La constelación de satélites Galileo se mueve

Podríamos vivir sin teléfono móvil como podríamos vivir sin televisión o sin agua corriente en las casas. Basta mirar cien años atrás: muchos nunca fueron a la escuela, nunca viajaran en avión y, desde luego, ninguno tuvo GPS para llevar las vacas al prado.
Si nos lo proponemos, también nosotros podríamos vivir sin móvil, sin Internet y sin GPS, pero ya cuesta trabajo imaginarlo: esta triple adición —móvil, red y GPS, el tres en uno de la modernidad— se han fijado a nuestra piel y a nuestra conducta como si nos hubieran implantado un microchip bajo la piel.

YA EXISTEN CUATRO SISTEMAS GNSS

Conversamos sobre el futuro del GPS, a bordo del buque de investigación oceanográfica “Hespérides”, con el capitán de fragata Juan Conforto Sesto, Jefe de la Sección de Hidrografía del Instituto Hidrográfico de la Marina de España (IHM), responsable del proyecto GALILEO-IHM, que se desarrolló de enero a marzo de 2017 en la Antártida.
“Decimos GPS, por costumbre, porque fue el primero y el único durante mucho tiempo, pero deberíamos hablar de GNSS (Global Navegation Satellite System): cualquier sistema de localización y posicionamiento por satélite: hay cuatro ya, el GPS, propiedad de EE.UU.; el GLONASS ruso; el BEIDOU chino, en fase de lanzamiento; y el GALILEO, el europeo, propiedad de la Comisión Europea”.

Expertos calibrando los utensilios para una prueba del Galileo en la Caleta Cierva, en la Antártida,una de las últimas pruebas del sistema satelital. Foto: Valentín Carrera

“Ya no podemos concebir la vida sin alguno de estos cuatro sistemas GNSS —explica Conforto—, porque la navegación vía satélite es omnipresente en nuestras vidas: la usan trenes, aviones, barcos, automóviles; un bar para captar clientes, una gasolinera para guiar a los conductores, Google Maps, cualquier cajero de banco; tal vez el reloj que lleva usted en la muñeca; su móvil, por supuesto; y la red eléctrica que le permite cocinar, calentarse y ver la tele, cuyo flujo y sincronización fina se hace con GPS o con un reloj atómico. Sin saberlo, somos hiperdependientes del GNSS, por no citar policía, bomberos, ambulancias, todos los servicios de protección civil y telecomunicaciones, y los ejércitos”.
El uso militar del GNSS es la pieza incómoda, pero central, del puzle: el GPS nace en Estados Unidos al servicio del Pentágono que, en algún momento, libera un canal, por así decirlo, regala su chorro de satélite, gratis (nadie paga un canon por llevar GPS en el móvil), con la única contrapartida de controlar el asunto. Dicho coloquialmente, “eres un barco oceanográfico, estás navegando por la Antártida con mis datos, con mi GPS, y si mañana hay un grave conflicto bélico, cierro el grifo y ahí te quedas”.
En algún momento de esta sofisticada historia, Europa, a través de la Comisión Europea, toma conciencia del riesgo de apagón GPS. Un apagón sin aviso previo y sin derecho a reclamar. Ya se ha dicho que es un sistema gratuito y propietario: un regalo americano a sus amigos en todo el mundo… mientras no afecte a sus intereses militares.
Un científico realiza una prueba de conexión con el sistema Galileo en la Antártida. Foto: Valentín Carrera

¿Sería impensable un corte del servicio? “No estamos en el escenario de un conflicto global —explica Juan Conforto—, pero es fácil entender que las comunicaciones es lo primero que se corta, para evitar los ataques de “jamming” y “spoofing”, formas de alterar la señal para engañar al enemigo, etc.”.
Tan claro lo tuvo Rusia que lanzó su propia red GNSS, el sistema GLONASS, y China hizo lo mismo en 2006, tras una escaramuza a medias con Europa que no prosperó.
Por ese carácter militar del GPS —aunque todos disfrutamos de sus favores civiles—, hemos llegado a la situación de cuatro sistemas de satélites redundantes entre sí: cuatro constelaciones de chatarra orbitando en el espacio.
Expertos del programa Galileo haciendo unas pruebas en la isla de la Media Luna en la Antártida. Foto: Valentín Carrera

