“Renuncia” necesaria

Por Juan Ramón Martínez

No siempre estuvo claro cuáles eran las fuerzas que sostenían a Escoto al frente de Educación. Especialmente que haya continuado en el cambio de gobierno, pasado de Lobo, al de JOH. Y que pese a todas las críticas que se le han hecho, se ha mantenido, orgulloso –incluso, en momentos arrogante– al frente de una secretaría conflictiva por naturaleza. La primera explicación es que siendo hombre de Libre — con potencial de candidato presidencial– la titularidad del cargo lo inmovilizaba, con lo que discretamente se le eliminaba políticamente. La segunda es que tenía la misión, por su condición de distante del Partido Nacional, para hacer el trabajo sucio que, para la tranquilidad del gobierno, que requería la inmovilización y la destrucción del movimiento magisterial. Misión que ha ejecutado con una eficiencia tal, destruyendo a los aliados de Zelaya, disminuyendo el caudal electoral que los maestros representan para Libre, sin que nadie señale a JOH, por una tarea tan ingrata, dura e inconveniente para la movilización de las fuerzas sociales. La tercera y última explicación es que Escoto gozó, por efecto de la destrucción del magisterio –su obra magna– del respaldo de los padres de familia que pudieron ver que sus hijos, siempre iban a clases, porque, eliminó de un solo golpe, las huelgas magisteriales.
Una vez concluida la obra que por necesaria, era ingrata; pero que no ensuciaba las manos de JOH ni del Partido Nacional, era inexplicable su continuación en el gobierno. Para entonces no aportaba nada nuevo al sistema educativo que, en sus manos, más bien ha perdido calidad.
Cualitativamente, los alumnos de primaria y secundaria –lo que afecta la vida universitaria– han mostrado un claro deterioro en el conocimiento de las ciencias, las matemáticas y el español. Tres indicadores básicos para significar la calidad de un sistema, llamado por el pueblo, a ser los puntales para el éxito de la sociedad en general. Sin embargo, pese a todo, en un momento, el año pasado, recibí información segura y confiable de alguien del entorno de JOH, que sería relevado del cargo. Sin embargo, no ocurrió. Más tarde entendí que un alto jerarca de la Iglesia Católica, por medio de Elio Alvarenga, le ofreció tal respaldo que, en un acto memorable el Cardenal Rodríguez, le entregó la Virgen de Suyapa al ahora, exministro de Educación. La sorpresa, tiene mucho que ver con el catolicismo líquido, casi vaporoso del señor Escoto que, aparentemente se mueve, entre un evangelismo familiar y ciertas formas de marxismo elemental, en las orillas del populismo rural hondureño.
Ahora que “renuncia”, lo hace en una crisis que afecta la moralidad de su desempeño y muestra su falta de capacidad para manejarse en un clima de diferencias en el otro cargo que, sin justificación –excepto las mezquindades burocráticas– ha venido desempeñando a distancia. Tanto mayor cuando en sus declaraciones públicas, acusaba a los maestros de desempeñar dos o tres cargos, eso sí, remunerados. Su justificación es que el doble cargo suyo era ad honoren; pero sin garantizar eficiencia alguna. Cuya evidencia mayor es la crisis que se provoca en la UNA y la oposición del Consejo Superior Universitario para que legalmente pudiera reelegirse en el cargo, para el cual no contaba con los requisitos básicos y necesarios. De forma que nadie lo reconoce como rector.
Ahora, se va sin pena y gloria. Dejando atrás una obra muy cuestionable para el futuro de la estabilidad. Y comprometiendo su imagen de burócrata irredimible que, no tiene capacidad para vivir fuera de presupuesto, aunque para ello, tenga que violar la ley y ofender el talento básico de los responsables que dirigen el país. Su pretensión de volver a su “casa”, es falsa. La UNA, no es suya sino que de los hondureños. Y su regreso en vez de ayudar a resolver la huelga que mantiene paralizadas sus actividades, más bien la agudizará. Y por más que quiere atribuirle la culpa de sus problemas a Julieta Castellanos, no podrá evitar que el Congreso, sabiendo que es parte del problema, le impida regresar a una casa que no es suya y que además, profesores y alumnos en número elevado, no lo aceptan. Y tampoco lo quieren. Debe ser humilde. Hizo el trabajo sucio. Pero no lo pueden premiar. Y mucho menos con la autonomía de la UNA, que no se merece.