Se abre el telón

Por Nery Alexis Gaitán
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Empieza la propaganda política. Aunque el proselitismo siempre está a la orden del día. Pero ahora estamos expuestos a ser bombardeados diariamente, por todos los medios de comunicación habidos y por haber, incluyendo ahora las redes sociales, con los mensajes vacíos, hipócritas y sin propuestas reales que presenten soluciones a los graves problemas que afronta el pueblo hondureño.

Es común y hasta “normal” el discurso demagógico, de doble moral en que incurren los políticos hondureños. Prometen hasta lo imposible, sabiendo de antemano que nunca cumplirán sus promesas de campaña. Hablar bonito, dar abrazos a diestra y siniestra, visitar por única vez las regiones olvidadas y luego alejarse para nunca volver es el proceder cotidiano de nuestros políticos.

Ahora el discurso político, además de ser deshonesto, contiene una dosis de violencia encaminada a crear inestabilidad social. Lleva implícito el irrespeto a nuestro sistema de vida y a las instituciones democráticas. Es un discurso de tinte izquierdista, pero en realidad no es más que un mensaje populista que tiene por finalidad crear falsas esperanzas. Va dirigido a los pobres y les hace creer que renegando del sistema democrático, odiando “a los ricos” e instaurando una llevada y traída Asamblea Nacional Constituyente es que se van a resolver los agudos problemas sociales que se enfrentan.

Este discurso completamente deshonesto, es propio del partido Libertad y Refundación. En donde reniegan de nuestra institucionalidad y tienen como propósito crear caos social, para, según ellos, llegar al poder a través de una crisis política. La panacea de la Constituyente solo es una falacia. Es bien sabido que no es cambiando la Constitución que se van a resolver los problemas de salud, desempleo, violencia, etc., que día a día sufren los pobres de Honduras.

Ya en su momento se planteó que los problemas del país no radican en la Constitución, sino en los dirigentes que no cumplen las leyes, que por cierto tenemos de toda clase y que favorecen a los desposeídos; pero el irrespeto a la legalidad y la corrupción tienen a Honduras sumida en la pobreza. Así que los culpables de los males son los malos hondureños y no la Constitución y las leyes.

Lo más triste es que este discurso populista no lo varían y ya parece un disco rayado. Ahora es contra la dictadura nacionalista, pero faltos de propuestas reales vuelven a lo mismo, a hablar en contra del sistema democrático y a desconocer el proceso eleccionario y, de paso, llamar a la violencia, porque es bien sabido que desde ya van a rechazar los resultados electorales, que es obvio, no los van a favorecer.

Quizás el tinte cómico del discurso lo ha puesto el carismático candidato de la Alianza, que hoy dice una cosa y mañana otra completamente diferente.

Aliado de quienes denunciaba como corruptos, pronto desechó esos escrúpulos cuando le ofrecieron que fuera el candidato presidencial. Su discurso errático, encaminado a ganar notoriedad, solo refleja su total incapacidad para entender el campo político hondureño y no digamos para gobernar el país, que difiere en alguna medida de locutar un partido de fútbol o ser maestro de ceremonias en un concurso de belleza. Lo más sabio que se puede hacer con este candidato es no tomarlo en serio para nada.

Este discurso antidemocrático, de rechazo a la hondureñidad, en gran medida ha sido rechazado por el pueblo. De paso, no hay que olvidar que los artífices de este discurso desfasado y populista, cuando gobernaron se olvidaron de los pobres, “del soberano” a quien decían proteger y cabalgaron holgadamente en la corrupción.

El pueblo hondureño necesita que los políticos sean honestos y que cumplan sus promesas de campaña. Eso es lo importante, así se mejorará la calidad de vida de los más necesitados.