Lo sepultan en Cedros con camisa del Motagua

CEDROS, Francisco Morazán. Carlos Alfonso Torres Mendoza (58) siempre decía que al morir quería que lo sepultaran con la camiseta del equipo de sus amores, el Motagua, recordó ayer su hermano, el abogado Héctor Oswaldo Torres.

Originario de Cedros, y residente en la capital, fue una de las cuatro personas que fallecieron aplastadas en la avalancha humana suscitada el domingo, en el estadio Nacional de Tegucigalpa, donde se desarrolló la final del fútbol hondureño entre los equipos Motagua y Honduras de El Progreso.

El lunes, los restos mortales de Carlos Alfonso fueron trasladados hasta el pintoresco municipio de Cedros, para velarlos en la casa de sus parientes, situada en el Barrio Arriba. Para no perder la tradición, ayer, a las 10:00 de la mañana, el féretro fue cargado en hombros hacia la iglesia católica “Señor del Buen Fin”, construida en 1572, donde el párroco, sacerdote Mario Luque, ofició la misa de cuerpo presente.

CONCLUYE MISA

Concluida la misa, el cuerpo del fiel motagüense fue trasladado al cementerio de Cedros, el cual está a casi un kilómetro de la iglesia católica.

El sacerdote Mario Luque bendijo y lanzó agua bendita a Carlos Alfonso, durante la misa de cuerpo presente.

La tumba de la víctima de la avalancha humana fue abierta abajo de un joven árbol de higo, donde amigos y parientes ofrecieron frases de aliento a los dolientes, para que los demás deudos se confortaran, ante el incontrolable llanto y profundo dolor que mostraban, al darle el último adiós a Carlos Alfonso.

“Mi hermano vivió toda su niñez con nosotros, en este bello pueblo de Cedros… ¿Cómo olvidarlo?, ahora vamos a sentir ese enorme vacío, el cual solo Dios podrá llenarlo”, manifestó Dilcia Medina, mientras se disponían a sepultarlo.

Cuando ya iban a introducir el ataúd dentro de la sepultura, los familiares colocaron sobre el féretro la camiseta del equipo Motagua, que no portaba ningún número de algún jugador en particular.

El sepelio salió del Barrio Arriba de Cedros, con una caravana de amigos y familiares que cargaban cruces y flores.

La desaparición física de Carlos Alfonso se podía sentir entre la población de Cedros, donde había un silencio sepulcral, y el único sonido que se escuchaba era el tintineo de las antiguas campanas del templo religioso.

ERA UN MULTIUSOS

Carlos Alfonso trabajaba en la Agencia Aduanera 2000 en la capital, propiedad de su hermano, el abogado Héctor Oswaldo Torres Mendoza, donde se desempeñaba como agente aduanero, y era quien realizaba los trámites fiscales de desaduanaje.

Como era un furibundo motagüense, las hacía de multiusos en el equipo Motagua Veteranos, donde realizaba labores de masajista, kinesiólogo y utilero, de manera ad honorem.

Ningún familiar y amigo quería dejar en su última morada a Carlos Alfonso, entre ellos su padre, Carlos Humberto Medina Torres, su madre Rosa Romero y su hermano Héctor Oswaldo Torres.

En esta tragedia también resultaron otras 17 personas golpeadas y heridas, que fueron llevadas al Hospital Escuela Universitario (HEU), donde todavía algunas se recuperan, mientras que otras ya fueron dadas de alta.

Este lamentable incidente sucedió mientras miles de personas trataban de ingresar al coloso deportivo capitalino, encuentro donde al final el Motagua se convirtió en bicampeón del fútbol catracho, triunfo que los seguidores del “azul profundo” celebraron a medias, al tiempo de la obtención del décimo quinto campeonato.

YA FUERON SEPULTADOS

Minutos antes de sepultarlo, colocaron la camisa del Motagua sobre su féretro y posteriormente lo ingresaron a la tumba.

Además de la muerte de Carlos Alfonso Torres Mendoza (58), también fallecieron José Vidal Zúñiga Espinoza (56), Tomás García Vázquez (39) y Osman Antenor Cálix Domínguez (36).

Los restos mortales del taxista José Vidal Zúñiga Espinoza fueron sepultados ayer, por la mañana, en el cementerio de la colonia La Travesía de Tegucigalpa. A Tomás García Vázquez se le enterró la tarde del lunes, en el cementerio de la ciudad de La Esperanza, departamento de Intibucá.

Mientras que el cuerpo de Olman Antenor Cálix Domínguez fue trasladado el lunes por la tarde al cementerio del municipio de San Buenaventura, departamento de Francisco Morazán, ya que él residía en la aldea El Sauce de esa localidad.

VÍCTIMA DE AVALANCHA
Le dan último adiós a taxista motagüense

Sus hijos y otros familiares lloraban desconsoladamente sobre el féretro de José Vidal Zúñiga Espinoza.

Familiares le dieron el último adiós a José Vidal Zúñiga Espinoza (56), víctima por el zafarrancho ocurrido el pasado domingo en el estadio capitalino. La misa de cuerpo presente se ofició en la iglesia San Miguel Arcángel y posteriormente lo enterraron en el cementerio público de la colonia La Travesía de Tegucigalpa.

Las lágrimas y la impotencia se hacían notar entre los parientes del desafortunado motagüense, que se encontró con la muerte cuando por primera vez asistía al complejo deportivo, para ver jugar al equipo de sus amores, gracias a un boleto que le regaló uno de sus amigos.

Zúñiga Espinoza deja tres hijos mayores: José, Lidia y Gladis Zúñiga, quienes procreó con su esposa, Gladis Rodríguez.

Su hija Lidia, muy conmovida, relató que su padre falleció por varios golpes en su cabeza, cuando entre la desesperación de la muchedumbre, por querer ingresar a ver la final de fútbol entre los equipos Motagua y Honduras de El Progreso, las personas se amontonaron y en ese ajetreo hicieron que él chocara con el portón 11, en repetidas veces.

Lidia y José, hijos del taxista, se mostraron molestos por la supuesta “negligencia” policial y a la vez manifestaron que jamás visitarán el estadio, luego de la tragedia ocurrida.

“Esperábamos un mejor respaldo de esta Policía, fueron negligentes y displicentes con el dolor ajeno. Les importó más el partido que las vidas que estaban allí”, se quejó Lidia, con evidente pesar.

“Él nunca iba al estadio, le regalaron el boleto, pero mi padre fue una persona muy jovial, alegre, un gran hombre y un gran padre”, contó, mientras se secaba las lágrimas.

Zúñiga Espinoza trabajó por más de 16 años en el Ministerio Público, según sus allegados, y actualmente ejercía el noble y arriesgado oficio de taxista, en la capital, por lo que al partir de este mundo deja un “hueco” en el corazón de sus parientes cercanos. (AD)