tiempo litúrgico de la Navidad que ha venido precedido por varias semanas de adviento y que finalizará el 12 de enero del 2019. Si bien es cierto, el “tsunami” comercial, en algunos países, redes sociales, etc., nos trata de ahogar en la “otra navidad”, iluminado por ofertas de Black Friday, saturday, e-monday, descuentos postnavideños, etc., o lo que se les ocurre a los publicistas de los grandes comercios, la realidad es que la Navidad es un corto tiempo litúrgico (4 semanas), donde los pesebres, belenes o nacimientos, acogen las figuritas de barro, representando a la Sagrada Familia, los pastorcillos, los ángeles, el buey y la mula, los Reyes Magos y muchos etcéteras, todos enfocados, concentrados en la figura central de la Navidad, un recién nacido, un Niño envuelto en pañales.

El pesebre refleja de una manera bastante clara, que la lógica de Dios, no es la lógica de los hombres. Todos deseamos y ponemos los medios para que nuestros hijos nazcan en la mejor maternidad, luzcan los vestidos más elegantes, y sacar la mejor fotografía para el Facebook. Dios quiso hacerse hombre, en las entrañas de una jovencita en un pueblecito perdido de unas polvorientas tierras dominadas por el imperio romano. José y María ni siquiera tuvieron la oportunidad de brindarle una cunita o una habitación de su humilde casa, porque tuvieron que cumplir con su deber ciudadano de empadronarse, y ya conocemos la historia de las posadas, donde nadie en Belén les abre su casa a pesar de ver a aquella joven mujer a punto de dar a Luz.

El mismo Creador de las estrellas, los planetas, los mares, de todo, quiso nacer al lado de las bestias, tiritando de frío, con el cobijo de María y José. Tal como expresa monseñor Fernando Ocáriz recientemente: “tenemos que creer en el amor de Dios por nosotros. Dios se manifiesta haciéndose Niño inerme, que se entrega a nosotros así. La Navidad es cuestión de fe, enfocarla como tiene que ser, fe en el amor de Dios por nosotros mirando al Niño en el nacimiento”.

En palabras de monseñor Javier Echevarría, el Niño Jesús se nos presenta de esta manera, para “que le tratemos con confianza, para que nos atrevamos a hablarle, sin pensar que le molestamos, para que también queramos ponerle en la cuna de nuestra pobre alma… haciéndonos notar lo mucho que nos ama por ese salto que da desde la infinitud del cielo hasta esta pobre tierra nuestra, y se queda con nosotros queriéndonos con toda la infinitud de su amor. Jesús todo generosidad, todo entrega, siendo un Dios omnipotente, que no tiene límites, sin embargo se hace una criatura pequeña, para que las mujeres y los hombres tengamos la confianza de tratarle y de amarle. Y ¿dónde está la escuela para corresponder a ese amor? En María y José. Aunque había una ausencia de lo material, ellos se encargan de dar constantemente, gracias con su comportamiento, gracias con sus atenciones, correspondiendo a lo que han recibido”.

Que retomemos, individualmente y como familia, el significado real de tiempo de Navidad, contemplando con ojos diferentes las figuritas de los nacimientos, y que nos sirvan para tratar al Niño en el pesebre.

Monseñor Ocáriz en su mensaje de Navidad, resuelve: “El mundo está muy necesitado de paz. Cada uno de nosotros, nuestras familias, nuestros lugares de trabajo, los ambientes en los que nos movemos, necesitamos de ese Niño al que los ángeles anunciaron como el Salvador”. Este es el camino de la verdadera Navidad. Muchas felicidades! Y que sembremos paz y alegría en nuestra querida Honduras.