¡El narcisismo!

Por: Patricia D´Arcy Lardizábal

El término narcisismo  siempre me ha llamado la atención  comprender en qué consiste, especialmente en los últimos años al detectar en el llamado “lenguaje del cuerpo” que no engaña, ya que las  posturas de pavorreal y los rasgos imperiales de algunos políticos o aspirantes a ser reelegidos en su cargo lo ponen en evidencia como fue descubierto a finales del siglo pasado por P. Nacke y Segismundo Freud;  esta clase de enfermos sociales a los que se inicio con un acto de vanidad a veces llega a concluir en demencia precoz o esquizofrenia.   El narcisista es aquel individuo que toma como objeto sexual su propio cuerpo y lo contempla con agrado, lo acaricia lo besa en el espejo, hasta llegar a una completa satisfacción o clímax, el cual cuando se lleva a este punto hace que esta enfermedad se convierta en una perversión que acapara toda la vida sexual del sujeto que la ostenta o de la que está contagiado.

Este amor exagerado de uno mismo, según las investigaciones de los sicoanalistas,  ocasiona tantas perturbaciones que hace a quien lo adolece que le afecten rasgos homosexuales debido a su “enamoramiento narcisista” asociadas a la libido.

Algunos se vuelven neuróticos y el narcisismo puede degenerar en perversión y si no a un terreno libidinoso del egoísmo vinculado con el instinto de conservación.

Si observamos con atención algunos de los burócratas actuales, o aspirantes a presidente,  han llegado hasta cambiar la forma de caminar, a veces les vemos caminando con el pecho hinchado metiendo el abdomen e inflando el pecho como pavorreales.

Existe en Honduras una planta llamada narciso que crece generalmente a la orilla de los lagos o de las pozas profundas y en la mitología aparecen simpáticos pasajes de la vida de esta planta que se ve la cara vegetal en las límpidas aguas que reflejan su rostro y que se le atribuye cuando ve su imagen reflejada en las aguas, siente celos de esa figura por creer que la que ve en el reflejo es más linda que la original, lo que le acongoja y por eso se pone a llorar.  De allí la expresión narciso o sauce llorón.

Napoleón Bonaparte tenía un “YO” tan extraordinario que nació   según su biógrafo, Alejandro Dumas, refiere: “El señor Napoleón Buonaparte que nació el 15 de agosto de 1769, medía cuatro pies, diez pulgadas y diez líneas de estatura y ha cursado el cuarto año; de buena constitución, excelente salud;  carácter sumiso, honrado, reconocido; conducta muy regular; se ha distinguido siempre por su aplicación en las matemáticas.  Quién hubiera dicho que años después convertido en “Emperador de Reyes” llegó a creer en su “narcisismo tener dotes divinos.  Existe en el Museo del Louvre en París, un cuadro que me impresionó, relacionado con las pestes en Egipto, que se llama “La apostación de manos”, y en el que aparece el emperador poniéndole las manos sobre los hombros a un árabe afectado de la peste, y la historia recoge que pronunció al hacerlo las siguientes palabras, “El emperador te ha tocado… y estás curado”.

Al examinar la actitud en la televisión a varios periodistas, locutores, entrevistadores y entrevistadoras, los vemos “transformados” cuando por suerte para ellos les ha tocado “caer bien parados” pero que se siente, se huele, se detecta que han perdido la perspectiva de la vida creyéndose dioses de la media, guiando, según ellos el destino de este país, confundiéndolo más con invitados que rayan en la ignorancia y prepotencia sin siquiera haber leído “el almanaque de Bristol”.

No queremos concluir imprimiendo prejuicios a nuestras observaciones, sino más bien, dejando en evidencia para concluir nuestro artículo a qué se debe esa transformación o petulancia.  Según el padre del sicoanálisis Freud, dice: que para detectar el narcisismo del sujeto que se ama podemos hacernos las siguientes reflexiones:   Hay varios tipos de narcisistas:

a) Lo que uno es (a sí mismo)
b) Lo que uno fue
c) Lo que uno quisiera ser
d) A la persona que fue una parte de uno mismo.

Es fácil deducir que la producción de un  “YO” ideal los narcisistas la confunden erróneamente, a veces con la sublimación de los instintos.  Sin embargo el que un individuo haya trocado su narcisismo por la veneración de un “YO” ideal, no implica que haya conseguido la sublimación de sus instintos.  El “YO” ideal de muchos hondureños que vemos transitar en el área política exige una mayor sublimación nacional, pero no nos la pueden imponer con pedanterías

El que es, es, y ha sido,  aunque se lo discutan,  y el que no es,  no puede una “chambita” o “chambota” darle la credibilidad que la sociedad exige para poderlo considerar un buen ciudadano, que los hay muchos sin ser pedantes, ególatras o narcisistas.

Esa soberbia, esa ambición de poder, no es grandeza, sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano. (San Agustín).

Y concluyo nuestro artículo con una frase que me caló hasta lo más profundo: “Frente a los hombres águila, ante Dios, gusano.  He ahí cómo debes colocarte ante las tempestades de la vida.  Solo el que siente su pequeñez ante Dios puede mostrarse potente ante los hombres…”.

Escojamos entonces, ahora que están a la vuelta de la esquina  aquellas personas que reúnan las cualidades propias de un verdadero estadista, humilde, preparado; aquel  que va a representar cada partido político, reconocido por el Tribunal Supremo Electoral, razonemos el voto, el futuro de Honduras está en el instante mismo en que lo depositemos en  la urna, pensemos en EL HOMBRE, aquel o aquella que será la persona que dirigirá los destinos de la República de Honduras.

P.D. Los votos deberían pesarse, no contarse…