Venezuela, intervención hipotética

Por Carlos López Contreras

Aunque se habla de una intervención de carácter humanitario a favor del pueblo venezolano, huérfano de libertad, alimentos, medicinas y todo lo necesario para vivir en el marco de una sociedad democrática, la Fuerza Armada institucional tiene la obligación y correlativa responsabilidad de facilitar el ingreso de la ayuda humanitaria. El antiguo régimen que llevó a ese país a una situación catastrófica, perdió todo título de legitimidad y solo se sostiene mediante el uso de la fuerza, de la represión sangrienta y del encarcelamiento de toda oposición política.

El pueblo venezolano exige la entrada de la ayuda humanitaria y, con ese fin, la Fuerza Armada no solo ha sido instruida de cumplir esa misión patriótica por su gobernante legítimo, de acuerdo a la Constitución aprobada por el régimen de Hugo Chávez, sino que también ha sido incentivada a cooperar con los estados que, inspirados en motivos de solidaridad humana, procuran llevar esa ayuda emergente para el pueblo venezolano.

En el pasado, cuando en un país se han producido situaciones de lesa humanidad o genocidio, o un régimen amenaza la paz y la seguridad internacionales, la comunidad internacional organizada ha dicho presente para eliminar la amenaza y restablecer la paz y la justicia. Con este motivo, conviene recordar lo que ocurrió durante la primera guerra del Golfo contra Sadam Hussein.
El régimen de Iraq había invadido y anexado al Estado de Kuwait y, no obstante los requerimientos de Estados Unidos por medio de su Secretario de Estado, James Baker, de retirar sus tropas de aquel estado soberano, dentro de un plazo perentorio que vencía el 16 de enero de 1990, Sadam desoyó el ultimátum de las potencias coaligadas. Respondió con bravuconadas, que si era invadido libraría “la madre de todas las batallas”.

Vencido el plazo concedido, las 34 potencias coaligadas de acuerdo a varias resoluciones (entre otras las 660) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, comenzaron sus acciones militares (Operación Tormenta del desierto) por medio de misiles y ataques aéreos quirúrgicos sobre objetivos estratégicos del régimen y de sus fuerzas armadas, al efecto de esterilizar la coordinación de la defensa iraquí, destruyendo tres palacios presidenciales, el cuartel general de la Fuerza Aérea, el Ministerio de Defensa, el Centro de Inteligencia, la sede del partido Baath, etc.

Después de las operaciones quirúrgicas, siguió la guerra en el desierto, donde las tropas coaligadas infligieron una derrota sin precedentes al ejército iraquí, que era –hay que recordarlo– un ejército curtido en la guerra sostenida por varios años (1980 a 1988), con el ejército iraní.

Durante la segunda guerra del Golfo Pérsico, de nuevo una coalición encabezada por Estados Unidos atacó a Iraq con el fin de hacer efectivas resoluciones del Consejo de Seguridad con relación al desarme de ese país. Las operaciones militares siguieron un desarrollo parecido al de la primera guerra del Golfo, con la diferencia de que esta vez además de la invasión de Iraq, se produjo el derribamiento de Sadam y la ocupación de todo el territorio por las fuerzas coaligadas.

En esta segunda guerra hubo 3 miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Francia, Rusia y China), que se opusieron a la acción militar, pero de todas maneras esta se produjo, como ya había ocurrido en el caso de Bosnia. Hubo gobiernos que condenaron la acción militar de las potencias coaligadas, pero no pasaron de la condena. Con ese gesto, cumplieron su compromiso de solidaridad con el régimen de Sadam.

Sería aconsejable que la Fuerza Armada de Venezuela tomara en cuenta estos recuerdos de la historia y recordara que Venezuela es parte en el Tratado de Roma que establece y rige la Corte Penal Internacional, donde ya se han presentado denuncias contra la dirección política del régimen que perdió legitimidad internacional el 10 de enero de 2019.

El mundo entero todavía tiene presente cómo Sadam, durante la segunda guerra del Golfo, una vez derrotado, abandonó la capital, fue perseguido y, finalmente, capturado, sometido a juicio en su propio país y sentenciado a muerte y ejecutado en el patíbulo.

Ha trascendido que John Bolton, consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, ha insinuado que el Sadam en Venezuela, podría convertirse en huésped permanente de una celda en Guantánamo.

Desde Honduras confiamos que la intervención en Venezuela sea de carácter humanitaria. Que el pueblo venezolano podrá acudir masivamente a recibir la ayuda humanitaria, bajo la protección de la Fuerza Armada institucional que juró lealtad a la Constitución aprobada por el comandante Hugo Chávez.

La Fuerza Armada puede convertirse en héroe de la democracia y salvadora del pueblo venezolano. En los juicios de Nuremberg se confirmó que la obediencia debida de órdenes contrarias al derecho interno fundamental y al derecho internacional humanitario no constituye una eximente de responsabilidad penal.

La intervención militar en Venezuela es solo una hipótesis y no debería pasar de ser eso, si prevalece el buen juicio y la salvaguarda de los intereses del pueblo venezolano.