CAMBIÓ EL MAPA POLÍTICO

DOS equivocaciones. El fracaso de las encuestas y el entierro del bipartidismo que ya días dan por descontado. Lo que pasó con los vaticinios en otros lugares –España, Estados Unidos, y en varios países de América del Sur– que anticipaban una cosa pero andaban por los montes, acaba de suceder aquí. Si ocurrió en lo más sencillo de presagiar, ¿qué tan creíbles serán los datos que sacan de lo demás? Lo cierto es que no hayan cómo medir ráfagas de vientos cambiantes. Mucho número y muy poca intuición. Sobre las elecciones norteamericanas, pese a la creencia consuetudinaria, aquí en esta columna auguramos otra cosa: “Esta contienda política en los Estados Unidos –dijimos– se sale de todo análisis convencional. Lo que funcionaba antes no necesariamente es algo que vaya a servir ahora”. “Lo que influenció a los votantes en pasadas ocasiones puede no ser determinante en este momento. Bien por circunstancias inasibles o porque horas antes de la elección algo impactante sacude el tablero”.
“La política –decíamos ayer– es un complicado acertijo donde juegan los sentimientos, las contrariedades, las insatisfacciones, las pasiones, las malquerencias, las frustraciones, las lealtades, lo profundo y lo cosmético, las realidades, las percepciones, las apariencias y las esperanzas. Ahora con las fuerzas antisistema cada vez es más difícil interpretar al votante o ponderar el estado anímico colectivo. Cada caso tiene sus propias características que lo diferencian de otros escenarios”. Dicho lo anterior, sería un error la lectura equivocada de un mapa que ya es otro después del resultado de estas elecciones primarias. Digamos, el horóscopo que colocaba en un despreciable último lugar al otro partido político tradicional, casi al borde de la extinción, salió patas arriba. Solo imaginar el azoro de los sacerdotes y fariseos que recomendaron al aborrecible gobernador romano enviar soldados a cuidar la tumba, al enterarse que había resucitado. El otro ingrediente sería la percepción de los indecisos, de los independientes, de los neutrales. ¿Qué sucede con el atractivo “outsider”, ahora que cae al costal político contaminado y, de repente, surge un nuevo fenómeno que bien podría reemplazar lo anterior? ¿Cuál será más melifluo a los sentidos, el viejo discurso rayado o uno más fresco y prometedor? ¿En ese innegable hartazgo a la política, no cree el amable lector que la gente quiera empaparse de algo que le despierte mayor esperanza?
¿Cómo computa en la ecuación matemática ese montón de nacionalistas que fueron a votar por la reelección; tan hondureños y patriotas como todos los otros que se oponen? A propósito de la aritmética –aunque en política dos más dos no siempre sume cuatro– han medido la longitud del recorrido de los grupos opositores para aproximarse a los números obtenidos por el partido oficial? Claro, no hay que menospreciar ese volumen alto de ciudadanos –una tercera parte de los electores– que todavía no toman partido pero que, en el momento que decidieran hacerlo, bien podrían inclinar cualquier elección. Eso lleva al obligado tema de las alianzas. ¿Será posible un bicho de esos impuesto por una cúpula hacia abajo, o más bien algo que surja espontáneo de la base hacia arriba? No necesariamente como alianza, sino como torrente que se mueve de un lado al otro. Las avalanchas no suelen deslizarse de los más hacia los menos, sino a la inversa, de lo más poquito hacia lo más. Si para algunos esta ciencia de sumas y restas, de multiplicaciones y divisiones, fuera materia muy complicada, piensen entonces en la naturaleza. ¿Cuál es el flujo de la corriente? ¿Cómo se desplazan las aguas? ¿El torrente nace en el océano y de allí agarra cuesta arriba hasta trepar la vertiente, o más bien es el líquido de los ríos –por mansos o caudalosos que sean– que busca desembocar en el mar? Sí, está dicho en parábolas, pero nada es indescifrable donde hay talento. El entendimiento es para espíritus acuciosos.