Gracias al SANAA

Por Armando Cerrato

Los vecinos de la colonia Residencial Bolívar y otras aledañas estamos profundamente agradecidos con el Servicio Autónomo de Acueductos y Alcantarillados (SANAA), que tras nuestra insistencia por 10 días, el servicio de agua potable envió 3 cisternas y nos abasteció, casa por casa, del vital líquido en cantidad suficiente como para resistir 3 días.

A muchos el agua nos llegó a través de cisternas privadas a un costo de L. 800 por viaje, gasto que fue compartido por 2 ó 3 vecinos que en la desesperación decidieron sacrificar partidas que estaban destinadas para otros menesteres, en aras, de evitar una epidemia.

Cuando las cisternas del SANAA aparecieron todo mundo aprovechó para llenar depósitos, pilas, barriles y cubos, porque según los trabajadores del SANAA su departamento de distribución y mantenimiento no detectaba aún dónde reside el problema que mantiene secas a cientos de viviendas y angustiadas con sed y sin asearse a miles de personas.

La aparición de las cisternas del SANAA además de arrancar sonrisas de satisfacción motivó a muchos a rendirle gracias a Dios por el toque de conciencia que nuestra insistencia telefónica realizó entre los altos ejecutivos del ente que administra los acueductos del país.

El reparto de agua en cisternas también fue una especie de advertencia de que el problema iba a prolongarse por tiempo indefinido. Quizás cuando usted lea este artículo -Dios así lo permita- las cuadrillas de mantenimiento del SANAA hayan detectado el problema y el H2O vuelva a fluir por las viejas tuberías que alimentan de ese elemento a nuestras viviendas.

Al menos el SANAA que está a punto de convertirse en un ente técnico de asesoría a las municipalidades que serán muy pronto las que administren los acueductos han tomado en esta ocasión con mucha responsabilidad y comprensión social la solución parcial a un enorme problema de superviviencia.

Los ciudadanos de clase media baja, media media y media alta que usualmente consumimos agua suministrada por tubería comprendemos ahora la angustia de las personas que habitan en populosas colonias marginales donde el agua abastecida por tubería es una utopía y compran cuando pueden carísimo un cubo de agua a los propietarios de cisternas que aseguran llenan en los depósitos del SANAA, aunque el líquido que distribuyen a veces apesta a insecticida y otras pestes y alguna tiene un aspecto de no ser muy potable que se diga.

Todos creemos que los departamentos especializados del SANAA sí saben donde radica el problema, y no nos explicamos el porqué no se nos da una explicación lógica y razonable que calme nuestras inquietudes, mientras tanto se nos abastece con cisternas que es lo que menos merecemos como abonados cumplidos de un servicio que está a punto de cambiar de manos.

Esperamos que los ejecutivos del SANAA sean impregnados de esa vocación de servicio demostrada hasta hoy y la misma perdure hasta el fin de sus funciones al frente del SANAA, al que damos las gracias por cumplir con su deber.

Licenciado en Periodismo