MENTIRAS Y LAS PISTAS

EL tema de este artículo es tomado de las páginas de opinión de un periódico mexicano. “Mentiras Cómodas” –del que nos percatamos gracias a la fina atención de un buen amigo– inicia con una cita que pareciera cazar perfectamente a la presente realidad. No solo allá en la nación azteca, sino aquí y en cualquier otro lado: “El hecho de que tantos políticos exitosos sean mentirosos desvergonzados no es solo un reflejo de ellos, sino también de nosotros. Cuando el pueblo quiere lo imposible, solo los mentirosos pueden satisfacerlos”. Comenta el escritor que, “somos campeones de la expectativa absurda de una solución fácil y sin esfuerzo; de que otros nos resuelvan todo y crucificarlos si fracasan”. “Si se trata de fútbol, esperamos al entrenador milagroso que, sin jugadores realmente de primera línea, ni programas serios para desarrollarlos y con ligas más orientadas al rating televisivo que a promover la calidad de juego, nos haga competir mágicamente contra quienes llevan décadas trabajando bien”. Iguales conceptos aplica al campo político, concluyendo que “la gente desea creer las mentiras de los políticos porque la verdad es incómoda e implica que también somos parte del problema y que sin nosotros no hay solución”.

Dicho lo anterior, no es sorprendente entonces, cuánta gente se deja deslumbrar por espejismos tan fácilmente. Promesas o posturas que, analizando la contextura, la formación, la cultura, la capacidad de quienes las formulan, no es difícil percatarse que son irrealizables. Eso, en el dado caso que los candidatos tuvieran propuesta que plantear. Pero –por lo menos aquí en lo que va de la campaña política– ni siquiera eso tienen. O si las hay, las mantienen bien quedito. No hay nada concreto que estén proponiendo, ya que el debate público, ni por asomo resulta ser la discusión de los problemas nacionales o de las aflicciones repitentes. Todo lo que se escucha son las mismas trivialidades de siempre. Las groserías, los ataques, los insultos y lo pueril que nada resuelve. No salen de los mismos malabares del espectáculo para el entretenimiento de boca abiertas y de auditorios frívolos. Y si lo anterior no fuera suficiente –es decir, la falta de preparación de quienes formulan los ofrecimientos– como para que el auditorio se percate inmediatamente que les están mintiendo, con solo saber que no hay soluciones milagrosas o remedios instantáneos caídos del cielo.

Mejor lo expresa el editorialista mexicano: “De la noche a la mañana no vamos a construir instituciones reales y crear el marco jurídico que las empodere; ni incrementaremos la transparencia y rendición de cuentas; ni desarrollaremos policías profesionales, cortes ejemplares y ministerios públicos eficientes; ni haremos un sistema educativo competitivo que desarrolle maestros a la altura del reto que enfrentamos y que provea a nuestros jóvenes con las habilidades que la economía de este siglo demandará; ni desarrollaremos una base de científicos e investigadores internacionalmente competitivos con recursos para desarrollarse; ni garantizaremos eficiencia en el uso de gasto público; ni incorporaremos a todos a la economía formal para que paguen impuestos, atando programas de beneficio social a formalidad, y ya no a procesos políticos y clientelares”. Lo único milagroso que ha acontecido recientemente es cómo hicieron añicos un país sentado en las mayores reservas petrolíferas del mundo. Pero es que destruir es fácil; construir es lo difícil. Así que esa es otra pista. Analicen los electores, quiénes lucen tener mentalidad de constructores y quiénes de destructores.