Otra vez la UNAH

Por Benjamín Santos

Sí, otra vez el desorden. Me matriculé en la UNAH en 1964 y egresé en 1969 con un querido grupo de compañeros a quienes casi no he vuelto a ver. Era el tiempo de la guerra fría. La lucha entre comunistas y anticomunistas había encontrado en la Universidad un escenario ideal, pese al poco número de alumnos. Quise ingresar a uno de los dos frentes estudiantiles, el FRU y el FUUD. Fui a una asamblea del primero y me bastó escuchar a un alumno de los cursos superiores diciendo que se rompía el pecho por la revolución, que su familia lo había expulsado por su entrega a la lucha de clases y resulta que por casualidad yo vivía en el mismo barrio del fogonero y podía testificar que lo que decía era mentira. Después se casó con la hija del hombre más millonario de Honduras, se volvió rico y se acabó el revolucionario. Con el tiempo escuché una frase de boca de otro revolucionario quien dijo que “han acabado más revolucionarios en los brazos de una mujer que ante los balazos de la burguesía”.

Después fui a una asamblea del FUD, anticomunista, y vi a un alumno también de cursos superiores vestido de moteado y con pistola al cinto sin ser militar, decir que el comunismo era el diablo en persona, que nos llevaría a la pobreza y que acabaría con Honduras. Morir luchando contra el comunista casi era asegurar la entrada al cielo. Como soy de occidente, algo sabía de la familia del orador y como yo era profesor graduado y ejercía la profesión algo sabía del marxismo. Entre otras cosas que sus fundadores, Marx y Engels eran burgueses, el primero hijo de un abogado de TREVERIS, ahora TRIER, en el sur de Alemania, y el otro era un industrial que había heredado de su padre empresas en el Reino Unido. Después estudié en la misma Universidad donde empezó a estudiar Marx y pude darme cuenta que ningún proletario podía trasladarse de TRIER a Bonn y luego a Berlín donde se graduó con una tesis sobre la filosofía materialista en Grecia. No niego el genio de MARX Y ENGELS como teóricos, pero tengo por una verdad que quien no ha estado en la fiesta no puede hablar con certeza de la misma. No fui marxista cuando estaba de moda y no lo sería hoy, pese a que dediqué buena parte de mi vida a formar y educar para la organización al campesinado y a los trabajadores urbanos cuando tuve ocasión de hacerlo.

Perdón, lector, por esa larga exposición sobre mi experiencia personal. Pero son los recuerdos que se me vinieron cuando vi la madre de todas las manifestaciones el jueves pasado para pedir que se vaya la rectora, que de todas maneras se va dentro de dos meses. ¿Qué hay detrás? El motivo de la protesta es que se ha sometido a juicio a los estudiantes que se han tomado los edificios y han cometido algunos daños físicos. Los que lo han hecho recientemente ya estaban informados de lo que había pasado anteriormente y sabían que la señora rectora es al final la responsable de lo que pase en la UNAH, y que la señora no se anda por las ramas. Ese tipo de acciones se hacían antes con la absoluta tolerancia de las autoridades de dentro y también de fuera, porque se había confundido la autonomía con la soberanía. En mis años de estudio vi cómo los grupos de izquierda y de derecha se tomaban la entrada a la UNAH y cuando permitían que se dieran clases ponían parlamentes en todos los corredores para sus propagandas incendiarias sin permitir que se impartieran las clases en paz.

No quiero caer en la solución fácil de echar la culpa a la rectora, de cuyo primer período, en lo personal no guardo gratos recuerdos, pero tampoco quiero caer en el extremo contrario: culpar solo a los estudiantes. Pero tampoco quiero caer en el extremo de un antiguo director de la Escuela Superior del Profesorado. Ante un conflicto entre maestros y alumnos se reunía por separado con las partes y le daba a cada una la razón. Cuando alguien le hizo la observación de que les daba la razón a cada uno por separado, le contestó: tiene razón usted. Mi conclusión es la siguiente: el autoritarismo no es la mejor forma de gobernar, pero en el caso de la UNAH, el autoritarismo de la rectora ha traído temporalmente el orden a la Universidad, pero un orden impuesto unilateralmente tiene frente a sí la amenaza del desorden. Lástima que los estudiantes enarbolen motivos pasajeros y no un plan que armonice permanentemente la vida en la UNIVERISIDAD. ¿Y el sectarismo político en un período electoral?

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