MOJONES DEL MAPA POLÍTICO

LA convención de los liberales, primero, y del partido de gobierno, después, y la asamblea de otros tres partidos que compiten como aliados bajo la figura de un solo candidato presidencial, colocan los mojones de referencia en el mapa político. Sin desestimar la concurrencia que podrían aportar los demás grupos, las evidencias indican que los tres primeros son los que moverán a la mayor parte del electorado. A juzgar por los votos obtenidos por los tres partidos que tuvieron elecciones primarias –dirigidas y supervisadas por el TSE– hasta el momento el partido de gobierno lleva la delantera, seguido por el Partido Liberal, la segunda fuerza electoral a nivel nacional. Este –pese a los intentos que han hecho por desintegrarlo, tanto los malabaristas de la cosa aquella, como los que le mordieron un buen pedazo al crear su propio partido– milagrosamente sigue siendo el mayor partido de oposición. Por más que deseen crear un espejismo sobre la paternidad de la oposición, esta comprende a los grupos que no usufructúan el poder.

O sea los que están abajo –en la inhóspita llanura– intentando trepar. Los dos partidos tradicionales –pese a las invitaciones al velorio que ilusos repartieron con demasiada anticipación– aún siguen vivos y gozando de buena salud, como lo demostraron las elecciones primarias. No solo eso, el partido de gobierno no ha perdido su sólida militancia mientras que el Partido Liberal, de acuerdo a los datos de las últimas encuestas, es el único que ha tenido un crecimiento dramático mientras otros sufren un declive en arraigo popular. Pasados los actos de coronación de los aliados, solo faltaría observar el movimiento de las aguas en el reacomodo. ¿Si quien estaba colocado en el espectro, totalmente del otro lado del lugar en el que hoy se ubica, arrastra consigo toda su afición o si eso es algo volátil con riesgo de esfumarse cuando el conductor, con un fuerte giro del volante, cambia de dirección? La inercia de las alianzas es indescifrable. No es invento nuestro o de esta columna editorial. Solo observar lo que le sucedió a Podemos en las elecciones españolas pasadas, que perdió más de 1 millón de votos tras la confusión provocada por su asociación con Izquierda Unida. Este fenómeno lo narramos al amable lector en un editorial anterior intitulado “Sumas que Restan”. Y eso que se trataba de dos fuerzas políticas más o menos afines. Ni imaginarse qué pueda suceder cuando se produce una fusión de dos polos contrarios o cómo la membresía de uno y de otro lado asimila la imposición de su nueva pareja. (Uno bailando ballet y el otro tango).

Y qué no decir sobre los que estaban en la otra orilla defendiendo la Constitución. Que de repente les digan que ahora, para ser miembro del club, hay que apresurarse a respaldar una “Constituyente” –parecida a la que Nicolás le ha clavado al pueblo venezolano para seguir en el caos y no dar elecciones– cuyo propósito es destartalar el Estado de Derecho y darle volantín a la Constitución vigente, pese a las trancas de inviolabilidad que esta contiene. No ven, que la Constitución –por irrespetuosos que con ella sean los políticos, tantos los viejos como los corregidos y aumentados de nuevo cuño– se rehúsa a dejarse linchar. Pero igual, bien podría suceder que el público boca abierta –hipnotizado en la frivolidad de los chats de su partido digital– no repare en nada de eso y frenético siga a su líder al fin del mundo. Estas solo son unas dentro de varias de las inquietudes que deben ser descifradas para tener una lectura medianamente más clara de lo que pueda suceder. Otro día continuamos con el ejercicio de las otras incógnitas. Advirtiendo que en política nada es seguro y que en los últimos instantes de la potra –por cualquier acontecimiento inesperado– el panorama bien puede darse vuelta de calcetín.