Había una cipota que me gustaba…

Había una cipota que me gustaba, de eso hace mucho tiempo, bonita, casi una niña, su cuerpo temblaba de pies a cabeza cada vez que me aproximaba a ella, era una emoción limpia, sana, sin deseos de sexo, simplemente se emocionaba y me lo decía: “No sé por qué tiemblo tanto”, le respondí: “esas son las cosas del amor”. Los tiempos han cambiado, la gente -hombres y mujeres- nos ven más que sus propios intereses y la satisfacción de complacer sus deseos sexuales. Se acabaron los versos, las serenatas, las cartas de amor, los telegramas, y todas esas cosas que hacían del amor algo especial.
La tecnología se ha encargado de hacer a un lado la emoción que se sentía al escribir una carta de amor, ahora con un mensajito se arregla todo o con estar chateando. Las mujeres ya no reciben una misiva perfumada con una fotografía, ni la mujer puede hacer lo mismo. Las cartas perduraban, hay quienes las guardan como un preciado tesoro. Vi una película de los EE UU basada en unas cartas de amor y los sufrimientos de la protagonista. Dicen los pícaros que ahora con un quinientón no necesitan hablar mucho a una mujer.
Antes el hombre le pedía permiso a una dama: “Me recibe un papelito”, si a ella le agradaba el pretendiente aceptaba la carta. Hoy en día dicen que si alguien le dice a una muchacha que le reciba un papelito, la respuesta es la siguiente: “Sí… pero sea de quinientos. La expresión amorosa en una carta era algo muy, pero muy especial. Que tal si usted señora o señorita recibieran una carta con las siguientes palabras: “Yo tengo un sueño oculto sobre cosas sabidas, para contarlo a solas en las tardes de lluvia, yo tengo un ansia extraña de pequeños posibles, para callar a ratos sin pensar que mentiste, yo conservo intactas mis raciones de olvido para borrar de un golpe mi pequeño pasado. Y si un día descubro que mis pasos se han ido, volveré a ser mi sombre para seguir contigo”.
No papa, ahora solo jayanadas ponen en las supuestas cartas que mandan por internet. El amor jamás va a fallecer, hay quienes tienen el corazón en la mano para repartirlo a pedazos a las mujeres que amaron. Mi novia, la cipota bonita que temblaba al verme, la que bailó conmigo una vez, fue de esas mujeres verdaderamente apasionadas por el amor, el verdadero amor.
Escuchar un requinto en la madrugada, las voces de un trío, eso era típico en Tegucigalpa, San Pedro Sula y en pueblos, aldeas y caseríos, las novias despertaban al escuchar las voces: “Despierta dulce amor de mi vida, despierta si aún te encuentras dormida, escucha mi voz vibrando bajo tu ventana, en esta canción te vengo a entregar el alma, perdona si interrumpo tu sueño, pero no pude más y esta noche te vengo a decir te quiero”. ¿Para qué papa!…con eso se decía todo, luego venían aquellos bolerazos que hacían estremecer el corazón de las mujeres del barrio: “Dicen que la distancia es el olvido, pero yo no concibo esa razón, porque yo seguiré siendo el cautivo de los caprichos de tu corazón”, luego venían otros que fascinaban a las novias, y porque no decirlo, a las suegras también que disfrutaban de aquel romántico despertar.
En Estados Unidos ha sucedido un fenómeno con un hombre que es un símbolo de la canción, me refiero a Tony Bennet quien ya cumplió sus 85 años de edad y está cantando mejor que antes, los jóvenes son los que llenan sus conciertos, lo aplauden, disfrutan de su música, Tony es quizás el último cantante de una generación extraordinaria a interpretes como Frank Sinatra y otros, de aquella época de oro de las grandes bandas que aún existen para deleite de millones de personas. Tony Bennet ha grabado duetos con los mejores cantantes estadounidense4s y latinos, entre ellos Juanes, Vicente Fernández que cantó con Tony “Regresa a mí” en español e inglés, también Thalía, Alejandro Sáez y a otros famosos.
Pero aún hay tríos en Tegucigalpa que se llevan “lechuciando” frente a la Escuela de Bellas Artes en Comayagüela esperando a sus clientes. He visto llegar carrozas a llevarlos para darle serenata a sus esposas por su cumpleaños o bien en el día de la madre para que las señoras de la tercera edad se delinten escuchando la música con la que las enamoraron. Recuerdo que con mi novia, la cipota bonita, bailamos boleros que yo andaba en mi grabadora. Fue una noche inolvidable, sin malicia, sin toqueteos, sino algo muy especial que sentimos ella y yo hace muchos, pero muchos años. Con el tiempo no la volví a ver. Traigo estas cosas del recuerdo para que tengan presente que no se a muerto el amor, que ahí están los tríos en espera que los contraten y dejar escuchar sus voces y guitarras al llegar la medianoche. Qué bonito verdad?