Preocupantes augurios

Por Juan Ramón Martínez

Estamos muy lejos de los tiempos que asociábamos los procesos electorales con una fiesta cívica. En que el pueblo, por medio de los partidos, elegía en forma civilizada, a sus gobernantes. Ahora se ataca al bipartidismo –que ha sido responsable de la estabilidad y de lo bueno y lo malo ocurrido en la historia del país– se desconocen las autoridades electorales; se pisotean los principios de la democracia interna partidaria; se reconoce, cosa que algunos habíamos anticipado, la inconveniencia de movimientos, sin la venia de los “propietarios” de los partidos políticos; se anuncia una insurrección del pueblo para derribar al sistema establecido; e incluso, se anticipa que pueden lograr, vía el levantamiento callejero, impedir la práctica de las elecciones generales que serán convocadas para el 26 de noviembre próximo. Así como, contradictoriamente, se habla de alianzas, tanto en el Partido Liberal –que no sabe la peligrosa toxicidad que significa involucrarse con sectores que no son democráticos– como Zelaya y Nasralla, que invitan; pero acusan al Partido Liberal, como responsable, con el Partido Nacional, de todo lo malo que ocurre. Mientras tanto, el Partido Nacional, ya ha empezado su campaña para un segundo mandato de JOH, que cuenta con el tácito silencio y complacencia de todas las fuerzas y grupos políticos, incluso los que se rasgan las vestiduras, por la ilegalidad de su participación.

Hay condiciones objetivas, para imaginar un escenario de inestabilidad. Los actores que provocaron la crisis del 2009, están activos. Zelaya Rosales sigue retando al sistema, mientras algunos colegas, tímidamente, incluso anticipan que, en vez de elecciones generales, vamos hacia una Constituyente, imitando a Venezuela, cuyo estrepitoso fracaso, extrañamente, provoca esperanzas en algunos inocentes compatriotas. Y Nasralla, posiblemente no del todo consciente, usa su figura para empujar al país hacia la inestabilidad y la convulsión. Amenazando –y esta es una coincidencia– con la “libanización” del país, en que los grupos políticos, no resuelvan sus diferencias en la voluntad de la ciudadanía y la ley, sino por su capacidad para hacerse daño mortal, unos a otros. El Partido Liberal, con un nuevo reacomodo de sus fuerzas internas, se presenta con un candidato que por inexperiencia, no tiene conciencia de los riesgos que puede correr el país, en un clima de inestabilidad. Y, lo peor de todo, la sociedad civil, desde 2009 para acá, en vez de fortalecerse para que los ciudadanos la usen en sustitución de los partidos; o para frenar sus excesos, se ha debilitado en forma tal, que los factores de estabilidad del pasado, casi han desaparecido. Apenas nos quedan las iglesias –católicas y evangélicas– y algunos grupos minúsculos, notándose la ausencia de los obreros, los campesinos, los cooperativistas y la ciudadanía urbana. Los empresarios y los periodistas, lucen atrapados por la burocracia, sin poder asumir el papel de estabilizadores de otros tiempos.

La inestabilidad que parecen anunciar, los discursos, declaraciones y pronunciamientos de los políticos “antisistema”, comprometen la continuidad del proceso que, iniciado por Lobo Sosa, ha seguido con más energía JOH. De modo que, la lucha en contra de la corrupción, la movilización frente a la delincuencia y la búsqueda de nuevas inversiones para reducir la pobreza del país, experimentarán una inevitable paralización. Cosa que, por lo demás ha sido típica en la historia del país, en donde la formación de capitales y las inversiones que hicieran posible una burguesía nacional fuerte, –no dependiente del gobierno– y una clase media que pueda resistirse al caudillismo rural e ignaro de los partidos, ha sido materialmente imposible.
Los que viven de la carroña y la basura, están contentos con lo que será el festín total. Otros, por malas lecturas creen que la violencia, producirá un salto cualitativo para el país y sus instituciones. Ignorantes de la historia, olvidan que si eso fuese cierto, Honduras sería el país más desarrollado del continente, por el número de montoneras que han llenado de dolor y luto a las familias. Nosotros, poco acostumbrados a vivir en un clima de falta de libertades, estamos preocupados. Destruir lo poco que se ha logrado hasta ahora y, aumentar la pobreza del país, es un peligro que debemos evitar. Fugándonos? O dando la espalda? ¡No y no!.