Comayagua: Como siempre, “plegaría y florecida”

A Julita y Juan José Alvarado, con enorme gratitud

Por: Rubén Darío Paz*
Con el título anterior el poeta Antonio José Rivas, dejó a su ciudad natal, sin duda uno de los versos más significativos escritos a su terruño. De alta factura también son los que Froylán Turcios le dedicó a Catacamas, cuando le nombra “ciudad florida”, más tarde el poeta Roberto Sosa describe a Amapala como “Niña arenosa”.
Esfuerzos valiosos para cantarle a nuestras ciudades existen a lo largo y ancho de nuestra geografía. Unos mejores que otros, y otros que aunque solo sean salutaciones, también tienen un valor interior.
Pero bien, este no es un ensayo poético, sino más bien un breve recuento de la trascendencia de Comayagua en su devenir histórico.
Las crónicas de indias, abundan en descripciones sobre los perfiles de los primeros conquistadores llegados al valle de Comayagua, ya en las primeras tres décadas del siglo XVI. No cabe duda, la mayoría fueron oportunistas de oficio, buscaron a toda costa sus beneficios personales e irrespetaron la cosmovisión de los indígenas, impusieron de manera implacable su cultura, aparecieron nuevas enfermedades, se amplió la flora y fauna y con ello la gastronomía, sin olvidar un mestizaje que a la fecha sigue dando signos polémicos para interpretar. Sin embargo, todos coincidimos que los fundadores de Comayagua, estuvieron bien acertados al escoger un estratégico lugar para establecer la ciudad. Su valle extenso, fértil y drenado, sin duda es el centro de Honduras.
La fundación de las poblaciones o villas de españoles y que más tarde se convirtieron en ciudades respondía a un patrón propio del renacimiento europeo. Los españoles, preveían que hubiese ríos, montañas aledañas y planicies extensas pensando a futuro. Comayagua, al igual que otras poblaciones como; Choluteca, Gracias y San Pedro Sula entre otras van a tener similares características.
Sabemos que Comayagua y sus alrededores tuvieron presencia indígena temprana, pero hacen falta estudios con mayor profundidad, especialmente sobre la “fortaleza” de Tenampua y el sitio de Yarumela, ambos enclavados a distancias próximas, aunque esté último ahora corresponde a otro departamento.
A lo largo de los siglos en el valle de Comayagua, se mencionan numerosos pueblos, sin embargo en la mayoría de sus casos, lo único que nos quedan son nombres sonoros de inexplicables significados. Algunos sirven para identificar accidentes geográficos como Mulacagua, Jamalteca, Cambalache, Jocoterique, Jupuara, Menguara, Celguapa, Maragua, Yure y Guaralapa para mencionar algunos. Términos indígenas también se conservan como nombres de municipios, Siguatepeque, Taulabé, Lejamaní, Lamaní, Humuya, Ajuterique y Esquías. Otros municipios ostentan nombres religiosos como, San José, (que por cierto repite) San Sebastián, San Luis, La Trinidad, Villa de San Antonio, El Rosario. Algunos inspirados por elementos geográficos, como Ojos de Agua, Las Lajas y Minas de Oro, otros reclaman derechos fundamentales como La Libertad.

Al comparar la ciudad de Comayagua durante el intricado proceso colonial, con otras regiones del istmo centroamericano, sabemos que siempre estuvimos en desventaja, numerosas quejas de habitantes se hicieron escuchar e incluso algunas autoridades coloniales de la iglesia se incomodaban con la precariedad que les tocaba enfrentar. Claro, esto abarcó a toda la provincia de Honduras, que siempre y aunque no nos guste, fue una provincia marginal. No hubo centros mineros como las de Potosí en México, tampoco poblaciones organizadas como la del valle, donde estuvo la primera ciudad de Guatemala, después convertida en Capitanía General.
Nuestra producción de granos fue de subsistencia, las instituciones educativas nos llegaron tarde, la imprenta igual. A pesar de esas limitaciones en Comayagua, podemos encontrar importantes ejemplos de arquitectura colonial, civil y religiosa y estamos convocados a difundir y proteger su encanto. La catedral dedicada a la Inmaculada Concepción, las iglesias de los Franciscanos y Mercedarios. La iglesia de la Virgen de la Caridad, localizada a un extremo desde tiempos coloniales con fines excluyentes. El Palacio Episcopal y su museo de arte religioso, la sede donde funcionó el Colegio Tridentino, las casas que fueron de expresidentes, (Arias y Cabañas). El palacio municipal de líneas neoclásicas y la Caxa Real, sometida a un proceso de restauración con lineamientos internacionales. Numerosos edificios de familias preponderantes, conservados en su mayoría y una serie de calles emblemáticas, que resultan básicas para conocer nuestra historia.
La ciudad responde a un plano en parilla, con calles y avenidas bien trazadas, aunque sus áreas verdes de antaño ya no se encuentran… Nada despreciable resulta el antiguo cementerio de la ciudad, donde descansan incluso importantes intelectuales del país.
Tampoco debemos apostar en decir que contamos con uno o más objetos, de los más “antiguos del mundo”…, evitar los “sombrerazos radiales” también es sano, más cuando no contamos con los sustentos historiográficos. Debe ser de mayor utilidad la reflexión sobre la importancia de la imprenta por iniciativa de Morazán, o los postulados de Cabañas al frente de Estado de Honduras, y que a su muerte las autoridades eclesiásticas piden que sus restos descansen por su honradez, en la iglesia dedicada a San Sebastián. Seguramente en otro país y por los méritos de Cabañas, ese sitio sería un lugar de visitas didácticas constantes.
Las festividades de la Inmaculada Concepción resultan significativas en toda Honduras, sin embargo la plaza central de Comayagua, liderada por distintos entes, realizan festividades dignas de participar. Las procesiones van más allá de los elementos religiosos, carrosas, bailes, disfraces más una gastronomía exquisita, solo son el preámbulo de que el mes de diciembre en Comayagua, es para quedarse… y esperar el nuevo año repleto de algarabías.

