Pis sobre la historia

Por Héctor A. Martínez
(Sociólogo)

Edgardo Paz Sierke, miembro del equipo “diplomático” de Honduras se orinó sobre doscientos sesenta y dos años de cultura e historia, es decir, se hizo pis sobre uno de los monumentos más valiosos de aquella “Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala”, más conocida como Antigua Guatemala. El lugar del bochorno: el Palacio de los Capitanes, Generales o Palacio Real, Patrimonio de la Humanidad, localizado en esa antiquísima ciudad que data del siglo XVI.

Para cuando la policía le detuvo, Paz Sierke presentaba toda la evidencia de haberse echado sus buenos “tapis” la noche anterior, mientras se fumaba un cigarrillo y les advertía a los agentes, con la soberbia que caracteriza al político hondureño, “Tengo inmunidad diplomática”. Por si fuera poco, nuestro “representante” había estacionado “off side” su automóvil, es decir, se había movilizado en contra del derecho de vía y estaba obstaculizando el libre tránsito de esas estrechas y empedradas callejuelas por donde, alguna vez, habían caminado tomados de la mano, don Pedro de Alvarado y su consorte, doña Beatriz de la Cueva.

La policía trató de mover el automóvil, a lo que Paz, sumamente molesto por el “agravio” y “abuso” policial, les expresó sin hilvanar juicios: “Yo lo puedo estacionar perfectamente, Juan Orlando es el más integracionista, ningún país lo ha tenido. Estamos por un buen camino y Guatemala se ha unido”, fueron sus palabras según consta en un reportaje del diario Prensa Libre de aquel hermoso país.

El final del episodio -vaya usted a saber-, nadie sabe cuál fue el premio o el castigo para el funcionario que nos representa en las misiones internacionales y que puso muy por el suelo el renombre de las instituciones hondureñas. Con tino, podemos imaginar que las críticas de los chapines fueron dirigidas hacia las costumbres y hábitos urbanos del catracho promedio, lo cual no deja de ser cierto si nos fijamos en la “meadera” del día a día, protagonizada por individuos sin escrúpulos que se bajan la cremallera del pantalón, sin ningún reparo, en las calles de las principales ciudades de nuestro país.

Más allá de las reacciones valederas de la ciudadanía chapina y de los expertos en antropología, como Norman Muñoz, para quien “la orina contiene sales que deterioran los materiales constructivos de los edificios, y más aún cuando se usan como sanitarios públicos”, una funcionaria de la ciudad donde Paz protagonizó el espectáculo estelar, consideró el acto como un reflejo moral de la clase política que gobierna Centroamérica. “Es un político que está  desconectado de su realidad y de su territorio porque irrespeta el patrimonio, que es de todos”, dijo a Prensa Libre la comisionada de la Transparencia, Suzanne Brichaux.

A nosotros solo nos resta recordar y reflexionar lo que ya sabemos de sobra: el caso no es aislado ni circunstancial, ni producto del estrés al que se ven sometidos los diplomáticos, como quiso justificar Paz Sierke. Los actos de este y otro tipo, solo nos recuerdan y advierten sobre la calidad moral de nuestros políticos. El estar desconectado de la realidad –como bien lo aseguraba Suzanne Brichaux-, significa seguir contemplando la política como el podio desde donde, se puede hacer y deshacer lo que se le venga en gana al funcionario público. Según sus pareceres, para eso fueron elegidos, y para eso los seleccionaron quienes los colocaron en puestos de suma responsabilidad estratégica para el país.

Al hacer pis –y obrar- sobre la historia, políticos como Paz Sierke, siembran la ruina de los pueblos a los que dirigen vilmente con su equipaje de principios desechables. Se alejan para siempre de la ciudadanía, y la ciudadanía termina por agotar la poca fe que guardaba para los políticos.

Algo en la historia debe poner freno a estas prácticas del poder, típicas de los otrora mandadores de las fincas bananeras. Esa visión corporativista, absolutista y despótica de administrar el poder, se confunde con la sagrada misión de servir, de representar y de ligar negocios de réditos para el país.

Ha llegado la hora de que la escoba pase por el servicio externo y para que las viejas prácticas de los selectos embajadores y compañía, de ir a hacer turismo y de llevar una vida de “ricos y famosos” se acabe para siempre. Porque, Dios no lo permita, y un día de estos no se le ocurra a algún dipsómano, de esos que abundan en el servicio externo, ir a hacerse “número dos” en el patio de la Casa Blanca.