La UNAH atrapada

Por Jorge Valladares Valladares
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Era el 14 de diciembre de 1845 cuando se funda La Sociedad de Genio Emprendedor y del Buen Gusto, primer centro de estudios superiores en Honduras, con el fin de abrir oportunidades a la naciente República para acceder a la ciencia, el arte, la historia y demás disciplinas del conocimiento en su máximo esplendor. Siendo su primer rector el presbítero José Trinidad Reyes, junto a otros intelectuales como Yanuario Girón, Pedro Chirinos, Máximo Soto, etc. Considerándose el antecedente de fundación de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH).

Hoy esa historia es además de desconocida, mancillada, al convertir el campus universitario en un vil campo de batalla con garrotes, piedras en mano, patadas y puños limpios, colindado con el delito; oprobiosas imágenes, imborrables ya en la historia de la nación. Eso debe terminar de inmediato, de eso diversos sectores están totalmente de acuerdo.

Una hoja de ruta para concluir con ese conflicto inmaduro debe partir -a nuestro criterio- por tres grandes decisiones, las que sin duda debe acompañar un tercer componedor de alto nivel, porque las partes no tienen ni los elementos metodológicos ni la voluntad para hacerlo.

El primer acuerdo es trazar con veedores externos, un estricto cronograma para convocar al relevo de las actuales autoridades universitarias como manda la ley vigente. Esto es, la salida de la rectora Julieta Castellanos y todo el cuerpo de autoridades universitarias en forma digna, pero sobre todo legal. Este cronograma debe ser acompañado por veedores del más alto nivel como podría ser el mismo Congreso Nacional, el Comisionado Nacional de Protección de los Derechos Humanos y otros.

Luego, y quizá lo más sensible, admitir que el movimiento estudiantil se ha auto organizado pero sin seguir los procedimientos legales, esto es, elecciones directas para elegir sus representantes. Con ello, el segundo cronograma es el de elección de autoridades estudiantiles legítimas. Proceso igualmente acompañado con testigos externos.

El punto más relevante de un acuerdo de recuperación de la institucionalidad universitaria es admitir que ni el bando de autoridades académicas actuales, ni el de los líderes estudiantiles en las calles están habilitados para ser ellos los que se sienten sobre el diálogo de normas académicas y demás temas expuestos, sino, los que asuman con plena legitimidad tal condición, cumplidos los cronogramas antes citados.

El tercer y más relevante acuerdo sería, dadas estas condiciones, convocar a toda la comunidad universitaria a regresar a la vida académica normal, en la que tantos recursos se derrochan día a día y nadie gana con su parálisis.

Las grietas de gobernabilidad actual solo pueden ser resarcidas con intervención de terceros, en nuestra opinión del Congreso Nacional y otros organismos de alto nivel, pero en los planos expuestos, enmarcados en la ley y en el que un primer y único objetivo sea el retorno a la institucionalidad y luego, llegar a acuerdos académicos y no políticos a favor de la honrosa historia y prestigio del Alma Máter.

Retornemos entonces al paradigma Lucem Aspicio, cerremos de inmediato esta hoja triste en la historia de la Universidad.