Las minas de Opoteca, sustentaron a Comayagua

Es cierto nuestras minas de la época colonial no tuvieron la pujanza existente en otras latitudes, pero debemos de mencionar que las del Rosario-Opoteca, sustentaron de manera paliativa la incipiente economía de Comayagua. El Rosario-Opoteca ahora convertido en municipio, sin duda constituye un magnífico referente de pueblo minero y con todas las potencialidades para recrearlo y mostrarlo históricamente en su dimensión.
Los primeros documentos de El Rosario se remontan a la cuarta década del siglo XVI cuando los conquistadores españoles informaron a las autoridades de la recién fundada Villa de Comayagua (1537), sobre la existencia de vetas de oro y plata, en un lugar conocido como Opoteca. Este último nombre se insertó de manera significativa para la incipiente economía minera de Comayagua, incluso algunos estudiosos, son del criterio que Opoteca jugó un papel preponderante en el desarrollo de Comayagua, tan similar como las minas del Corpus Cristi, jugaron a favor de la Villa de Jerez de Choluteca.

Opoteca; pueblo mágico

El colega Virgilio Maradiaga, sostiene que “Opoteca como la mayoría de los pueblos mineros tiene una rica tradición oral, las leyendas de aparecidos, jinetes sin cabeza, lechuzas perennes, duendes enamorados y siguanabanas que asustan al más engreído, son de dominio público”. Las festividades con más tradición están vinculadas a la virgen del Rosario, patrona del municipio y se le brindan honores a mediados de febrero. En las fiestas del Rosario, nunca faltan la música de viento, los bailes de disfraces, la quema de pólvora y el no menos famoso torofuego.
Cuando uno conversa con sus vecinos, ellos sostienen que Opoteca significa “lugar de grandes caminos”, su irregular geografía parece una población empotrada en la pendiente de un conjunto de cerros de altura considerable. Aún quedan en las cercanías del casco urbano del municipio de Opoteca, varias vetas mineras abandonadas que podrían recobrar su interés e incluso una importante cantidad de minas abandonadas que podrían convertirse en parte de un proyecto turístico.
Su iglesia católica es un edificio no tan amplio, varias veces remodelada, pero conserva sus líneas de arquitectura colonial. Tiene un techo entejado a dos aguas, y una torre lateral al lado derecho con una importante campana, fundida en la ciudad de Guatemala en tiempos remotos. Su interior conserva retablos, pinturas y esculturas del siglo XVIII, que deben ser protegidas. En uno de sus paredes laterales destaca un enorme lienzo al óleo de las “ánimas benditas”, enmarcado con un recuadro bien logrado en laminilla de oro.
Opoteca, ya debería formar parte de un circuito turístico, vinculado a Comayagua. Tiene abundantes raudales, incluso desde el cerro Cirilo, baja estrepitosamente la quebrada Las Minas. Cuenta además con fuentes de “aguas termales” en el camino que desde su centro urbano conduce hacia la comunidad de Las Huertas, evidenciando así la presencia de actividad telúrica. Se pueden divisar conos de volcanes extintos, que forman parte de una belleza escénica. Las múltiples boca minas, 18 en total, destaca la de El Taladro, tan amplia y profunda que en su interior se bifurca tanto que parece un laberinto subterráneo. No debe pasar por alto el entusiasmo de su gente, o la esperanza de que un día de estos las minas vuelvan a recobrar su esplendor. Sin embargo, sus habitantes han encontrado en la producción de frijoles, un espacio que les permite sostenerse y enfrentar las crisis cotidianas de lo que significa ser agricultor. El Rosario Opoteca, es uno de los municipios de Honduras, que incluso exporta frijoles fuera de Honduras.

