Pobreza e identidad: su relación

Por: Marcio Enrique Sierra Mejía

La condición de desarrollo de la identidad en Honduras está relacionada fuertemente a la superación de la magnitud y la cualidad del estado de pobreza de las regiones y los espacios locales que forman nuestro territorio. La pobreza que se manifiesta como una situación de carencia no solo de ingresos, pero también de derechos humanos, y que requieren de ayuda para ser compatible con la mera supervivencia; se ha convertido en la piedra que aplasta la identidad. En este sentido, el gran desafío del desarrollo inclusivo para conquistar la identidad de la gran mayoría de la población en nuestra nación, pasa necesariamente, por la superación de toda condición de pobreza, eliminándola hasta hacerlo posible.

Debemos reconocer que existe una relación dialéctica entre determinantes estructurales y las posibilidades individuales, en la que se integran aspectos tanto económicos, como sociales, culturales y psicológicos. Los pobres también construyen y deconstruyen identidades. Andan tras el encuentro de una identidad. Dada su ubicación en un extremo desafortunado de la estratificación social se ven vedados a la elección de la identidad, son gente que no deciden sus preferencias (Bauman, 2005:86). Lo que para Castel serían los desafiliados, que están en una posición que no necesariamente significa la ausencia de vínculos, sino que una ausencia de inscripción del sujeto en estructuturas dadoras de sentido (Castel, 1999:42).

En Honduras, la estratificación social es un poderoso factor que da identificación a unos más o menos a voluntad, pero a otros que son la mayoría, se las impide o se les induce a cargar y acatar identidades que desprecian, imposibilitándoseles el despojo o quitarse de encima la identidad que les han cargado. Como lo expresa un destacado científico social, les imponen identidades que “estereotipan, que humillan, que deshumanizan, que estigmatizan (Bauman, 2005:86).

Los hondureños que viven en el umbral de la pobreza o están bajo ella pareciera que viven una identidad negativa que la soportan, sobre todo los grupos de población en extrema pobreza, que la llevan en sí mismos, en sus cuerpos, en sus espacios, en su presencia, son las marcas de la pobreza, en particular las mujeres jefas de hogar, o los pobres que vienen del interior de los departamentos a vivir en barrios marginales. Podríamos apreciar testimonios de familias que están desarrollando “posiciones subjetivantes en condiciones de desubjebtivación (falta de trabajo, fragilidad en los soportes relacionales).

En Honduras, las condiciones de desigualdad y el espacio habitual en que viven la mayoría de familias pobres, contribuyen a generar categorizaciones que marcan en ellas, una serie de estereotipos, construidos en torno a jefes de hogar, que perciben los procesos de identificación de acuerdo a rasgos del grupo en particular al que pertenecen y que se ven influidos (la mayoría son familias de extrema pobreza urbana), por procesos de identificación, expuestos a imágenes sociales que ejercen efectos descalificantes. Es casi seguro que si escuchamos relatos de personas de grupos de población pobres que no encuentran una salida en el mercado laboral, vamos a comprobar efectos de estigmatización que les hace adquirir “atributos profundamente desacreditadores” (Goffman (1963). En la sociedad hondureña, existe la usanza de categorizar a las personas, y muchas veces, se hace a través de la estigmatización, que hace referencia a la posesión de atributos profundamente desacreditadores. El uso de la estigmatización se da a través de procesos que revelan la inferioridad (Crovara, 2004). Por ejemplo, el ser jefa de hogar de una familia en extrema pobreza, da como resultado una identidad incómoda, poco digna, viven en negación  bajo una identidad adversa.

Concluyendo, necesitamos comprender los procesos de producción y circulación de sentidos vigentes en torno a la pobreza, que tenemos en distintas zonas geográficas del país. Hay que explorar la producción de la pobreza como fenómeno discursivo, rescatando los sentidos atribuidos de los propios actores, que experimentan distintos modos de vivir la pobreza en barrios periféricos de la capital o de San Pedro Sula, que son de alta concentración de pobreza en la actualidad. Es importante estudiar el discurso de los pobres porque, de alguna manera, lo hemos silenciado y postergado en el discurso social y hacer visible sus voces, sus aspectos inéditos, las tácticas y estrategias que construyen en su realidad cotidiana.