PARA CONTAR CENTAVOS

EN el Banco Central, aunque todavía no han tomado la decisión, analizan si pueden salir con “una moneda de un lempira y de cinco lempiras”. ¿A qué obedecería esa decisión si no a los niveles de devaluación sufridos por la moneda, que prácticamente han dejado en desuso las monedas de menor denominación? Los tostones y ni hablar de los pirujos, cada vez más escuálidos en su valor, solo agregan peso en la bolsa. Ya nada cuesta 1, 5, 10, 20 ó 50 centavos. Como recuerdo, para los coleccionistas, quedan aquellos lempiras acuñados en plata que salieron del mercado muchísimos años atrás cuando se dieron cuenta que el precio de la plata era más alto que el valor de la moneda. Bueno, tampoco hay que exagerar, aquí en estos últimos meses la depreciación del lempira la han llevado –a paso de indio apurado– como entierro de pobre.
Con todo y que el deslizamiento encarece todos los bienes importados, desde lo superfluo hasta lo más esencial como alimento, materias primas, vestuario, insumos para la producción, gasolina, no es el caso deplorable de los sufridos venezolanos. Allá la autocracia retiró los billetes de 100 bolívares ya que estos valían menos que el papel en que estaban impresos, para sustituirlos por billetes de 500, 1,000, 2,000, 5,000, 10,000 y 20,000 bolívares. Y allá con una inflación de más del 1,000%, la más alta del mundo, las monedas no son para contar centavos sino que las nuevas serían de 10, 50 y 100 bolívares. Regresando a lo doméstico. Las últimas cifras oficiales indican que la deuda pública, interna y externa, a comienzos de mes llegó a 10,200 millones de dólares, representando así más del 49 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Solo como referencia. Eso equivale –según cálculo de un economista– a que cada recién nacido, en cuanto llega al mundo, nace con deuda. Desde el momento que por primera vez abre sus ojitos, debe más de mil dólares. Además que los montos del pago de servicio de la deuda prácticamente equivalen a lo que al país ingresa como nuevo financiamiento. Tapar un hoyo destapando otro. El mismo economista que se puso a contar cuánto debía cada niño al nacer, calcula que, “la colocación de deuda soberana a 6.5 por ciento, al agregarle los costos de la devaluación e intermediación que cobra el banco internacional, la tasa anda más allá de un 12 por ciento”. ¿Con esos intereses tan altos, cómo van a tener dinero barato para prestar aquí? Por eso ha de ser que Honduras cuenta con una de las tasas de encaje más altas de la región centroamericana.
Un reciente informe establece que Honduras tiene una tasa en el orden del 24 por ciento, 7.94 por ciento superior en comparación a la que registra Costa Rica, de un 16.06%. “Además, 6.99% más alta en relación a Guatemala que presenta un 17.01%, y 3.08% más elevada que la tasa de 20.92% que se aplica en El Salvador y 6.31% más alta al 17.69% de Nicaragua. Los entendidos señalan, “que esto provoca que los bancos se vean obligados a elevar los intereses de los préstamos y créditos a fin de equilibrar los ingresos y amortiguar los incrementos de costos, afectando al consumidor hondureño al solicitar préstamos o créditos”. Ya días les sugerimos –sobre todo tratándose de año político donde debe minimizarse la insatisfacción– detengan esa devaluación, bajen el encaje para que haya dinero más barato que financie la inversión y se creen fuentes de trabajo.