Comayagua; su álgido ambiente político

Sabemos que durante el atípico proceso de independencia de 1821, los criollos-conservadores, siempre se opusieron a los cambios que proponían las fuerzas liberales. Esto llevó incluso a enfrascar al país en guerras fratricidas, que lo único que lograron fue sumir al país en crisis con consecuencias nefastas.
Hasta 1882, Comayagua ostentó el título de capital, sin duda uno de los tantos desaciertos del gobierno reformista de Marco Aurelio Soto, cuyo principal ministro fue el ilustre Ramón Rosa, fue quitarle por decreto la categoría de capital a Comayagua. Versiones populares llegaron a considerar que el motivo de traslado de la capital de Comayagua a Tegucigalpa, fue un “lío de faldas”. Sin embargo el verdadero asunto está en que Marco Aurelio Soto, era socio de las Minas de San Juancito en las cercanías de Tegucigalpa y sin duda su interés personal era administrar de cerca su negocio minero.
Fue en Comayagua, donde se gestó la organización del Estado hondureño, donde esa serie de personajes del siglo XIX mostraron sus mejores intenciones e incluso ahí se desarrollaron, numerosos episodios dignos de valorar pero que han quedado relegados.
Sería valioso recrear toda esa tradición oral que se ha venido forjando al margen de la objetividad, desde la construcción conventos e iglesias, de santos y aparecidos, el asesinato de un expresidente, polémico y poco querido. Recrear sus fiestas de antaño y valorar toda esa riqueza mágico religiosa de donde el “baile de los diablitos”, solo es una parte. Comayagua, constituye en sí una herencia exquisita, un espacio cultural, propio para darle vida.
Resulta amena, oportuna y en parte desgarradora, la visión ilustrativa de Mery Lester, esa desafiante viajera inglesa, que desnuda a la Honduras de finales del siglo XIX. Su libro “Un viaje por Honduras”, constituye si bien un panorama sobre las bondades de nuestro territorio, también nos describe las limitaciones a que se enfrentaban los pobladores de ese momento, por su interés y con el ánimo de que volvamos a las lecturas de algunos viajeros por Honduras del siglo XIX, inserto parte de las descripciones de la inglesa Mary Lester (María Soltera).
(…) “fue agradable ver entre fuertes encinos, las paredes y techos y tejas acanaladas de la antigua capital de Honduras. La ciudad está construida pintorescamente, pero sus calles silenciosas cubiertas de césped, su aire de pobreza, y la ausencia de una vida agitada y activa, solo anuncia que su gloria es cosa del pasado. Hay como consecuencia, muchos celos de Tegucigalpa, la capital actual, donde vive el presidente, el Dr. Soto.
Era cerca del mediodía cuando entramos desde un lugar precioso por un sendero serpenteante, y arribamos calurosos y fatigados a la posada de Madame Victorine. Los grandes y pesados portones estaban cerrados, y una campana, suficientemente voluminosa como para una catedral, anuncio con estrépito la noticia de que había desconocidos esperando afuera. Un mozo salió, nos miró, rápidamente cerró los portones y desapareció. A continuación, una mujer rolliza de buena apariencia, con la cabeza cubierta por un pañuelo de mano, abrió los portones. -entrez, descendez, Madame, descendezvite, jo vous prie. Le diner nous attend! Ab ma foi, le soleil vous a mal traté! Mais entrez.
(…) Había un estofado de palomas, recuerdo, macarrones frente a mí, pero no pude comer, solo sentía un gran deseo de recostarme en el suelo. La mujer de más edad estuvo extraordinaria en esa ocasión. Se dirigió al armario y sacó una botella de coñac.
Eso es lo que necesita, dijo en francés, tome un poco de esto, es puro. Usted ha estado demasiado tiempo al sol. (…) Ahora coma paloma; no la reúse, se emborrachará; y eso sería escandaloso, ¿sabe?”. Sin duda que los comentarios de Mery Lester, nos permiten un panorama crítico de la Honduras de ese momento.