UNA SEÑAL MÁS ROBUSTA QUE EL ACTUAL GPS

La europea lleva el nombre del genial cosmógrafo y astrónomo Galileo Galilei, a quien la Inquisición obligó a retractarse de su absurda afirmación de que la Tierra se mueve alrededor del Sol.
“Eppur, si mouve”, musitó en voz baja tras haberse librado de la hoguera, “Y, sin embargo, se mueve”. La nueva constelación europea también se mueve.
“El sistema Galileo -prosigue el jefe de la misión antártica española del IHM— nació en el seno de la Agencia Espacial Europea en 2003 y estará plenamente operativo dentro de tres años, en 2020, pero ya hay dieciocho satélites orbitando de los treinta previstos. Cualquier dispositivo que disponga del chip adecuado puede recibir la señal ya. Tu móvil actual no tiene GALILEO —indica Conforto—, pero cuando cambies de móvil o de coche, los próximos vendrán con GALILEO”.
De hecho, los seis hidrógrafos del IHM, dirigidos por Conforto, viajaron a la Antártida provistos de diez móviles dotados con el chip GALILEO, fabricado por la empresa española BQ, por ahora la primera y única empresa europea en ofrecer este sistema al mundo.

Parte del equipo que está trabajando para el sistema Galileo de regreso al buque oceanográfico Hespérides (al fondo). Foto: Valentín Carrera

A su vez, la empresa GMV, también española, prueba en estas latitudes un prototipo de receptor, de cuyo trabajo de campo se ocupa el ingeniero Carlos Moriana; y completan el equipo el capitán Miguel Ángel Cabeza, el ingeniero  José Ignacio Romero y la geóloga María Gómez Ballesteros, del Instituto Español de Oceanografía (IEO).
Esta misión antártica comenzó en la campaña de 2016, cuando había solo cuatro satélites en órbita (el número mínimo para fijar una posición GSNN); y continúa este año con once satélites enviando señales, por lo que los resultados están siendo mucho mejores.
Siempre que el mar y el viento lo permiten, el equipo del IHM baja a una isla, o a la península antártica con alguno de los tres receptores de GALILEO, y los ponen a “escuchar” la señal, como usted y yo con su radio, o mejor con su móvil.
Una señal que es una onda de radio, como la de su FM habitual, en frecuencia muy alta, que ha de atravesar la ionosfera y la troposfera, lo que conlleva algunas distorsiones, que el sistema debe corregir.
Los diez móviles de BQ, del modelo Aquarius X5Plus, programados con distintas configuraciones (GPS + Galileo, GPS + Glonass, solo GPS, etc.), registran la señal, y todo ello se monitoriza mediante ordenadores. El objetivo es evaluar la mejora que supone a distintos niveles una señal más robusta que el actual GPS.
Parte del equipo de Galileo. Foto: Valentín Carrera

Esta será una de las ventajas del nuevo Galileo frente al viejo GPS, la precisión, puesto que la señal que el Pentágono regala no es la misma que usan sus naves y comandos.
Los ciudadanos que no necesitamos la precisión de un misil tendremos con GALILEO un sistema GNSS de posicionamiento por satélite muy avanzado (precisión de un metro para el servicio gratuito; un cm en el de pago), con garantía de uso civil, que mejorará nuestra calidad de vida: desde la predicción del tiempo a las ambulancias, pasando por los futuros coches sin conductor, ¡y su nuevo móvil!.
No tendrá que pagar más por ello, ni dejará de perderse al girar en la próxima rotonda, pero llevará en el bolsillo la onda codificada de alguno de los treinta satélites europeos bautizados con el nombre de un niño o una niña, ganadores de un concurso de dibujo. Galileo Galilei se moriría de ganas por tener un móvil así colgado en su telescopio.
Por Valentín Carrera.
EFE/REPORTAJES