Crecimiento económico

Por Héctor Paz Lázarus
Consultor y catedrático universitario

La economía creció 3.6% en 2015 y 2016 (BCH). Los sectores más dinámicos en 2016 fueron la banca, energía, silvicultura, pesca, avicultura y algunas industrias manufactureras, aunque el sector industrial como un todo perdió dinamismo en comparación a 2015, mientras que la ganadería y agricultura crecieron moderadamente. Hubo una recuperación en la construcción, debido a la mayor inversión pública y privada, pero la inversión se mantuvo en niveles insuficientes para multiplicar la actividad económica. El consumo privado creció, debido al ingreso de remesas familiares, mismas que se destinaron mayormente al consumo de bienes importados. Las exportaciones de bienes decrecieron en términos reales.
A la mayoría de los hondureños lo que nos interesa es lo que queda en nuestro bolsillo. Al restar el factor demográfico (1.6%, INE), el crecimiento económico per cápita creció apenas 2%. Los precios de los bienes y servicios crecieron 3.3%, una tasa de inflación moderada, pero superior a la tasa antes indicada. Consecuentemente, la mayoría de la población perdió poder adquisitivo el año pasado (-1.3%). Resultó arduo para los hogares satisfacer sus necesidades básicas, incluyendo las de alimentación. La situación de por si es compleja, pues 61% de los hogares se encuentran en pobreza y tienen un ingreso por persona de L. 3,103 mensuales (INE). Un taxista me comentó que con un pollo asado, negocio que ha proliferado, puede alimentar a su familia dos tiempos de comida por L. 70 cada tiempo, lo que explica la fuerte producción de aves.
El desempleo y subempleo se mantuvieron en 63% en 2015 y 2016 (INE). Me comentan varios alumnos que laboran en ventas que fue muy difícil hacerlas, ya que el entorno económico lució débil durante el año, por lo que la mayoría de las empresas que, junto al sector público, generan el Producto Interno Bruto, tuvieron una actividad modesta, lo que se traduce en un crecimiento económico igualmente modesto.
Honduras puede crecer más dinámicamente. En el gobierno de Ricardo Maduro (2002-2006), la tasa de crecimiento económico promedio de su mandato fue de 5.2%. Sin restarle méritos al licenciado Maduro, su antecesor, Carlos Flores (1998-2002), inyectó un liderazgo fenomenal para que Honduras pudiera recuperarse luego de la aterradora destrucción que dejó Mitch. En su gobierno se gestó el Plan de Reconstrucción Nacional, la Estrategia de Reducción de la Pobreza y la condonación de la deuda externa pública. Gracias a las labores económicas de Flores y Maduro, en el primer año de Zelaya hubo un pico de 6.6%, para luego entrar en un proceso de desaceleración económica, atribuible a una acción institucional errática que generó incertidumbre en la economía.
Honduras tiene diversos recursos en su territorio, el clima y una ubicación geográfica privilegiada para prosperar vigorosamente. Las empresas necesitan un ambiente de negocios dinámico para invertir, vender, reproducirse y crecer, a fin de alcanzar mayor sostenibilidad financiera, lo que no se está dando generalizadamente en Honduras. Somos el país con la mayor desigualdad social en Latinoamérica (Banco Mundial): unos pocos acaparan la poca riqueza que se está creando.
Para aprovechar nuestras potencialidades, hay que corregir enérgicamente la inseguridad jurídica, al igual que la ciudadana, y dar un salto cualitativo en transparencia. Además, se debe promover la libre competencia para acelerar las innovaciones tecnológicas, aumentar la calidad de los productos y bajar sus costos. Los monopolios, duopolios y la competencia desleal dificultan el logro de estos objetivos. El gobierno podría brindar incentivos para la investigación y desarrollo en las empresas para fomentar su innovación, con lo que se generarían productos con mayor valor agregado y diferenciación, para posicionarlos sólidamente en diferentes mercados, especialmente en Asia, que cuenta con las economías más pujantes del mundo.
La simplificación de los trámites para las personas y empresas es indispensable para reducir los costos de transacción de hacer inversiones y negocios. Se debe continuar desarrollando la infraestructura económica para facilitar la conexión entre productores y mercados. El gobierno actual ha avanzado en este campo, incluyendo importantes inversiones en energía renovable, red vial, capacidad portuaria y construcción de un nuevo aeropuerto en la zona central.
Asimismo, el gobierno ha avanzado en materia macroeconómica, pero no ha habido el “efecto derrame”, pues no ha mejorado la situación monetaria de la mayoría de los hogares y las empresas. El reto es salvaguardar dicha estabilidad en este período electoral, que a menudo es aprovechado para aumentar el gasto público, lo que genera desbalances en perjuicio de la salud económica y la competitividad empresarial. Lo que sí debe hacer el gobierno es que los recursos externos, incluyendo los captados mediante los bonos soberanos, se destinen hacia inversiones socioeconómicas viables y el emprendimiento por oportunidad para los jóvenes, los más perjudicados por la desocupación y la informalidad, así como para potenciar el desarrollo humano de nuestra población (educación, capacitación, salud y nutrición de calidad).
Adicionalmente, se debe motivar un mayor desarrollo del sistema financiero, con énfasis en innovaciones en el financiamiento inclusivo para el segmento MIPYME y emprendedores. Finalmente, se deben reducir todos los impuestos a los individuos y empresas, además de reconsiderar el nivel del encaje legal para que bajen las tasas de interés activas. Al bajar los impuestos generalizadamente, los individuos tendrán más dinero para comprar, promoviendo lo nuestro, y las empresas más dinero para invertir, lo que generaría empleo, potencializaría la economía y aumentarían los tributos para atender las obras sociales y otros monumentales desafíos que tiene el país.