Elecciones

MC
/
19 de agosto de 2017
/
12:03 am
Síguenos
  • La Tribuna Facebook
  • La Tribuna Instagram
  • La Tribuna Twitter
  • La Tribuna Youtube
  • La Tribuna Whatsapp
Elecciones

Por: Benjamín Santos

Si las cuentas no me fallan el próximo sábado se inician los 90 días que la ley  determina para la campaña o propaganda  electoral  bajo el entendido de que son días  calendario y no días hábiles. Es el tiempo destinado a que   los candidatos de los partidos y  alianzas  se den a conocer y propongan  los problemas nacionales y locales  que consideran prioritarios,  así como  el Plan de Gobierno Nacional o Municipal  para su solución. Lamentablemente se insiste mucho en las bondades de los candidatos y no en la pertinencia de las soluciones a los problemas que pretenden solucionar desde el poder. Así ha sido siempre y ojalá (oh alá, como diría un  musulmán) que esta vez las cosas sean diferentes.

Incluso entre los electores  el período electoral pasa como un concurso de canciones y de discursos sin que se les  exija a los candidatos  que definan  hacia dónde  nos quieren llevar y  por qué caminos. Pocos valoran  la importancia de esos 90 días para  que  al final estemos claros  por quién vamos a votar, por qué y para qué.  Dios quiera que no nos vayan a meter en un pleito donde los candidatos se señalen  sus defectos y que lleguemos al 26 de noviembre más confundidos que  antes de la campaña. Quienes votan por  su partido y no por cada candidato ya tienen la solución: el voto en cascada o con una sola raya.  El problema se presenta para quienes  necesitan seleccionar individualmente  a cada candidato según sus méritos  reales o los que se le atribuyen.

En otros tiempos  me gustaba comparar la campaña con el noviazgo, pero una alumna me aclaró que eso del noviazgo es algo pasado de moda. Que ahora las cosas ocurren de otra manera. El noviazgo servía para que los futuros contrayentes se conocieran  para que al darse  mutuamente el sí  quiero,  fuera un acto  libre y sobre todo consciente. Ese era el propósito, pero al final  resultaba todo lo contrario, porque  cada miembro de la pareja se esforzaba en mostrar el oro y esconder el cobre de su personalidad. Después del matrimonio empezaban las sorpresas que en el mejor de los casos se asumían  como cosas del destino y otras veces causaban las conocidas crisis que  conducían al divorcio. Las frases eran más o menos las mismas: esa no es la mujer o el hombre con quien  yo me casé, todo   por no haber visto a tiempo la otra cara de la moneda.

Así pasa en la política. Se trata de conquistar la voluntad del pueblo. Con ese propósito se echa mano de todo: desde la coquetería hasta  los planteamientos serios. Todo para que  el 26 de noviembre se dé el esperado sí quiero. Afortunadamente el pueblo está mejor informado y se ha vuelto más crítico. Y de eso se trata.  Que elijamos a los mejores. A quienes tengan mejor conocimiento de la realidad que nos asfixia,  a quienes exhiban  una trayectoria limpia, a quienes  no se les haya vinculado  a actos ilícitos ni directa ni  indirectamente, a quienes no utilicen el chisme para difamar al adversario o a otra persona so capa de que no se les podrá  acusar de difamación…

Sabemos que no es fácil.  Es imposible conocer la vida  de tanto candidato, aunque en los municipios es  factible, porque se conocen mejor. De  diputados hacia arriba es más difícil, peor ahora que  entraron  en contienda nueve planillas por departamento, incluidas las de la Alianza  que no es la del general, porque esa Alianza solo de nombre. Ya sabemos que solo hay tres alternativas reales para ganar las elecciones: El PN  con el Presidente que va a la reelección, la Alianza de LIBRE  y PINU conducida por el candidato Nasralla y el Partido Liberal con don Luis  Zelaya a la cabeza. Por supuesto que todos los demás dicen y deben decir que van a ganar, pero ya conocemos sus escasas posibilidades   en el nivel presidencial.

¿Qué nos queda a los simples electores? Tomar conciencia de la importancia de  nuestro voto  en el proceso de conformar la voluntad del pueblo. Vamos a tener de nuevo  un gobierno de minoría, porque ninguna de las tres alternativas podrá obtener la mitad más uno de los votos.  Lamentablemente todavía no tenemos  la segunda vuelta  que permitiría  a los dos más votados competir  por la mayoría. Si la democracia es el sistema de las mayorías  y la nuestra es de minorías es fácil obtener la conclusión.

Benjamí[email protected]

Más de Columnistas
Lo Más Visto