COMIDAS Y BEBIDAS DEL AYER CAPITALINO

En el encuentro semanal con mis amigos Vallecillo, López Rojas, Watson Reina, Callejas Zúniga y Girón Godoy, hicimos recuerdos de aquellas comidas, bebidas y costumbres de la Tegucigalpa, de la cintura del siglo veinte, o sea los años cincuenta.
Hoy son las comidas rápidas y otros lugares que atraen en los elegantes centros comerciales, pero antaño los capitalinos estábamos familiarizados con los sitios donde encontrábamos esas especialidades que ahora son nostálgicas, muchas de ellas ya perdidas.
Con esas remembranzas nos ubicamos en el pasado cuando niños, jóvenes y adultos acudíamos al bazar de doña Carlota Membreño, situado en una antigua casa de la calle de atrás de la Catedral, en la cuadra anterior al callejón Casco, frente a la agencia de la Cervecería Hondureña (foto 1), donde doña Coca, hermana del Dr. Alberto Membreño Márquez, presidente de Honduras en 1915, expendía los vasos de refrescante chicha, las moritas, las famosas campiranas, las novias, los cacahuates garrapiñados, las galletas confiteadas, los duraznos en miel, los rosquetes, las rosquillas en miel, los alborotos o sopapos, los famosos nances en guaro que se vendían , los pirulines y otras delicias.
A unos pocos metros hacia el norte, en otra vetusta casa operaban los billares de “Petete”, donde después del mediodía se vendían las famosas enchiladas que los capitalinos degustábamos en un salón anexo a los billares o las llevábamos a casa envueltas en papel estraza.
Otra especialidad de la ciudad eran los “sándwiches de basura”, preparados por doña Mélida y doña Leonor Reyes, quienes se instalaban en la esquina del almacén de don Salvador Shacher (foto 2). La venta se iniciaba a las cinco de la tarde hasta las nueve de la noche, cuando comenzaba la última función del Cinema Variedades. Los sándwiches los preparaban con pan blanco horneado, gallina india con todo y huesos, lechuga, rodajas de tomate, cebolla, pepinillos, papa cocida en rodajas, remolacha, repollo picado y los rociaban con vinagre. Aquellos hermosos sándwiches eran favoritos de todas las clases sociales y no importaba que los prepararan con las manos desnudas, con las mismas que recibían las monedas, nadie se enfermaba y hasta decían que eran más ricos con “sabor a pisto”.

2 En esta esquina frente al Variedades, doña Mélida preparaba los deliciosos sándwiches de basura.

En la subida de La Leona, prolongación de la calle de Las Damas (foto 3) se encontraba la pulpería de doña Moncha Pino, donde se vendía como especialidad la levadura de cerveza servida con trozos de hielo en vasos de vidrio. Pero también en ese lugar se encontraba pan de yema de la Morazán y una variada repostería.
En la plaza de La Merced, (foto 4) existieron dos personajes famosos por lo que vendían, el primero un salvadoreño que instaló una carreta, donde preparaba los más deliciosos raspados de hielo cubiertos con jarabe de sabores exquisitos, mora, piña, nance, guanábana y mango. Quiñónez, que era su apellido, vendía también en botellitas unos refrescos de diferentes sabores que él registró como “Quiñóscola”.
El segundo personaje era una gallego de voz ronca, regordete y de baja estatura, que todos conocíamos como “Patachón” (foto 5). Con una campana anunciaba su presencia para vender desde su carreta, los helados en barquillo que a cinco centavos los sencillos y diez centavos los dobles, eran apetecidos por los viandantes de la zona. El chapudo, vendedor de conos, Eligio Santos tenía en su domicilio de La Hoya, a orillas del río Chiquito, la fábrica casera que atendía con los miembros de su familia.
3 En el lugar señalado por la flecha se encontraba la pulpería de doña Moncha Pino, en La Leona, donde vendían los refrescantes vasos con levadura de cerveza.

