Un hombre execrable

Por Carlos Gilberto Sandoval

A veces de la vida cotidiana se obtienen personajes alegóricos que caminan por los corredores secretos de la subconsciencia en ámbitos de encrucijadas insoslayables.

En un taller de guion de cine dirigido por el gran escritor, Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, en su libro “La bendita manía de contar”, encuentro entre otros guiones, uno sobre la película narrada por la brillante escritora y periodista llamada Elizabeth Carvalho, cuyo título es “La increíble y verídica historia de un hombre execrable”, sobre hechos reales, suscitados en Brasil, de los que extraigo interesantes detalles.

En 1993 por escándalos de corrupción fue defenestrado Collor de Mello, de la Presidencia de la República Federativa de Brasil.
Collor de Mello se había apropiado de doscientos millones de dólares del gobierno que dirigía.

Pero de conformidad a los acontecimientos, este era un simple aficionado. En Brasilia, la policía en un improvisado registro en la casa de José Carlos Alves dos Santos encuentra debajo del colchón de su cama, ochocientos mil dólares, de los cuales treinta mil eran falsos.

José Carlos Alves dos Santos era un famoso economista, profesor universitario, que poco a poco fue escalando posiciones gubernamentales, hasta convertirse por oposición en alto funcionario, director general de la Comisión de Presupuesto, donde los diputados apelaban reclamando asignaciones para sus estados.

A José Carlos Alves no lo apresaron por malversación de caudales públicos o por desfalco, sino por no haber denunciado a tiempo la desaparición de su mujer, por la que supuestos secuestradores por su rescate le exigían el pago de trescientos mil dólares. Dinero que entregó a la policía olvidando que en ellos iban treinta y cinco mil dólares falsos.

Este era un asunto político verdadero, en el que dos Santos era manipulado, convirtiéndose en un chivo expiatorio de todo un sistema organizado que le había ordenado matar a su mujer y que a cambio le remitiera múltiples maletas llenas de dólares, unas veces doscientos mil, otras trescientos mil, sin que él supiera su procedencia.

Para matar a su mujer que supuestamente sabía demasiado, contrató los servicios de un detective, por la suma de trescientos mil dólares.

La indignación del pueblo iba creciendo en un clima tenso, tenebroso y explosivo, que culminó por fin con la defenestración de Collor de Mello.

La justicia de cien diputados involucrados, lo condenó a cincuenta, incluyendo al presidente del Parlamento que le encontraron una cuenta bancaria de treinta billones de dólares.

En Honduras, cuántos casos execables se suscitan por la corrupción diaria en todas las instituciones del Estado, que gravita verticalmente de arriba hacia abajo en todas las instituciones del Estado.

La justicia es complaciente, exclusiva, tolerante y benigna con los suyos. No condena a los réprobos.

El pueblo acostumbrado ve todo con indiferencia como una simple epidemia. Calla, otorga y no denuncia.

La MACCIH denuncia, pero la venalidad es como un muro infranqueable.

Los arquetipos de la libertad, la justicia y la democracia, se encuentran atrapados e inmersos en una gran desgradación moral sin precedente.

Alguna vez, no sé cuándo cambiará todo. ¡Que así sea!