Micheletti, buen presidente constitucional

OM
/
7 de enero de 2020
/
12:31 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Micheletti, buen presidente constitucional

El Tratado de Bogotá

Por Juan Ramón Martínez

Roberto Micheletti no tiene la buena prensa que, disfruta golosamente, Manuel Zelaya. Los medios de comunicación, de forma inconsciente, –ocupados en contar muertos y celebrar a los políticos más irrespetuosos del sentido común–, le dispensan poca atención a sus declaraciones, a sus juicios y a sus referencias, sobre sus importantes acciones como gobernante. Muy valiosas para reconstruir el proceso histórico. Porque su presidencia constitucional de seis meses, no solo tiene una elevada dignidad y excelente desempeño, sino que probó que podemos ser una nación, con todas las dificultades que enfrentamos; reencauzó el proceso democrático, organizando con éxito las elecciones, dándole continuidad el 2009, al sistema ordenado por la Constitución de 1982.

En unas declaraciones que ofreciera a “pulso”, el expresidente constitucional, nos recuerda con precisión quirúrgica, los hechos que le tocara vivir, desde antes del 28 de junio, cuando el Congreso Nacional que encabezaba, fue ofendido por Zelaya que, sin fuerza política –porque no tenía diputados suficientes– pretendió imponer a una profesional de su confianza, que no tenía derecho a participar siquiera, porque no había cumplido los requisitos cumplidos por el resto de los 45 seleccionados. De entre los cuales, se eligió la Corte Suprema de Justicia. Además, enfrentó las embestidas de Zelaya que, durante dos años, se resistió, como niño de pecho, a cumplir con sus obligaciones constitucionales, en lo referido al envío del presupuesto nacional.

Refirió en la entrevista, todas las interioridades del ALBA, Petrocaribe, la visita de Chávez, Ortega y Evo Morales a Tegucigalpa –donde según se comentara–, para llenar la plaza y darle una muestra de alegría a la visita, le quitaron el uniforme a miles de policías para que llegaran a aplaudir y mostraron el respaldo que tenía el gobierno que, para entonces había dejado de ser liberal. Pero además, señaló su obra en seis meses que si la comparamos con el resto de gobernantes, no tiene parangón. Tanto por las circunstancias adversas, como por las limitaciones de recursos. En menos de una semana Gabriela Núñez, preparó un presupuesto y con la colaboración de varios ciudadanos –entre los que estuvimos Wong Arévalo y este servidor– se inició la construcción de puentes entre maestros y se empezaron a efectuar los pagos correspondientes.

Pero lo que no dijo Micheletti, –posiblemente por modestia–, es la fuerza de carácter suya y sus compañeros de gabinete, ante la embestida de los países que, en forma equivocada, quisieron facilitar el regreso de Manuel Zelaya al poder. Allí el expresidente constitucional confirmó una firmeza extraordinaria. Le dijo que no a la OEA que, nos expulsó sin oírnos; al Departamento de Estado que se comportó inconsistente ante los encantos machistas que Zelaya exhibe bajo el sombrero; que les convenció que su socialismo era de espectáculo circense, porque él era un burgués de la madera, que no podía vivir en el socialismo. Pero lo mejor de todo –y fue cuando aprendí que la dignidad de un país no se basa en sus reservas monetarias; ni en el tamaño de sus fuerzas armadas, sino que en el carácter de su gobernante– es, cuando Micheletti se enfrenta con Insulza. Y cuando este, con el carácter de algunos chilenos malcriados, que nos ven por encima del hombro a los hondureños, le faltó el respeto al presidente de Honduras, este le respondió con palabras bruscas, que por respeto no incluyo. Con Micheletti, no pudieron. Regresaron como vinieron e incluso el canciller salvadoreño, después derrotado vergonzosamente en unas elecciones en su país, se burlara de lo que decía Micheletti, este lo dejó filmado para la posteridad, renunciando a la prudencia diplomática.

Finalmente, aunque no lo dijo en su entrevista, el Departamento de Estado, junto con Leonel Fernández –ahora en desgracia políticamente– y la complicidad de Lobo, se inventaron la ficción que lo del 28 de junio no había ocurrido; que el gobierno de Micheletti había sido un mal sueño, le impidieron ir al Estadio Nacional, a entregar la banda presidencial a Porfirio Lobo Sosa, sacrificó su orgullo, y se quedó en su casa.
Lástima que la prensa no divulga esta entrevista, quitando espacios a los muertos y a la sangre. Porque así, los liberales sabrían que Manuel Zelaya, no solo los traicionó, sino que además, como es su estilo, se burló de ellos. Como lo sigue haciendo.

Más de Columnistas
Lo Más Visto