Maduro y Mel, tres mentirosos

MA
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30 de abril de 2024
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12:57 am
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Maduro y Mel, tres mentirosos

Juan Ramón Martínez

Los políticos, con las inevitables excepciones, son mentirosos. Pero hay, de mentirosos a mentirosos. Nicolás Maduro y Mel, con mucho, abusan. En Caracas, en donde el hondureño, — mentiroso inveterado–, de mucho kilometraje, llegó para abrumar de loas al dictador venezolano, encontró la oportunidad en que los dos, tratando de quedar bien uno con el otro, mostró su imaginación febril y su capacidad fabuladora. Y como si se tratara de discursos fúnebres, en donde se exageran con ilimitada impunidad cristiana las virtudes del fallecido, — los dos–, compitieron en una ronda de mentiras que ocupará en la historia política continental, un lugar singular. Los hondureños casi nunca “ganamos” por timidez, formación rural; y, cierta inseguridad. Pero en la boca de Mel, tuvimos mucho éxito. Tocándose el bigote como hacen todos los grandes mentirosos de la historia, mostró que, sin formación, — apenas bachiller de un colegio nocturno capitalino–, que las puede en el terreno de la palabra fácil, el cuento invertebrado; y, la fábula engañosa. Ese cuento de Fidel Castro paternal, dándole consejos al hondureño, que dejará la violencia – el diablo hablando de virtudes cardinales –, fundará un partido político; y, esperará, porque los pueblos olvidan, dándole la oportunidad de regresar al poder es, sencillamente genial. Sin testigos. Castro murió hace tiempo. No hay manera, sino en este espacio, para dudar que le haya dicho lo que dice, más porque Mel tiene reputación de mentiroso, manipulador y constructor de imágenes en las que, con el cuento de sus relaciones con Fidel, quiere convencernos que es hijo legitimo del “revolucionario” cubano; y que, con sus consejos, lo ratificó en una suerte de heredero suyo para la conducción de la revolución latinoamericana. Por encima de Nicolás que, también reclama también, ser su heredero continental.

Logrado el efecto reflejo, en que Maduro tuvo la obligación de rendirse ante la consagración del líder de la penúltima revolución latinoamericana, lo empezó a mecer, abrumándolo de piropos, en un tono declamatorio que hizo que el dictador venezolano estuviera a punto de caer de rodillas en una quebrada inundada de lágrimas. Todo mentiroso – y Mel tiene méritos para tal calificación – tiene una imaginación probada y una fluida expresión. Y debe tener ante sí, una legión de crédulos. Maduro el primero. Por las dudas, llevó a sus crédulos hondureños.  Mel, tiene ventaja sobre Maduro. Fue entrenado por Tenchita su madre que, desde pequeño lo animó para que declamara las poesías de Clementina Suarez, quitándose el sombrero; doblara la rodilla derecha. Por ello, le dio en la nuca a Maduro, cuando lo llamó “demócrata, revolucionario y líder de América Latina”. El manejo del lenguaje corporal de Mel, la vestimenta repetida, el escondido chaleco anti balas, su disfraz de ganadero como si se tratara de uniforme militar a lo Mao, alcanzó los más altos niveles. Maduro estuvo a punto de caer rendido por las emociones y el descuadre de sus hormonas femeninas. Mel, afortunadamente, el más mentiroso entre todos nosotros, no contento, se puso encima del venezolano; y elevándolo impunemente, al cielo, lo consagró como el mayor de los revolucionarios continentales.

Maduro también tiene méritos como mentiroso. Ha convencido a los venezolanos que dirige una “revolución”, que el futuro les dice, será una maravillosa realidad; y que el fantasma del fracaso cubano, huira de las playas venezolanas en forma definitiva. Y tiene estampa corporal, cara disentida; y, boca de mentiroso. Además, conoce a Zelaya. Sabe a dónde tiene los agujeros por donde le entra el aire; y, los explota, con gran sabiduría. Por ello, fruto de sus habilidades de conductor de vehículos públicos y sus entrenamientos habaneros, sabe que, a Mel, le llega el piropo que lo llamen “valiente”, “revolucionario” y, además, discípulo preferido de Fidel y Chávez. Como buen mentiroso, narró que, llegó a Managua con mensaje y dólares de Chávez para financiar su lucha revolucionaria. Con habilidad llanera, Maduro dijo que había acompañado a Mel hasta la frontera, y que le sorprendió la fuerza, el ánimo para enfrentar todos los peligros. Dijo que, Zelaya pateó la barda fronteriza; y, desoyendo sus palabras, se encaminó hacia el interior, enfrentando los fusiles amenazantes. (El coronel hondureño: dijo, tengo orden de detenerlo, ¡vivo o muerto ¡). Mel, asustado, volvió a ver a Maduro; y sonrió ruidosamente. Buenos mentirosos. Tan buenos que, matemáticamente, hacen tres. Sin duda, los mejores de América Latina.

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