Municipalidades con desarrollo comunitario y transparencia

Por: José Rolando Sarmiento Rosales

En 1978 cuando asistimos a cubrir la instalación del Proyecto de desarrollo de la región occidental  por parte de CONSUPLANE y la Secretaría de Gobernación y Justicia, en la ciudad de Santa Rosa de Copán, conocimos realidades preocupantes de la crítica situación económica de las municipalidades de aquella importante región del país, que seguramente también ocurría en la mayoría de los  municipios de Honduras, algunas de esas alcaldías, en Copán, Lempira y Ocotepeque, que  recaudaban unos tres mil a cinco mil lempiras anuales, que apenas podían pagar un único empleado indispensable, el secretario, que desempeñaba también las funciones de registrador civil, tesorería, quien guardaba las llaves del vetusto y deteriorado Cabildo Municipal, para abrirlo y permanecer en la oficina, atendiendo a los vecinos que llegaban por algún trámite necesario, tal como el asentar una partida de nacimiento, una defunción, celebrar un matrimonio, o pagar alguna contribución, además asistir con la redacción del acta de las sesiones quincenales de la Corporación Municipal, cuyos integrantes no recibían ningún emolumento, porque los misérrimos ingresos no lo permitían, mucho menos para financiar la construcción de obras y la instalación de servicios públicos esenciales como el agua, apertura de calles y caminos vecinales.

Existían apenas unas treinta alcaldías municipales que gozaban de independencia económica encabezadas por Tegucigalpa y San Pedro Sula, las únicas que pertenecían a la Asociación de Municipios de Honduras, porque podían pagar las cuotas de contribución a la entidad edilicia, requisito indispensable para poder acceder a los créditos que otorgaba el Banco Municipal Autónomo, organismo descentralizado encargado de financiar las obras de las municipalidades calificadas, el resto dependían de las dádivas y los subsidios gubernamentales, tramitados con el apoyo de los diputados de cada departamento, o las obras planificadas por algunas secretarías de Estado u organismos autónomos como el SANAA, ENEE, HONDUTEL, solo así se construía un camino para conectarlos con las carreteras principales, un sistema de agua potable, una escuela, un colegio, servicios de electricidad y telefonía.

Con la nueva Ley de Municipalidades que les devolvió la autonomía a los municipios hondureños, desprendiéndose de la Secretaría de Gobernación y las gobernaciones departamentales, para elegir sus propias corporaciones municipales, que las administran independientemente, es sorprendente el avance en la recepción de ingresos por la recaudación de impuestos, tasas y cánones de las 298 municipalidades del país, con la aplicación del sistema catastral que ha venido dando lugar al registro efectivo de propiedades de bienes inmuebles, en las áreas urbanas y rurales, sean viviendas, apartamentos, edificios comerciales e industriales, fincas, haciendas ganaderas, granjas avícolas, porcícolas,  piscícolas, hortícolas, frutícolas, más la extensión anual de permisos de funcionamiento de todo tipo de negocios, el porcentaje correspondiente por la cuantía de ingresos de los negocios o volumen de ventas anuales, la tasa mensual por la recolección de la basura, ahora también por la limpieza y barrido de calles, más la parte correspondiente a la tasa por circulación y matrícula de vehículos automotores.

Esenciales las transferencias estatales trimestrales aprobadas por el Congreso Nacional, que en muchos casos ha venido a sacar del olvido y el atraso a la mayoría de los municipios pequeños y pobres de Honduras, que hoy tienen capacidad para poder financiar su operatividad, sino que con los fondos provenientes del Estado, pueden ahora financiar y construir obras públicas, como los sistemas de agua potable, alcantarillado sanitario y de aguas lluvias, construcción y hasta pavimentación de calles urbanas, caminos rurales, proyectos de electrificación de barrios, aldeas y caseríos, parques, plazas, sus propios edificios municipales, antes de bahareque y tejas que se caían a pedazos por antigüedad y falta de mantenimiento.

Se ha pasado del uso de canuteros y tinteros para elaborar los documentos públicos, con preciosa caligrafía, a las máquinas de escribir, las sumadoras, calculadoras, las cajas registradoras para los ingresos, y hoy a las modernas computadoras, con sus impresoras, con la adopción de las redes de internet, para mantener en línea y al día sus ingresos, sus contabilidades, sus cierres trimestrales de cuentas, sus cuentas de cheques en bancos, para pagos de personal, adquisiciones y contratos, transparentando y dinamizando así la administración municipal.

Es asombroso y admirable que ahora en muchas aldeas y caseríos los habitantes cuenten con buenos caminos y calles para la circulación de personas y vehículos, que disfruten de alumbrado  público, con sistemas de agua potable, con centros educativos de párvulos y primaria completa, algunas hasta con colegios secundarios, centros comunales, con sus dinámicos patronatos, juntas de agua y vigilancia comunitaria para mantener el orden público, la paz y tranquilidad vecinal, algunas de ellas incluyen balnearios naturales, piscinas y centros de diversión, con sus discotecas para eventos bailables y restaurantes de comida criolla e internacional, modernos albergues y hostales para el turismo interno que ya comienza a desarrollarse en el país.