Avatares de un migrante hondureño con ciudadanía estadounidense

Por: Armando Cerrato

Las líneas aéreas norteamericanas que vuelan a Centroamérica están haciendo clavos de oro con los viajeros que legalmente viajan a visitar a sus parientes en sus países de origen.

Un familiar mío con ciudadanía de los Estados Unidos, obtenida tras varios años de residencia legal e impoluta en aquella nación, decidió visitarnos y con mucho entusiasmo armó su maleta, compró su boleto y se fue al aeropuerto, ahí, en el buró de la aerolínea la empleada le dijo que si quería viajar con la maleta debía pagar un recargo de 25 dólares y mostró un rótulo con la medida que se aplica solo a los viajeros centroamericanos.

Pero eso no es todo, se le informó a mi pariente que el vuelo en el que ella había reservado estaba sobrevendido y el avión estaba “full” y que si quería viajar sentada tenía que pagar un recargo de 35 dólares.

De nada valieron los alegatos de que al comprar un boleto se garantiza un asiento en el avión, pues las normas internacionales de aeronáutica prohíben terminantemente el que pasajeros viajen de pie en las aeronaves, aparte de que todo mundo cuando viaja carga una o varias maletas.

Muchos de los pasajeros centroamericanos decidieron viajar solo con su maleta de mano y para garantizar alguna comodidad en el país visitado abrieron sus maletas grandes y comenzaron a pasar a sus maletas de mano, muy apretujadamente, ropa interior y algunos productos de higiene personal, regresando a quienes les acompañaban en el aeropuerto sus equipajes en muchos de los cuales también venían encomiendas muy personales que otras personas enviaban a sus parientes,  aprovechando la bondad del viajero.

Ya con el avión en vuelo, las azafatas lo único que ofrecieron a los pasajeros fue agua y con mucha pedantería dijeron que las directivas de las aerolíneas prohibían ahora el suministro de bebidas gaseosas, embriagantes o jugos de frutas y también raciones de comida, que antes se servían en abundancia, especialmente en esos vuelos que duran varias horas.

A estos avatares del viaje hay que agregar una serie de medidas de seguridad que hasta ofenden la dignidad humana en todos los aeropuertos del mundo, que se justifican por el alto nivel de violencia terrorista desatada en todos los continentes por diversas causas, que mantiene sectores inconformes de las sociedades establecidas y que muestran diferencias étnico-religiosas y económico-culturales.

Estos avatares sufridos por mi pariente también los han soportado miles de centroamericanos más, que por A o B motivos viajan de los Estados Unidos a sus países de origen y viceversa, en aerolíneas norteamericanas, no sé si esas mismas reglas negativas y desde todo punto de vista discriminatorias, usureras y hasta estafadoras las aplican las aerolíneas de otra nacionalidad, que también vuelan a los países del istmo.

Mi pariente no haya a quién acudir, no para que se le regresen los excesos cobrados, sino para que el trato a los viajeros por parte de las aerolíneas sea más humano y acorde a los precios pagados originalmente al comprar el boleto.

Me recordó que un ciudadano vietnamita fue maltratado vilmente y bajado del avión por la misma sobreventa de boletos y él se negaba a bajarse del avión que ya había abordado, luego a una mujer que llevaba a una bebé en una carriola no le permitieron abordar con tal instrumento y lo que es peor, se impidió el abordaje a un ciudadano que acompañaba a sus hijas, porque según la aerolínea iban vestidas inapropiadamente según las normas de la compañía.

Las niñas llevaban sus piernas cubiertas con unas medias tipos “leggins”, muy de moda hoy en día, lo peor del caso es que el padre de las niñas vestía pantalones cortos y era empleado de la compañía, por lo que reaccionó indignado, pues tuvo prácticamente que desvestir a sus hijas para que le permitiesen el abordaje.

Licenciado en Periodismo