Aportes intelectuales para reconocer

Nacieron en la ciudad de Comayagua mujeres y hombres relevantes, como los poetas Teodoro Aguiluz, Gonzalo Guardiola, Francisco Vaquero, Hernán Alcerro Castro, Ramón Ortega, Ángela Ochoa Velásquez, Antonio José Rivas, Edilberto Cardona Bulnes, Feliz Alberto Martínez y el destacado historiador Mario Felipe Martínez Castillo. En los municipios aledaños, Rebeca Rubio, (pintora, Villa de San Antonio). Pompilio Ortega (escritor, La Libertad), Alberto Destéphen (poeta, San Luis), Jorge Luis Oviedo, (escritor, La Libertad), Arline Rittenhouse (pintora, Siguatepeque), Blanca Salinas (fotógrafa, Villa de San Antonio) Soledad Altamirano Murillo, (poeta de Lamaní), Néstor Omar Ulloa Anariba (poeta, Ojos de Agua). Consuelo Zepeda (pintora, San Luis), Walter Ulloa (escritor de Meámbar), Melvin Martínez (escritor, Taulabé), Ricardo Morales Ulloa (investigador en educación, Ojos de Agua), entre otros.
Comayagua, actualmente, aparte de ser la ciudad cabecera, aglutina la principal plaza comercial de la región central, y sabemos fue declarado como patrimonio histórico desde 1972, posteriormente su casco histórico casi en su totalidad fue restaurado con el apoyo del Reino de España, el Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH) y una corporación municipal visionaría, que incluso por su transparente gestión e iniciativas, han recibido reconocimientos internacionales. Comayagua se ha convertido en un referente en la implementación del turismo religioso de nuestro país, por lo que ya cuenta con una infraestructura hotelera competitiva. En Semana Santa Comayagua, sus calles lucen repletas con alfombras multicolores, más una participación ciudadana ejemplar. Las procesiones religiosas alcanzan notoriedad por la calidad de las imágenes que se exhiben.
Comayagua, tiene todas las condiciones para convertirse en un emporio económico, su valle alberga una infraestructura agro-industrial destacable, e incluso desde hace años se han implementado los cultivos de productos no tradicionales, y ahora se exportan a mercados asiáticos. Su crecimiento poblacional, ya debería ser motivo de estudio, pues ahora los barrios marginales también son más visibles en la periferia de la ciudad. Urge una planificación estratégica desde su crecimiento urbano, con mayor razón por el hecho de estar interconectada con el Canal Seco y lo que pronto será un aeropuerto internacional, localizado en las cercanías de las viejas propiedades que pertenecieron a la familia del General Cabañas.
Siguatepeque ocupa el segundo lugar en desarrollo, se convirtió en ciudad desde 1926. Ocupa una de las mesetas de mayor altitud del país, y sus condiciones climáticas le han permitido producir todo tipo de vegetales y florestanto que surten los mercados del país.
En los últimos años se han venido desarrollando importantes y novedosos festivales como el del pino, el de las flores e incluso el del café. Siguatepeque, cuenta con una infraestructura comercial, plazas bien conservadas, hoteles y propuesta turística importante. Valdría la pena ir considerando estudios puntuales sobre cómo el deterioro ambiental, ha modificado su estado del tiempo. Papel importante deben jugar las instituciones encargadas de la educación superior en guiar y buscar alternativas amigables con el ambiente y la administración del recurso agua, pues el río que atravesaba la ciudad hace algunas décadas, ha desaparecido.

La Libertad merece ser ciudad

Este municipio se localiza a escasos 42 kilómetros de la cabecera departamental en una carretera asfaltada. En palabras de mi querida Edna Elizabeth León, “en los últimos veinte años La Libertad ha experimentado avances significativos en su infraestructura y se ha convertido en un centro urbano fundamental para municipios como Ojos de Agua, Las Lajas, San Luis, Esquías, Minas de Oro, San Jerónimo e incluso parte de los municipios de La Trinidad y Meámbar”.
La Libertad, a pesar de su geografía irregular, tiene una alta producción cafetalera, un comercio preponderante, tanto que los pueblos aledaños no tienen necesidad de viajar a la ciudad de Comayagua, salvo para ir a ver la hermosa catedral. Hace algunas décadas, los habitantes de La Libertad, incluso orientados por el Dr. Reynaldo Salinas López, vienen solicitando, con justa razón al Congreso Nacional el merecido título de ciudad. Particular interés representa para la geología hondureña, el cerro de los Tornillos, localizado en las cercanías del casco urbano. Fósiles también se encuentran en el sitio conocido como Cuesta Blanca, la Mazarella y a orillas del río Humuya. Sabemos de la abundancia de dichos fragmentos, sin embargo la ciencia junto a los expertos siguen guardando silencio.
Director de Gestión Cultural en el Centro Universitario Regional de Occidente -Universidad Nacional Autónoma de Honduras- CUROC. Docente investigador en la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán, en la ciudad de Santa Rosa de Copán. Historiador, egresado del Programa de Doctorado en Antropología Cultural en Salamanca, España. Ensayista y fotógrafo. Es miembro de Número de la Academia de Geografía e Historia. Correo [email protected]