Fragmentos de la ciencia

Por: Segisfredo Infante

Aun cuando la temática pareciera, a primera vista, demasiado reiterativa, conviene recordar que algunos pensamientos sólidos del “Mundo Occidental” (pero también del “Lejano Oriente”), se han reconstruido, en la vastedad de los siglos, mediante la paciente recolección de papiros; pergaminos; laminillas metálicas; inscripciones en piedras; tabletas de arcilla; bambúes; muestras xilográficas; manuscritos diversos; palimpsestos; monedas; miniaturas; heraldos; retratos; fotografías; y las más conocidas páginas impresas de las máquinas modernas y contemporáneas. A propósito de esto se puede ver mi humilde ensayo titulado “Razón Vital del Libro”, para sólo traer un ejemplo, publicado en el “Día Siete” de LA TRIBUNA (del sábado tres de mayo del 2014), y reproducido en el número catorce (de abril-mayo-junio del año 2017) de la Revista Histórico-Filosófica “Búho del Atardecer”, de agradable aceptación entre los buenos lectores.

Para empezar se puede recapitular la idea que la “Historia” es una ciencia, tan antigua como la primera filosofía fisicalista de los griegos, y mucho más añeja como la medicina del Antiguo Egipto, si para ello recordamos las extensas informaciones grabadas en las estelas, paredes y columnatas egipcias, más la inevitable lista de los reyes de Manetón, con algunos errores por supuesto. Por otra parte hay una especie de consenso “universal” que la paternidad de la “Historia” como ciencia, se le debe a Heródoto de Halicarnaso, un escritor griego, de tonalidades ambiguas, que vivió en el siglo quinto antes de Jesucristo, sin olvidar, en este punto, el verdadero rigor científico del gran historiador imparcial Tucídides, maestro de maestros, quien era otro griego incomparable. La “Historia” es una ciencia, entre otras razones, porque posee su propio campo de investigación; sus propios métodos y técnicas específicas, internas y externas, en lo que concierne a la revisión rigurosa, y a la interpretación imparcial, nunca fanática y nunca superficial, de los manuscritos originarios, y de los textos de segunda mano.

Sobre la “Fragmentología” de la filosofía, la historia y otras ciencias conexas, habíamos publicado una serie de textitos aproximativos en la desaparecida Revista “Caxa Real”, con un tono posmoderno. No se deben olvidar las diferencias conceptuales entre “globalización”, “neoliberalismo” y “posmodernidad”, pues algunos autores y lectores sesgados suelen irresponsablemente confundirlos o mezclarlos. También suelen olvidar que hemos evolucionado y mejorado algunos de nuestros puntos de vista. Pero para saber tal cosa, es indispensable que lean nuestros nuevos artículos y ensayos (incluyendo los del “Búho del Atardecer”), y cuando menos el libro “Fotoevidencia del Sujeto Pensante”. Tal “Fragmentología” tiene que ver, en parte, con la desaparición gradual de la “Biblioteca de Alejandría”, que al final fue destruida en forma definitiva por órdenes del califa Omar. Lo mismo que con la destrucción de los archivos municipales más o menos recientes.

Siete ejemplos para la reconstrucción de los hechos y sucesos históricos por medio de fragmentos dispersos, a veces deshechos, son los siguientes: Los “Manuscritos de Qumrán”, que se conservan en un templo especial para el libro, en el Estado de Israel. El segundo ejemplo lo significa un libro sobre el cristianismo primitivo en Egipto, que fue confeccionado con fragmentos de cartas encontradas en los basureros de aquella antigua sociedad. Asimismo tenemos ante nuestros ojos el texto titulado “Fragmentos Vaticanos”, de Álvaro d’Ors y Amelia Castresana Herrero, del año 1988. Recuerdo también unos pequeñísimos fragmentos de uno de los cuatro “Evangelios”, que se conservan en algún archivo universitario de Inglaterra, en donde se demuestra que tales escritos fueron elaborados dos o tres décadas después de la crucifixión de Jesucristo. Pero uno de los más importantes manuscritos de primera mano fue encontrado a comienzos del siglo veinte, bajo un palimpsesto religioso, conteniendo, milagrosamente, el “Método” matemático de Arquímedes. Finalmente deseo referirme al trabajo de investigación histórica colectiva que realizamos en los polvorientos y destartalados archivos judiciales, municipales, catastrales, departamentales y eclesiásticos de Choluteca, que permitieron la elaboración y publicación del libro “Los Alemanes en el Sur”, más una investigación anexa, personal, sobre el mestizaje cultural en Choluteca. Por eso es que el semiótico italiano Umberto Eco expresaba, en su mejor novela, que “la verdad, antes de manifestarse a cara descubierta, se muestra en fragmentos (¡ay, cuán ilegibles) mezclada con el error de este mundo”.