Por: José Segovia Ynestroza
Al igual que el señor Presidente y el partido que lo respalda no escucharon el que la reelección se buscara consultando al pueblo mediante un plebiscito, demostrando así el poco respeto que tal consulta les merece e imponiendo la vía fácil sin importar las consecuencias, hoy nos encontramos en el que desde el Ejecutivo se nos obliga a aceptar la construcción de un gran centro de servicio público (las torres de lo absurdo), en el lugar más inadecuado sin importar ni tomar en cuenta las más diversas opiniones técnicas de colegios profesionales, del público, etc. e inclusive la de excandidatos como don Olban Valladares, que también se ha opuesto a este absurdo, aunque como siempre nos hemos acostumbrado al silencio del Cohep y de la Cámara de Comercio.
No hay duda de la necesidad de un centro gubernamental que nos brinde una operatividad facilitadora, es decir que para un simple trámite no tengamos que ir del timbo al tambo, favoreciendo con alquileres leoninos como sucede con la ENEE, a políticos de turno o aprovechados que en pocos meses recuperan por esta vía los valores que invirtieron en campañas políticas, pero de esta incomodidad que viene denunciándose desde hace años a imponernos edificios de 25 pisos imprácticos y mal ubicados todo por capricho o mal aconsejado por ese círculo impenetrable de sabios que le adulan, es algo a lo que por derecho estamos obligados a protestar.
No es justo que porque a la máxima autoridad del Ejecutivo de turno se le ocurra que en el traspatio de la casa que actualmente ocupa desee tener a todos sus secretarios a mano, tengamos que soportar semejante absurdo, peor aún cuando ya existe un amplio y bien ubicado predio para tal objetivo y en donde el Estado ya invirtió cientos de millones de desplumados en edificios gubernamentales como ser: La Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Superior de Cuentos, el recién inaugurado Banco Central de Honduras, el Chiminike, centro que nos identifica, además de un edificio que ya sirvió al Ejecutivo y que hoy ocupa inapropiadamente el Ministerio de Relaciones Exteriores y para aquellos que no lo saben, inapropiadamente porque el edificio que hoy ocupa JOH, fue construido con aportaciones del gobierno y pueblo de la República china de Taiwán, para sede de la Cancillería, durante el gobierno del ingeniero José Azcona del Hoyo y como una gestión muy acertada del entonces ministro, doctor Carlos López Contreras, quien lastimosamente hoy se llama al silencio en aparentemente contubernio con su partido; lástima, pues fuimos solidarios con su objetivo cuando nos tocó apoyarle.
Agregando a los muchos cuestionamientos que ya se han hecho a esta gran idea: manejo de aguas grises, agua potable, parqueo, tráfico, etc. etc., nos reguntamos, cómo ha pensado JOH enfrentar en ese lugar las protestas populares en encerronas que paralizarían totalmente el gobierno, el comercio, la hotelería del sector, el libre tránsito etc. etc.?, además, se imagina usted amigo lector lo que tendremos que soportar durante más de 2 años (si es que son suficientes), el tránsito de equipo muy pesado acarreando materiales, obstrucción del tráfico vehicular, en fin todo un sinnúmero de incomodidades innecesarias, siendo que el señor Presidente cuenta con una propiedad del Estado ya identificada con el propósito definido de servir para la construcción de un centro gubernamental; área suficiente, bien ubicada, de fácil acceso tanto para los servidores como para los usuarios del servicio público y si es que quiere tener a sus secretarios cerca como sucede en Brasilia, pues señor Presidente le aceptaremos que construya una casa presidencial con todas las especificaciones de seguridad requeridas y retorne a la Cancillería su edifico; ese que según lo planteó don Carlos López Contreras, al entonces presidente, ingeniero José Azcona (QDDG), serviría para albergar también el Archivo Nacional y la Biblioteca Nacional.
Señor Presidente sacúdase lo que no sirve, especialmente aquellos súpersecretarios prepotentes que le endulzan el oído con tonteras. Aprovecho para recordarle que en dos ocasiones usted me ofreció unos minutos para dialogar y según Jacobo el círculo de hierro no le agenda el tiempo.