¿Es la política una vocación?

Por: Benjamín Santos
Ya he tocado este tema de paso en algunas colaboraciones. Quizá se trata de ahondar en lo que ya he dicho. Estoy convencido que no todos nacemos para todo. Y generalmente se acepta que en  el mundo del arte se necesita una inclinación natural, un llamado como expresa la palabra vocación. Uno no se imagina a Rubén Darío más que como poeta. Al autor de las Rimas, Gustavo Adolfo Bécquer, lo despidieron del trabajo en el gobierno porque pasaba escribiendo poesías y quizás también sus relatos en prosa. ¿Y qué decir de la vocación religiosa? Santa Teresa de Ávila desde niña, aparte de leer libros de caballerías que estaban de moda y lo cual confesaría  después como un pecado, jugaba que era una misionera para predicar el Evangelio en lugares lejanos. No hay duda que sin vocación no hay buenos artistas ni religiosos auténticos entre los cuales se  cuentan todos los santos.
¿Y las profesiones, es decir las actividades  con las cuales nos ganamos la vida?  Pues quizás  hay profesiones que son más técnicas y basta  dominar los medios para alcanzar determinados fines. Pero hay profesiones que requieren  un alto sentimiento humanitario, que nace del corazón y de la mente. ¿Cómo se puede ser un buen maestro o un buen médico sin  vocación? Se puede obtener el título y todos los  postgrados posibles, pero  al momento de estar frente al enfermo o frente al grupo de alumnos, algo falta. El trabajo se vuelve una rutina  insoportable y al final se hace más mal que bien. Lo mismo pasa con la vocación de ser padre o madre: no todos nacen para tan sublime labor. El mundo está lleno de hijos que no fueron deseados y al venir al  mundo se convirtieron en un estorbo más que en una fuente de alegría. El niño lo siente y llevará ese mal recuerdo para toda la vida.
Vamos a la pregunta del titular. Si se necesita vocación además de una preparación profesional para tratar a un enfermo o para servir  clase a un grupo de alumnos, ¿por qué cualquiera va a poder echarse encima  el destino de una comunidad nacional o multinacional para conducir su vida hacia niveles cada vez más altos de desarrollo y dignidad? ¿Por qué cualquiera va a poder  ofrecerse  a conducir el destino de un  grupo humano  que habita un territorio  y que está unido por un tejido de relaciones de todo tipo? Sin embargo, eso es lo que se cree. Basta que alguien caiga bien y que se ofrezca a conducir nuestra vida en común para que surja como candidato.  Nadie  pregunta sobre  sus éxitos y fracasos, sobre su vida familiar o sus relaciones en la  comunidad donde vive.
¿Cómo hemos andado y andamos en materia de vocación política? Esta vocación es compleja, porque primero se manifiesta  por  una fuerte inclinación a la búsqueda del poder del Estado y luego con  una irresistible inclinación al servicio público. Pero puede ir una  sin la  otra. Si solo se busca el poder  para  beneficio personal o familiar  se produce la negación de la política orientada al bien común sin lo cual pierde su  razón de ser. Y si  se trata  de una fuerte vocación social, pero sin vocación de poder, se trata de filantropía o de una vocación social, pero no de la vocación política que nos interesa. En Honduras se han dado ambos casos.
De los presidentes que hemos tenido y de los cuales conocemos algo más allá de sus datos históricos, el más equilibrado en ambas inclinaciones fue Villeda Morales. Vino del departamento más abandonado de Honduras, por su lejanía y ayudado por su indiscutible habilidad oratoria, indispensable en ese tiempo, llegó al poder nueve años después de haber iniciado su carrera  política, gracias a un golpe de Estado  que condujo a la Asamblea Nacional Constituyente que le reconoció su triunfo en las elecciones de 1954. Luego pagaríamos caro ese favor. Pero  el presidente  en materia de realizaciones se adelantó a su tiempo, gracias también a las bases que dejó otro presidente equilibrado en las tendencias de la vocación política: Juan Manuel Gálvez. En contraste  con estos dos,  podemos poner a Carías, cuya  vocación de poder era más fuerte  que las posibilidades de dejar huella en el desarrollo  nacional y  tuvo que concretarse con restablecer el orden público.
¿Cómo distinguir entre el enjambre de precandidatos que ahora se disputan las candidaturas  si apenas los conocemos?  Los de la tercera podemos hacer algunas valoraciones, pero  ¿y los jóvenes que  votan por primera  vez?
Benjamí[email protected]