Notas sobre la nueva novela histórica en Latinoamérica

Por: Carlos Cruz García

Pasante del Doctorado en Educación por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.
Máster en Humanidades: Estudios literarios por Universidad Autónoma del Estado de México.

En los años noventa América Latina experimentó un auge en la producción de obras literarias, que tenían como tema central la reconstrucción de su historia. En este sentido diremos que este auge se debió, en gran medida, a la contribución que la Historia  ha tenido con la creación y producción literaria desde siempre, y a la intención de conocer el pasado desde otro ángulo. Es decir, la literatura se ha servido de la historiografía para ficcionalizar los hechos históricos de determinada región y, de esta manera, dar cuenta de ellos o ponerlos en tela de juicio. En este último caso, el género de la nueva novela histórica a finales del siglo XX es una nueva manera de afrontar la historiografía,  así como de poner de relieve el olvido, la omisión y la tergiversación de los eventos históricos, pero sobre todo el fomento de la memoria colectiva.

En el plano de la crítica literaria, la nueva novela histórica se sirve de múltiples recursos estilísticos como la parodia, la ironía, efectos de inverosimilitud, pasquines, escenas carnavalescas o intertextos directos para recrear una versión alterna a un determinado hecho o evento histórico, cuestión que la Historia no puede hacer debido a la naturaleza objetiva que se le adjudica a la misma y, por supuesto, a la versatilidad que la literatura tiene con respecto a la recreación artística de la realidad. El análisis crítico que hacen dichas obras se logra, según Pons, a través de: “la ausencia de un narrador neutral, la presencia de diversos discursos, anacronías históricas y lo burlesco, formas auto reflexivas que llaman la atención sobre el carácter ficcional de los textos y la reconstrucción del pasado representado”. (Pons, 1996: 17).

En este tenor, las obras literarias no solo proponen una manera distinta de (re)escribir la historia, sino de (re)leerla desde muchas perspectivas. Lo anterior se refiere a que dentro de la nueva novela histórica existen muchos modelos de mundos , muchas visiones, muchas voces o lo que Bajtín llamara heteroglosia. Por tanto, muchas maneras de observar cómo los eventos o hechos históricos acontecieron. Pons acierta al no dar un concepto acabado del género emergente, puesto que las obras latinoamericanas de corte histórico no tienen características tan rígidas que se puedan encontrar de manera general, ya que las mismas responden a situaciones propias de cada región. La temática y la perspectiva que cada autor le va a dar a su obra va depender, precisamente, del contexto social en el cual se esté escribiendo la historia, lo que vuelve a la nueva novela histórica latinoamericana rica en cuanto a reconstrucción del pasado.

Con todo, estas novelas, en particular, presentan o pretenden mostrar, en algunos casos, la historia del lado de los marginados. La trama de dichas no obras pone a los lectores a meditar en lo que piensan como ley inamovible, ya que no muestra la historia de los vencedores, sino la de los vencidos. Invita, pues, a ver los hechos históricos desde diversas perspectivas. En Latinoamérica, las mismas presentan nuevas visiones: las visiones de los “sin voz”.

Podemos mencionar algunas novelas como: Noticias del Imperio de Fernando del Paso (México), El General en su laberinto de Gabriel García (Colombia) y El Entenado de Juan José Saer (Argentina). En Centroamérica podemos encontrar obras como: Sombras nada más del nicaragüense Sergio Ramírez, Asalto al paraíso de Pedro Albarán (Costa Rica); Tierra de Ricardo Lindo (El Salvador). Si bien existen obras que reconstruyen los eventos históricos desde la subjetividad del autor, hay otras que nacen para reafirmar lo documentado por la historiografía. Estas obras tienen como finalidad preservar, desde la ficción, la historia oficial del discurso de los historiadores, como el caso de autores hondureños como Julio Escoto y su obra El General Morazán, marcha a batallar desde la muerte y Rey del Albor Madrugada, o la obra de Alfredo León Gómez y su obra Memorias de un soldado a punto de morir; La guerra mortal de los sentidos de Roberto Castillo, por mencionar algunos ejemplos. Dichas obras están más cerca de reafirmar la fidelidad de los documentos históricos, que de criticarlos. No obstante, estas obras están plagadas, por obvias razones, de discursos críticos propios de este subgénero literario. Por otra parte, hay tipos de obras que intentan socavar o reivindicar la historia con una postura menos historiográfica, menos cargada de ideologías políticas, y que utilizan parodias, discursos irónicos, pasquines, ridiculización de personajes históricos en el mundo ficcionalizado de la obra, la desmitificación y/o humanización del héroe. Pero debajo de toda esta especie de carnaval, de este aparente sin sentido, se esconde una dura crítica a la imagen historiográfica que se tiene por verdad. En este sentido, la nueva novela histórica de finales del siglo XX destaca por este tipo de intención.

A manera de cierre a estas breves notas podemos destacar que América Latina, y en especial Centroamérica, son regiones donde la nueva novela histórica ha encontrado en este género literario una manera de cuestionar su pasado, desde los márgenes de la misma historia y desde la memoria colectiva, para reafirmar la identidad en un período poco claro. Dichas obras de fines de siglo XX nacen de manera significativa en América Latina porque responde a grandes transformaciones sociales y políticas. Sin embargo, el género de la novela histórica tradicional, del siglo XVIII, que Lukács (1977) propone en su obra también emerge para explicar las mismas condiciones que la nueva novela histórica. El cambio que se puede observar en las recientes producciones radica en la manera en que el pasado es evocado por las mismas, ya que en estas obras el pasado es puesto en tela de juicio y desmitificado; además, se apuesta por la búsqueda de una identidad nacional en la memoria fragmentaria de las naciones.Invitamos, pues, al lector, a acercarse a las obras de autores hondureños para conocer de qué manera los mismos (re)construyen desde la literatura la historia de nuestro país.

Bibliografía:

GRINBERG PLA, Valeria (2008), “La novela histórica de las últimas décadas y las nuevas corrientes historiográficas”, en Rolando Sierra Fonseca y Mackenbach Werner, Historia y Ficción en la Novela Centroamericana Contemporánea, Tegucigalpa, Ed. Subirana.

LUKÁCS, György (1977), La novela histórica, España, Ed. Grijalbo.

Marrou, Henri-Ireéne, El conocimiento histórico, Barcelona, España, Editorial Idea Universitaria, 1999, p. 41.

PONS, María Cristina (1996), Memorias del Olvido. La Novela histórica de fines del siglo XX, México, Ed. Siglo XXI.