Otra de las especialidades de Tegucigalpa era el famoso “calambre” de Tacho Valle, una espirituosa bebida que se servía originalmente en la cantina “El Bosque”, a inmediaciones de la plaza central, contiguo al Palacio del Distrito Central. El compuesto con gin, vino tinto, gotas amargas (limón), azúcar y hielo se batía en botes de vidrio que servían como una coctelera que se utilizaba para beberlo.
La fórmula del exquisito compuesto tegucigalpense, don “Tacho” la cedió a Pedro y Arturo Maradiaga, que fundaron el “New Bar”, a Miguel Rodríguez que abrió “Las Camelias” y a Alfonso Fortín que se instaló en Comayagüela, frente al parque La Libertad con “La Magnolia” (foto 6), recordando en ese lugar los vasos con jugo de piña endulzado con uvas blancas. “El Calambre” fue heredado por don Pedro Maradiaga a José Valentín Pereira, el famoso “Tito Aguacate”.
En comidas, recuerdan nuestros contemporáneos el “Plato Taca” que preparaban don Francisco y Bangui de López en el viejo Hotel Macarthur frente al cine Pálace (foto 7), delicioso platillo con espaguetis, plátanos maduros fritos, frijoles fritos, arroz blanco, queso semiduro y mantequilla rala. Otro recuerdo, los fines de semana, el delicioso mondongo de Chela Iglesias de Estrada, en el barrio Los Dolores, y los tacos en canasta que servían en “El Tacuba”.
4 En la acera, bajo una frondosa acacia, en la plaza La Merced se instalaba Quiñónez y su carreta para vender las quiñoscolas y los raspados de hielo.

Y las montucas, nacatamales y tamalitos de elote que en una enorme batea sobre su cabeza salía a vender por las calles de la capital Carmen Matamoros, productos que nada le duraban porque la gente al escuchar sus gritos “van los tamales y tamalitos” salían presurosos de sus casas para comprárselos antes que se acabaran.
No podemos olvidar, los pastelitos de perro que se vendían frente a la escuela República de Argentina, en la quinta avenida de Comayagüela, y los de “Carioca” que voceaba en las calles y en el estadio Nacional, los pastelitos del Suizo que él partía en su batea con la filosa hachita , los platos de yuca de los Yu Way, los helados del Salón Verde, la repostería de Chinda Díaz, el pan de yema de Cristina Morazán en La Pedrera, de Panchita Zafra y Cristina Salgado en La Ronda, “Chepita” Godoy en la calle de Las Vacas, los pericones de Las Camelias (foto 8), los buñuelos y las novias de Juanita y Paulita Díaz, frente a la Escuela Morazán.
Del recuerdo son las pastas de don Dino Rietti y años después los platillos italianos de Salvatore en el “Roma” de La Plazuela y los sabrosos manjares preparados en el restaurante de Rita Woldijar y la variada repostería del Duncan Mayan Restaurante y el negocio de Gabriel Sierra que en la calle de La Fuente conocimos como “El Viena” con las cervecitas heladas con boquita de jamón y choricitos.
5 La plaza central, al borde del atrio, la carreta de Patachón vendiendo sus famosos sorbetes en barquillo.

Injustos seríamos no evocar aquellas deliciosas sopas de mondongo y de carne de olla de “Chela” Iglesias y sus hermanas en el Barrio Abajo y tampoco dejar en el olvido los aseados comedores y cocinas de los mercados San Miguel, Los Dolores y San Isidro, donde uno saboreaba diversidad de comidas muy nuestras (foto 9).
Y en Comayagüela está en el recuerdo la comida oriental de don Camilo Pon en la cafetería “Lux”, los cocteles de curiles de Newton, contiguo al Panamericano, las refrescantes paletas de la Delta en la Calle Real, la famosa repostería de los Vásquez Cao y en las proximidades de la antigua Casa de Gobierno los helados de don Carmelo Rizzo en el callejón Jockey Club.
En otra ocasión seguiremos haciendo referencia a esas tradiciones en comidas y bebidas de la vieja Tegucigalpa. Mañana es Miércoles de Ceniza, es el comienzo de la Cuaresma. Hasta la próxima semana.
6 El bar de “La Magnolia”, de Alfonso Fortín, lugar famoso por el jugo de piñas uvas blancas.

 
7 Aquí operó el hotel Mac Carthur, de Francisco y Mangui de López, donde se vendía el “Plato Taca”.

 
8 La esquina de Las Camelias, en el Barrio Abajo, próxima al parque Herrera, famosa por “los pericones”.

 
9 En una cocina del San Isidro, en un tablón con bancas y taburetes, sirviendo café mientras una tortillera espera con su canasto que le compren su producto.