Estudiante de medicina

Por Marielos Franco Mejía

Salud, según la OMS es “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, donde el promotor de dicha palabra es el doctor. Ser doctor es una decisión que conlleva gran responsabilidad y emociones en muchas circunstancias.

En Honduras la carrera dura aproximadamente 8 años, 4 teóricos, 3 teórico-prácticos y 1 práctico; son años donde el estudiante asume compromisos y responsabilidades, se hace más sensible, deja muchas etapas de su vida propia, que no podrá repetir, pero se vuelve una mejor persona y qué mejor, porque le toca brindar un servicio de salud a la población.

Se inicia siendo estudiante de clases generales, impregnada de emociones, donde se tratan los diferentes sistemas del cuerpo humano, los diferentes componentes de la célula, es Biología, o en la clase de química, conocer sobre los componentes químicos de las sustancias y poder experimentar en laboratorios y casi en un instante el tiempo ha transcurrido y pasamos las tan temidas morfológicas, donde hay una alta tasa de reprobados, donde te das cuenta que la formalina arruina tu almuerzo y que podés desmayarte viendo el cuerpo humano en su estado natural.

En Embriología, donde vez que vienes de una simple célula, que lo es todo. Te emocionas cada día más, llenándote de conocimiento, sintiendo que serás genial y cuando acuerdas estás en tu tercer año, que aunque parece más tranquilo, te vuelves obsesivo compulsivo con el aseo, ya que microbiología se queda en tu cabeza, todos los días, todo el día.

En el cuarto año empieza la tan temida Patología, pero también la clase que te hará saber la diferencia entre un signo, síntoma o síndrome, y cuando menos lo esperas estas en quinto año e inician los turnos; si te avivas llegas a atender tu primer parto; momento de acercamiento para la mamá y el bebé que tu ayudas a concretar.

Pasas al sexto año y ya te sientes cansado, empiezas a tener clase a cierta hora y atención a salas a otras horas, sin olvidar los turnos; que no tienen post turno, lo que significan de 24 a 36 horas de servicio continuos. Te das cuenta que la vida del estudiante de medicina, es única; es en este año donde dejas de asistir a reuniones familiares, dejas de salir como lo habías hecho desde siempre, dejas las reuniones de tus amigos para otro momento o incluso tu cumpleaños pasa a “lo celebraré después”.

Transcurres el sexto año con dudas de si estás listo para el año más cansado, más difícil y definitivo para tu carrera… y llegó el internado rotatorio, empezando te das cuenta que es diferente, si entras en agosto tienes cero vacaciones, tienes que rogar para que te confirmen el resultado de las últimas notas de sexto año y así, poder matricularte.

Empiezas de cero a llevar de 1,8 y a veces hasta 12 pacientes tu solo, bajo la supervisión del especialista y tu residente; si te quedas en Tegucigalpa; te das cuenta de que el sistema de salud está más afectado de lo que trasciende. Es el año donde tu salud, aun siendo promotor de ella, se deteriora; te das cuenta quiénes son tus amigos, te das cuenta que la población cada vez está más necesitada, te toca aguantarte las lágrimas al decirle a algún ser querido del paciente o al paciente, la mala noticia que no logra pasar del nudo que tienes en tu garganta, te ganas regañadas por sentarte un instante o por comer.

En las emergencias no hay ni el medicamento más básico, y te toca decirle a tu paciente aún en su llanto del dolor, que por los momentos si no puede comprar su medicamento o realizarse el examen por la privada, no hay nada que hacer. Te tocan las regañadas de los pacientes, superiores, familiares y a veces de tus mismos compañeros, y muchas veces estás tan solo y con tantas cosas en tu cabeza, no solo laborales, sino ausente de una vida normal que olvidas sonreír, olvidas porqué empezaste en esta noble carrera, olvidas tu salud e incluso te olvidas de tu mismo.

Hay tantas fallas en la carrera, que vienen de muy arriba; no solo por lo que vive un estudiante de medicina sin área en el hospital para comer, dormir y estudiar, sino la falta de organización de la carrera, donde te tocan jornadas de hasta 36 horas, sin tener acceso a una ducha, a un baño o a comida decente; donde en otros países eso, es totalmente ilegal o la falta de compañerismo entre el personal, no cumpliendo las obligaciones de cada uno.

Te toca esperar que la sala o la emergencia donde estás asignado, te dé un respiro para comer, ir al baño o para, si no lo has hecho dormir, aunque sea en una silla dos minutos, pues tu cuerpo ya no aguanta más, incluso bajo los prejuicios de muchos. Hay fallas como que en farmacia no hay medicamentos, que el reactivo del examen que necesita se acabó, que la cirugía se canceló, pobres pacientes.

Todo esto te da como resultado el querer llegar a casa; ducharte, dormir y agarrar fuerzas para empezar de nuevo al día siguiente, dejando tu vida extra hospitalaria y los libros en un segundo plano.

Muchos dirán que es ilógico; quejarse por algo que uno mismo escogió, amo mi carrera y a mis pacientes, pero al final del día, pensar que estás estudiando la carrera más humana que existe, sin recibir un poco de humanismo da mucho que desear.