Lora vieja…

Hace algunos años, cuando apareció en la escena política el ingeniero Salvador Nasralla, trajo consigo muchas novedades, un discurso contra la corrupción.

Luego de esa primera aventura política calificamos a Nasralla como el gran ganador, consolidando una nueva fuerza no tradicional y con buena representación en la Cámara Legislativa; a medida que la joven bancada y su líder máximo, Salvador, fueron enfrentando retos y tentaciones, como haber nombrado una nueva Corte; el novel y a veces ingenuo Nasralla empezó a manifestar algunos aires dictatoriales, propios de los que no conocemos el oficio de la política.

No cabe duda que aún el amateur, en lo que a política se refiere, muchas veces es mal interpretado, no solo por sus opositores sino también por los imparciales, -como su servidor- porque deja confundido como esas traducciones de los premios Óscar, que con acento inglés de tómala en lempira es más fácil que entender que los discursos deben cambiar de acuerdo a los tiempos o momentos, es verdad, pero los bandazos del ingeniero, donde sus acérrimos enemigos de ayer y hoy son sus aliados. Dónde quedó el bravo discurso “anticorrupción”, será que Marlene hasta esa estafeta le arrebató; más rápida que Usain Bold salió la honorable diputada, en fin, como dice mi padre “el señor de la televisión”, en cuanto repica dobla.

Hoy nos habla de Constituyente, mañana de cerrar cárceles o de lo que se le venga ocurriendo, como defender las urnas de un fraude hasta con las armas; me imagino que lo que quiso decir el ingeniero Nasralla es que la Constitución de la República nos garantiza el derecho a la protesta o la desobediencia civil en casos de gobiernos opresores que no es el caso actual y que no citó exactamente el artículo constitucional.

En fin, vemos a Nasralla y a una Alianza en caída libre, y sin paracaídas y realmente nos intriga saber cuál es la verdadera agenda del timonel del barco, don Manuel Zelaya, eso lo veremos en los próximos meses. Sin embargo, a medida que la campaña avanza, Salvador deja al desnudo su novatez e ingenuidad política, confirmando el viejo dicho catracho “lora vieja no aprende a hablar”.

Juan José Baca
Siguatepeque, Comayagua