LA “GRAN VICTORIA”

NO se ocupa ser profeta para anticipar el desenlace. Nicolás puede dormir tranquilo. La reunión extraordinaria de la OEA convocada para exigir la liberación de los presos políticos, devolver todas las facultades al Parlamento controlado por la oposición e iniciar la ruta electoral que permita al país salir de la crisis política, económica y social, transcurrió sin novedades. Más bien en la antesala del evento, donde se leería el informe actualizado del Secretario General y activar la Carta Democrática, el tribunal de jueces obedientes a Nicolás levantaban las inmunidades a los diputados de la Asamblea. Eso para facilitar al oficialismo incoar procesos judiciales contra la oposición, haciendo los trámites más expeditos. “Como traidores a la patria los vamos a acusar –amenazó Nicolás– por estar pidiéndole a la OEA la intervención en Venezuela para fraguar el golpe de Estado”.
Al concluir el debate sin consecuencia alguna, Nicolás se congratuló: “Hemos obtenido una gran victoria, ni se aprobó la Carta Interamericana ni se aprobó el comunicado infame de la coalición de países de derecha; victoria popular para Venezuela”. “Nadie debe meter sus narices nauseabundas en Venezuela; la derecha fracasó en su intento de armar una coalición para intervenir el país”. De allí prosiguió con otra bañada al Secretario General con hirientes ataques: “Este grupo de países contrarios –aseguró– están encabezados por Almagro” al que amenazó con una demanda por difamación. El diputado más influyente del oficialismo –conductor del programa “Con el Mazo Dando”– sostuvo que “un favor le harían a Venezuela si la suspenden de la OEA”. En consonancia con Nicolás quien inmediatamente pidió “abrir un debate” en el que se discuta sobre la pertinencia de la OEA. “¿Para qué sirve la OEA si la organización no es de utilidad para los intereses de los pueblos?”. Tal como decíamos ayer, la OEA no va a suspender a Venezuela.
No importa qué tan crítica sea la desfiguración de la democracia o el deplorable padecimiento de la población. Allí hay una práctica, como valor entendido, que agresión a la democracia solo hay cuando se atenta contra un jefe de Estado. Como en el cercano pasado le sucedió a otro de sus miembros que le aplicaron el máximo castigo, en un decir Jesús, en juicios sumarios, sin tanto protocolo de agotamiento de esfuerzos diplomáticos.
Pero cuando el poder que manda sigue allí encaramado, y el desgaste democrático lo sufren las demás instituciones o el resto del país, la consigna consiste en continuar chineando al mal portado; de ser posible hacerle caricias para que deje de chillar. El infructuoso diálogo –que solo ha servido de tregua a la autocracia– desarmó a la oposición que presionaba en las calles. No hubo revocatorio ni se vislumbra salida electoral. No sueltan los presos políticos. El caos de inseguridad, de inflación incontrolable, escasez de todo lo esencial, asfixia a las libertades puede seguir hasta que el pueblo reviente. Mientras el ejército sea devoto aliado de la autocracia nada abrupto va a suceder. Así que Almagro bracea contracorriente. Asimilando el rociador de descalificativos en su contra. Queriendo mostrar a otros gobiernos del hemisferio lo que no les interesa ver. Lo más que pueda salir de esos plenarios es recomendar que sigan dialogando hasta que se les seque la saliva.