SE LE PASÓ LA MANO

NO sabemos si Nicolás recordará estas palabras pronunciadas en cierta ocasión, por su deidad, el extinto Hugo Chávez, con la vehemencia de su inflamada oratoria frente a un público que lo aplaudía con frenesí: “Andan como locos disolviendo la Asamblea Nacional; un golpe de Estado, no te das cuenta pues”. “Lo que ellos están planteando es lo mismo del 11 de abril: Siendo minoría quieren disolver la Asamblea Nacional. Porque la única forma que la Asamblea Nacional no pueda legislar es que se disuelva. Están planteando un golpe de Estado. Síganlo gritando, pero yo les recomiendo aquí que no se les ocurra. Que midan bien sus “triunfos” (le pongo comillas), que midan bien sus fuerzas verdaderas, porque si se les ocurre atreverse, si se les ocurre lanzarse como un toro loco contra nosotros, se van a estrellar de nuevo contra la moral de este pueblo, contra la revolución bolivariana. Así que mejor es que lo piensen bien, que salgan de su borrachera”.

Pues exactamente eso es lo que acaba de suceder en Venezuela. La autocracia disolvió la Asamblea Nacional. Los magistrados obedientes de la Sala Constitucional, con una sentencia descarada, arrebataron las facultades legislativas a la Asamblea Nacional. De ahora en adelante, esa competencia legislativa, conferida a la Asamblea por la Constitución –a los congresistas elegidos por el pueblo– la asume la misma salita de jueces chabacanos. ¿Así que si eso no es “golpe de Estado” qué otra cosa sería? No lo decimos nosotros –y sobra la interpretación que de lo acontecido ofrezca la timorata comunidad internacional– lo dijo el prócer del “Socialismo del Siglo XXI”, el líder epónimo y apóstol consagrado de la “Revolución Bolivariana”, desde ayer y para siempre; reverenciado en el “pasado, el presente y hasta la eternidad”. Aún así, como lo dicho por el padre de este chunche que maneja Nicolás solo apela a los camaradas, veamos otros criterios. Uno de los diarios más influyentes en España editorializa que “se trata de un golpe de Estado para el que no cabe la más mínima matización”. “El retroceso de Venezuela hacia una dictadura constituye una tristísima noticia”. Otro periódico español titula: “Golpe de Estado del chavismo”. En Londres la emisora insignia informó que “La corte venezolana se adueñó de las funciones de la Asamblea Nacional”, mientras un conocido periódico comenta que “el acto del TSJ, controlado por el gobierno, ha despertado temores de que el país desgarrado por la crisis se haya movido hacia una dictadura completa”.

Prensa norteamericana lo considera: “Golpe a la Democracia”; “Este es un golpe anunciado y una vergüenza para el mundo libre”, entre otros. En la OEA acababan de concederle otra tregua –insistiendo en un diálogo inútil que transcurre a pasito tuntún– incitando el regodeo de la autocracia: “Hemos obtenido una gran victoria –declaró Maduro al enterarse que nada había acaecido en la reunión extraordinaria– ni se aprobó la Carta Interamericana ni se aprobó el comunicado infame de la coalición de países de derecha; victoria popular para Venezuela”. Esta vez como que se le pasó la mano a Nicolás. La fiscal general venezolana –afín al chavismo– acaba de pronunciarse sobre la descabellada sentencia de los magistrados títeres: “Constituye una ruptura del orden constitucional”. Almagro ha convocado una sesión de emergencia de la OEA. Insólito, pero el único recurso que le queda al pueblo es la calle. Exponiéndose a una bestial represión. Pero allí yace su fuerza.