2/2
Por: Francisco Zepeda Andino
Cnel. ® FAH
El combatir toda clase de actos fuera de la ley, sean estos corrupción, narcotráfico, lavado de activos y demás, están supeditados a una valiente decisión política, que conlleva ciertos riesgos personales. Es posible que por esa razón antes del 2013 no se había atacado frontalmente la situación que nos estaba precipitando al caos vivido en otras naciones.
Ahora, con las estrategias implementadas, se está reduciendo la afrentosa estadística que nos presentaba ante el mundo como un país con mayor cantidad de muertes violentas, fuera de los de en estado de guerra civil. Ha existido un innegable nexo entre los carteles del narcotráfico y el aumento de asesinatos a nivel nacional. La disputa entre quienes recibían la droga, la almacenaban, transportaban y finalmente pasaban a sus compinches en Guatemala, Belice, México, o el control de los dólares, llegando del sur o del norte, provocaron numerosas muertes y corrupción. Inclusive, durante la década de 1980-1990, en plena guerra fría ideológica en Centroamérica, donde Honduras era “punto focal”, con enormes cantidades de armas circulando, no se dieron las graves y grandes cantidades de actos delictivos ya conocidos.
El enfoque primario inicial hacia la cabeza de la serpiente nos obliga a proseguir combatiendo otros delitos como femicidios, asaltos a mano armada, corrupción, trata de personas o lo prevaleciente ahora, extorsión. Todo lo anterior implica aumento al “pie de fuerza” y ese aumento, incluso, abarca sectores como investigación criminalística, recolección de inteligencia, patrullaje y saturación de áreas críticas, capacitar jueces y fiscales, movilidad y comunicaciones, entre otros.
Estructuras físicas adecuadas, (cárceles, presidios, penitenciarías, centros de reclusión de menores o el hondureñismo, pozos), como se les quiera llamar, ha sido también objeto de cambio en la estrategia integral. Hemos señalado el caso del presidio que estaba ubicado en el centro de San Pedro Sula y hasta hace unos años se señalaba a Honduras con un índice totalmente negativo en cuanto al hacinamiento de reos o las condiciones de seguridad para los mismos reclusos. El lema usado por fuerzas populares sobre “más escuelas y menos cárceles”, puede ser cierto con una programación adecuada de largo plazo pero en el intermedio no podemos regresar a lo que ya estamos superando. Con la cantidad de personas detenidas a diario, continuará siendo necesaria la construcción o ampliación de centros penales. No es complicado convertir una cárcel vacía en algo para otro uso como quedará demostrado en San Pedro Sula, pero resulta negativo hacer de una escuela una cárcel.
Incrementar la capacidad del “pie de fuerza” en personal, necesita elementos adicionales adecuados. Para el combate a la extorsión la recolección de inteligencia, ya sea por medios humanos o tecnológicos, es efectiva. Saber quién está detrás del recolector del dinero o el sicario ejecutando un asesinato en represalia, es primordial. El asalto a mano armada requiere una reacción rápida de las fuerzas de seguridad. Personal motorizado (en motocicletas) ha tenido éxito en naciones con problemas delictivos similares a los nuestros. Su mayor capacidad para desplazarse en áreas urbanas, es una ventaja real. Lo anterior también requiere buenos sistemas de comunicación.
Revisión constante de estrategias, planes operativos, procesos de toma de decisiones, evaluación de personal y herramientas logísticas adecuadas, coadyuvarán al éxito de un “pie de fuerza” ajustado a las necesidades que la continua mutación del crimen organizado nos impone.
Crímenes cometidos con ventaja física o sicológica como el femicidio deben afrontarse con políticas que no necesariamente tienen como fundamento un aumento de “pie de fuerza” en la cantidad de agentes policiales.
Un estadista, sea presidente, jefe de Estado, primer ministro o el título que sus leyes designan, debe tomar decisiones críticas y difíciles, aun a riesgo de su vida. “Dejar hacer, dejar pasar”, no aplica para un mandatario con jurisdicción nacional.
Debemos seguir avanzando. El combate a la corrupción, mal engendrador de múltiples delitos, no necesariamente se combate con mayor “pie de fuerza” en personal de seguridad. Hay elementos estructurales de nuestra idiosincrasia que requieren aproximaciones diferentes. Su enfoque, aun cuando es amplio, no por esa razón se debe dejar de abordar y combatir.
¿Podremos llegar a una tasa de cero asesinatos? Imposible. Desde que Caín mata a su hermano Abel, traemos en nuestros genes la capacidad de violencia extrema. Sí podemos buscar justicia apropiada para el transgresor de la ley.